Publicado: abril 10, 2025, 4:00 pm
De todas las virtudes que puede mostrar el ser humano hay una, la empatía, que le lleva a ponerse en el lugar del otro. ¿O en vez de una virtud es un defecto? Lo cierto es que desde el punto de vista de la psicología, empatizar con los demás es una cualidad, pero, llevada al extremo, afecta al bienestar saludable propio e, incluso, puede provocar ansiedad, estrés crónico y una carga emocional insoportable.
Si la empatía es la capacidad que tienen algunas personas para que las emociones ajenas resuenen en ellos, la hiperempatía es esa misma emoción ‘espejo’ pero generada en exceso, llegando a padecer los problemas ajenos incluso más que quienes los sufren. En una serie de estudios recientes se apunta a un posible componente genético de la hiperempatía, aunque el entorno social también tiene mucho que ver.
Cuando la empatía se convierte en un problema de salud
La falta de empatía es un problema que afecta a las relaciones sociales, pero también el exceso de ella puede ocasionar consecuencias indeseables, sobre todo para quienes la sienten, puesto que añaden una carga emocional insoportable, estrés, ansiedad y un buen número de daños colaterales asociados.
Aunque no se trata de una enfermedad mental, la realidad es que muchas personas con este tipo de personalidad suelen necesitar métodos para gestionar las emociones sobredimensionadas que sufren. La razón es que el exceso de empatía puede acabar haciendo que una persona sufra diferentes problemas psicológicos que pueden afectar su día a día.
Los expertos en psicología clasifican la empatía en dos tipos diferentes. «La primera es la empatía cognitiva, que consiste en nuestra capacidad para comprender los estados mentales y psicológicos de las personas que nos rodean. La empatía afectiva consiste en tener una mayor capacidad para sentir y experimentar las emociones de una persona, algo que nos permite mostrarnos más compasivos», explican desde Mundo Psicólogos.
¿Qué le puede suceder a una persona con hiperempatía?
De la misma manera que las personas con falta de empatía coinciden en determinados rasgos de la personalidad, quienes practican el extremo contrario comparten algunas características. La primera de ellas es que no son capaces de establecer límites ni decir ‘no’. Otro rasgo es que suelen tender a la alta sensibilidad y padecen agotamiento social por todo lo que implica ser excesivamente empatizo con los demás.
Las personas con un exceso de empatía o hiperempatía suelen reaccionar de manera desproporcionada ante las injusticias. Al vivir el efecto ‘esponja’, absorbiendo los problemas ajenos, estos perfiles son víctima del descontrol emocional y cambios de humor habituales. Al tratarse de personas que vuelcan su energía con los demás, suelen coincidir en una especie de aislamiento voluntario, puesto que nunca tienen tiempo de pensar en sus propias necesidades.
La hiperempatía y la dependencia emocional están estrechamente relacionadas. Además, este tipo de personas, cuando ejercen la empatía extrema de forma constante, van a terminar por experimentar incluso molestias físicas asociadas.
Así se puede trabajar la hiperempatía según los expertos
Una vez la persona afectada ha identificado varios o todos los rasgos y consecuencias de las anteriormente mencionadas, llega el momento de empezar a revertir los daños colaterales. Desde Mundo Psicólogos sugieren desconectar, centrándose en los hobbies para equilibrar las emociones.
La meditación es otra herramienta eficaz para aliviar el estrés y la ansiedad que producen la hiperempatía. Trabajar la inteligencia emocional y aprender a poner distancia (lo que no significa ser fríos, solo prácticos) es otra buena idea. A veces el distanciamiento debe ser físico y real, ya que no interesa estar con personas emocionalmente muy cargadas de negatividad.
Otra estrategia desde el punto de vista profesional es la terapia cognitivo-conductual (TCC), que emplea técnicas para distinguir las emociones propias de las ajenas y prevenir la fatiga emocional. El mindfulness y la regulación emocional, por su parte, ofrecen métodos efectivos para observar las emociones sin absorberlas en su totalidad. También se recomienda la desensibilización gradual, que implica exponerse de forma controlada a estímulos emocionales para fortalecer la resiliencia.