Intentar conocer el futuro es arriesgado pero inevitable, ya que tanto la economía como la política se mueven por expectativas. La próxima presidencia de Donald Trump, pese a la euforia bursátil inicial, conlleva mucha incertidumbre hasta que no se dilucide el auténtico alcance de sus promesas en inmigración y aranceles. Pretender expulsar a 11 millones de trabajadores, además de cruel y difícilmente realizable, dañaría la potencia económica norteamericana. En cambio, una subida general de aranceles, que al resto del mundo le haría bastante daño y a la larga sería malo para todos, es muy posible.
Mientras esperamos, lo que ya se está produciendo es un desacoplamiento entre ambos lados del Atlántico. En el Viejo Continente el crecimiento es débil e incluso hay riesgo de recesión, con Francia y Alemania en dificultades. Curiosamente van a ser España, Portugal e Irlanda las economías más dinámicas. En política, la llegada de Trump va a ser nuevamente disruptiva, ya que sus aliados en Europa son fuerzas derechistas contrarias a los valores de la Unión.
En paralelo a ese desacoplamiento hay en marcha un proceso de desglobalización. A un lado, las democracias liberales, con todas sus imperfecciones; y al otro, las autocracias o dictaduras. La rivalidad por el liderazgo tecnológico entre EEUU y China está forzando la división del mundo en áreas de influencia, lo cual es malo porque el libre comercio actúa de colchón en los conflictos. No obstante, a nivel geoestratégico no todo es negativo ya que la guerra en Ucrania parece agotada, también por parte del agresor ruso, y hay señales de que 2025 podría ser el año, al menos, de un alto el fuego.
En Oriente Próximo, donde el atentado de Hamás en 2023 abrió otro potencial conflicto de larga duración con la implicación directa de Irán, la victoria rápida es para Israel, que ha derrotado a Hamás en Gaza, a Hezbolá en el Líbano y humillado al régimen iraní de los ayatolás. Tristemente, los palestinos han vuelto a ser los grandes damnificados, víctimas del expansionismo judío al que poco le importan los derechos humanos y las resoluciones de la ONU.
Así pues, el inicio de la segunda presidencia de Trump marcará 2025. Su discurso internacional es una combinación de aislacionismo y prepotencia. Quiere mantenerse al margen de muchos conflictos en el mundo, pero no duda en amenazar con apoderarse de determinados territorios si encuentra una respuesta desafiante a sus intereses, por ejemplo, ocupando el Canal de Panamá o adquiriendo Groenlandia.
Por lo que pueda pasar, los europeos tenemos que tomarnos de una vez en serio nuestra defensa. Desacoplamiento, desglobalización y rol pasivo/agresivo norteamericano marcarán el nuevo año.