Publicado: octubre 8, 2025, 6:00 am
Julián García estaba impresionado. Le había bastado recorrer pocos kilómetros para ver paisajes muy diversos, personas distintas entre sí y escuchar un abanico de idiomas y dialectos. ¿Cómo podía ser que existieran tantas culturas en tan poco territorio? Corría el año 2018 y, junto a su familia, había llegado a Europa para visitar Italia y España, en un viaje donde también palparon parte de sus raíces y se reunieron con familiares en Barcelona. Apenas eran dos países del viejo continente, pero parecían muchos más, y quedaban tantos otros en el tintero en una porción del mundo que lo maravillaba por su riqueza compactada.
A la Argentina regresó con cuentas pendientes. En Europa, Julián tenía amigos que se habían ido para hacer temporadas, y que habían acumulado relatos intrigantes extraídos de sus aventuras. ¿Qué estaba esperando? Su ciudadanía española le ahorraría varios dolores de cabeza y trámites engorrosos, y sus ganas de ver el mundo eran el combustible ideal: “Decidí irme de la Argentina en 2019”, revela Julián, quien finalmente desembarcó en Gavá, Cataluña, a escasos kilómetros de Barcelona, donde inició un nuevo camino de vida.
Llegar con ventajas, un bálsamo para la nostalgia
Contar con la ciudadanía no era la única ventaja. Julián vivió casi un año en Gavá, en casa de sus tíos y primos, que lo ayudaron a la integración primeriza. Pero había más, para el joven, la gastronomía, el clima agradable, el idioma, la espontaneidad eran muy similares a las formas que había dejado en Argentina atrás. Todo el combo contribuyó a un muy buen estado de ánimo inicial, un bálsamo perfecto para la nostalgia.
Casi de inmediato consiguió trabajo y estableció una nueva rutina: ir de la playa al trabajo y del trabajo a la playa. Julián intentaba evitar Barcelona: “una hermosa ciudad, pero lamentablemente con un turismo sin control”, asegura.
“Las mejores costumbres españolas, creo yo, son ir de tapas, cañas o encontrar siempre una excusa para estar afuera todo el tiempo”, continúa Julián. “La parte negativa es la crisis habitacional, también la crispación total que a veces me ha tocado presenciar por el separatismo catalán (idiomáticamente también). Algo que me llamó mucho la atención en ese momento fue ver tanta gente de origen musulmán; muchos de ellos no saben hablar en español pero sí en catalán”.
Hacia un lugar de costumbres opuestas: “El local valora mucho que el inmigrante intente entender y sumergirse en su cultura”
La crisis habitacional fue la que explotó la burbuja. La vida entre la playa y el trabajo era agradable, pero en España los alquileres eran demasiado altos y los salarios demasiado bajos, una brecha suficiente para que las preocupaciones nublaran los días de sol. Atento a otras oportunidades, Julián halló una oferta en internet para trabajar en el correo nacional, ¡de Países Bajos! (PostNL), y sin dudarlo, tomó un vuelo hacia el suelo neerlandés, donde, para su sorpresa, a los dos días estaba trabajando.
De pronto, todo el confort inicial había quedado atrás: los amigos ya no estaban cerca, el clima era otro, no había familia ni idioma conocido, tampoco una gastronomía semejante a la propia. Sin embargo, lejos de sufrir las diferencias, el joven comenzó a vivir una de las mejores etapas de su vida.
“La misma empresa me ayudó a conseguir casa y a tramitar la documentación correspondiente”, cuenta Julián. “Estuve casi tres años trabajando para ellos, hice grandes amigos y me tocó pasar la pandemia, donde, en Ámsterdam, la situación fue mutando: hubo desde reglamentaciones bastante flojas hasta encierros muy duros con prohibiciones difíciles de entender hoy día”.
El amor, la calidad de vida y lo difícil de comprender: “Lo negativo es la segregación que existe”
Allí estaba Julián, otra vez maravillado por la diversidad de culturas condensada en una pequeña porción de tierra. Y entre tantas personas, cierto día el joven conoció a una chica proveniente de un pueblo llamado Prinsenbeek, a pocos kilómetros de Bélgica, que lo abrió a nuevos mundos y lo ayudó a entender el neerlandés, mejorar el inglés, y empaparse de la cultura de los Países Bajos: “El local valora mucho que el inmigrante intente entender y sumergirse en su cultura”, asegura Julián.
“La calidad de vida es buena, permite ahorrar a pesar de los altos impuestos; los precios de alquiler son bastante elevados en comparación con otras ciudades, y el transporte y su red permite viajar a muchos destinos, y como es sabido, se puede andar en bicicleta prácticamente por todo el país”.
“Lo negativo es la segregación que existe, donde los africanos tienen sus propios barrios, lo mismo con la gente musulmana, es algo difícil de entender ya que pareciera que no les interesa participar en la totalidad de la sociedad, que suele ser bastante abierta”, reflexiona Julián, quien actualmente se encuentra en Ámsterdam, trabajando para una empresa de almacenamientos como asistente de manager.
Diversidad, idealización y sueños pendientes: “No hay como Argentina”
Siete años pasaron desde aquel viaje junto a su familia, cuando Julián quedó impactado por la diversidad cultural del suelo europeo. Seis años, desde que decidió cambiar el rumbo de su vida y hallar un camino en el viejo mundo, el primer año con ventajas que minimizaron los impactos, para luego sumergirse en un suelo con diferencias pronunciadas en relación a sus costumbres argentinas.
Para Julián, es en la diversidad donde se hallan los tesoros. Se abrió al mundo ante todo para abrir su mente y evolucionar, y en su experiencia no solo encontró enseñanzas inesperadas y amor, sino que aprendió a apreciar aún más a su querido país y no idealizar aquello que en un primer lugar lo había enamorado de Europa.
“Y gracias a Dios tuve la suerte de volver cuatro veces a la Argentina y en momentos distintos del país”, comparte. “Dos veces solo y dos veces acompañado de mi novia. Todos viajes hermosos ya que aproveché para hacer turismo nacional por muchas provincias y lugares. Siendo rosarino, siempre es especial volver a una ciudad tan hermosa, volver a la cancha de Central, volver a ver a bandas como Divididos, al Tano Marciello, disfrutar del río y de asados, amigos y familia. Mi mamá y mis abuelos son de Peyrano, un pueblo a 75 kilómetros de la ciudad, su tranquilidad no tiene precio”.
“En cuanto a los problemas que tenemos, a veces se vuelve reiterativo el tema de la grieta en las conversaciones cotidianas, aunque felizmente noto que cada vez hay más gente alejada de eso, por eso recientemente me he interesado mucho por el espacio de César Biondini que trata de ir por otro lado más racional y menos polémico y mediático”, continúa Julián. “Lo lindo es que en Países Bajos la gente aprecia mucho a la Argentina por la reina Máxima, que es muy querida. Aunque no tanto por el recordado partido del Mundial 2022”.
“En este camino me di cuenta con el tiempo de que si bien Europa es un hermoso continente, lejos está de ser perfecto, las guerras están a la vuelta de la esquina y la inseguridad se vuelve un tema mucho más recurrente, lo cual antes era impensado, la política no ofrece soluciones sino incertidumbre. Personalmente empecé a valorar muchísimo más Argentina, si bien tenemos problemas, nunca hemos tenido conflictos étnicos ni religiosos con nadie, cosa que sí se ve en esta zona, lo cual es algo que creo que no valoramos como sociedad. Por suerte y si Dios quiere, el año que viene me mudaré con mi novia de vuelta por tiempo indefinido al mejor país del mundo: no hay como Argentina”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.