Publicado: agosto 25, 2025, 3:00 am
En Bruselas la gente puede irse de vacaciones sin dejar de tener un ojo en lo que pasa en el mundo; no hay pausa para la Unión Europea, cada vez más preparada, dicen los optimistas, pero todavía con cierta zozobra en muchos temas importantes. El curso político ha vuelto a ser de alto voltaje y las fuentes comunitarias consultadas por 20minutos repiten que el balance «tiene que ser positivo» por cómo el bloque se ha ido enfrentando a situaciones de mucho estrés como los aranceles de Trump o un conflicto en Ucrania que sigue estancado. «No podemos hacer magia», repite algún alto funcionario por los pasillos.
En realidad, el mayor elefante en la habitación de la UE durante este curso político ha sido Estados Unidos. Lo primero y más importante por una guerra comercial que se ha resuelto en desventaja para el bloque comunitario. El acuerdo establece un arancel fijo del 15% sobre los productos fabricados en la Unión, cientos de miles de millones en compras de armas y energía y la «apertura de todos los países europeos». Esta cifra queda lejos del 30% que marcaba Trump, pero también del ‘arancel cero’ al que aspiraba Bruselas y que llevaba ya meses siendo una quimera. Tal como explicó el inquilino de la Casa Blanca, la única cesión de Washington es que el 15% también se aplique a las exportaciones de vehículos. Además, según Trump, los países europeos accederán a aplicar aranceles cero a las importaciones estadounidenses, pero no dio más información sobre este punto.
Un arancel del 15% sobre los productos fabricados en la Unión Europea significa que, al importar esos productos a otro país, se debe pagar un impuesto adicional equivalente al 15% de su valor. Este arancel encarece los productos europeos en el mercado del país importador -en este caso del bloque de países-, lo que puede afectar su competitividad frente a productos locales o de otras regiones sin ese recargo. Según explicó Trump el acuerdo con la UE no incluirá el sector farmacéutico y además el presidente estadounidense afirmó que, en virtud de este pacto, la UE acepta comprar energía de su país por valor de 750.000 millones de dólares y destinar 600.000 millones de dólares más en inversiones en Estados Unidos. Asimismo, Trump avanzó también el compromiso de que la UE va a aumentar de forma drástica la compra de material miliar, aunque este caso no dio cifras concretas.
La otra parte es la defensiva, la geopolítica. La UE se ha quedado sola en el mundo porque Washington ha decidido descuidar la relación transatlántica y eso empuja a la Unión a invertir en defensa. Aunque se diga lo contrario, la mecha para ello no ha sido la Rusia de Putin, sino el regreso de Trump. En el marco de la OTAN se ha visto: el nuevo objetivo del 5% de inversión del PIB en defensa tiene que ver con el hecho de que EEUU quiere que Europa se haga cargo de su propia seguridad. Así, ha nacido el plan de Bruselas para movilizar hasta 800.000 millones de euros en diez años con el objetivo de reforzar la autonomía estratégica… aunque para muchos ese plan y un amento de la inversión a través de la Alianza sean cosas incompatibles.
Por otro lado está la imagen de la propia Von der Leyen. La prioridad de la defensa ha ido provocando que las políticas verdes estén pasando a un segundo plano; en realidad, la alemana ha adoptado una estrategia de “amputación” del Pacto Verde para preservarlo, recortando elementos secundarios en respuesta a presiones de la derecha y la extrema derecha dentro del Parlamento Europeo. Aunque mantiene intacto, dice, el núcleo: el objetivo de reducir emisiones a cero para 2050 y las normativas climáticas esenciales, ha suavizado numerosos aspectos —como normas sobre emisiones de coches, pesticidas, reportes de sostenibilidad corporativa y la ley contra el greenwashing— con el argumento de simplificar la implementación y aliviar la carga burocrática para las empresas.
El propósito, según la Comisión, es conservar la pieza central del Pacto Verde mientras se adapta a una nueva mayoría política, a pesar de generar preocupación entre verdes y progresistas por diluir la ambición y coherencia del proyecto. Pero de todo eso subyace el punto de una moción de censura a la que Von der Leyen se tendrá que enfrentar por sus mensajes con el CEO de Pfizer durante la compra de vacunas del covid y tras una sentencia del TJUE que le quita la razón: necesita mantener los apoyos y eso le obliga a hacer equilibrismos.
Ucrania y Oriente Medio marcan todavía la agenda exterior en mayor medida que China. La situación de Kiev, en realidad, empieza a pesarle a la UE. La ayuda se mantiene, pero el tema ya no parece de primer orden más allá de fotos y mensajes: no hay avances diplomáticos para la paz, tampoco progresos en el proceso de adhesión al bloque… y eso cabrea a Volodimir Zelenski. Pero el foco empieza a estar en Gaza y en la relación con Israel, con los 27 incapaces de tomar una decisión sobre el acuerdo con el Gobierno de Netanyahu, y divididos entre quienes consideran que hay claras vulneraciones de los derechos humanos -como es el caso de España- y los países que prefieren abordar la situación desde el diálogo.
A todo esto hay que añadir que el Parlamento Europeo se está adaptando a su nueva realidad. Es una Eurocámara más dividida, de pesos más repartidos y que ha dejado ya claro que la negociación tendrá que llevarse hasta el extremo con mayorías bastante volátiles, de ahí que la Comisión tenga que gestionar las distintas sensibilidades. El PPE oscila entre posiciones más duras con temas como la inmigración y la postura proeuropea clásica dentro de una mayoría centrista de la que pueden empezar a descolgarse los Verdes si sus temas clave no van hacia adelante.
Las notas son complicadas de poner. Hay muchas Europas en una sola, y sobre todo hay muchos capítulos en una historia de diez meses; el curso político toca a su fin y la pausa veraniega para la UE no va a ser tanta pausa. El mundo no para y la Unión tiene que seguir adaptándose a él en lo que ya es la época de los grandes cambios.