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Qué es el dolor miofascial y por qué puede empeorar con el frío del invierno

Publicado: febrero 21, 2025, 4:00 pm

El síndrome de dolor miofascial sucede a nivel del músculo, provocando dolores continuados tanto en el músculo como en el tejido circundante, que son las fascias, y que afecta sobre todo a la población adulta. En muchos casos, son los hábitos y las posturas inadecuadas las que provocan este dolor muscular, así como el estilo de vida, que tiende a tensar la musculatura por culpa del estrés o la falta de ejercicio de fuerza.

A pesar de que no siempre se conoce la causa de estos dolores, lo que sí es común a todos los casos es que la temperatura exterior, en especial el frío extremo, y los cambios de temperatura, empeoran los síntomas al provocar la contracción de los músculos como mecanismo de defensa, empeorando la circulación sanguínea.

Qué es el dolor miofascial y cómo detectarlo

El dolor muscular y de las fascias es algo relativamente común en nuestra sociedad, entre otras cosas por el estilo de vida, el estrés, y la falta de ejercicio físico, tan necesario para mantener la musculatura fuerte y en forma.

Cuando se produce el dolor miofascial el paciente siente puntos sensibles, también denominados ‘puntos gatillo’ que, al ser presionados, generan un dolor intenso localizado, que puede migrar a otras partes del cuerpo. Este tipo de dolor ampliamente extendido entre la población adulta, se agrava por culpa del mal uso de los dispositivos electrónicos, y las malas posturas que adaptamos con ellos.

Estas son las partes del cuerpo que más sufren el dolor miofascial

El dolor muscular se presenta especialmente en zonas como el cuello, los hombros y ‘los riñones’. Por desgracia, este síndrome está infradiagnosticado a pesar de representar uno de los grupos más numerosos de problemas médicos agudos y crónicos entre la población en España.

Para aliviar este dolor, desde la Sociedad Española de Reumatología (SER) recomiendan aplicar calor seco localizado en la zona afectada, con el objetivo de relajar los músculos y mejorar la circulación sanguínea. Realizar estiramientos suaves también contribuye a calmar el dolor, así como la práctica de pilates, el yoga o la natación.

Para evitar que el dolor miofascial se convierta en un problema crónico es imprescindible diagnosticarlo a tiempo. En este punto, los expertos señalan que lo más importante es corregir la higiene postural a diario, hacer estiramientos oportunos y fortalecer la musculatura de la manera que a cada paciente le venga mejor. Importante es, también, proporcionar al cuerpo el descanso oportuno, evitando las sobrecargas musculares.

Por qué el invierno aumenta la incidencia de dolor miofascial

Evitar la exposición prolongada a los rigores del frío del invierno es una de las principales medidas para evitar el empeoramiento del dolor miofascial. Abrigarnos bien para que la musculatura no sufra más de la cuenta, y practicar estiramientos suaves y progresivos en casa es otra medida eficaz. Acudir al fisioterapeuta se hace especialmente necesario en estos meses fríos.

Y es que el frío hace que nuestros músculos y nuestras articulaciones estén más rígidos de la cuenta, limitando su movilidad. Por eso es tan importante trabajar el calentamiento previo, para evitar lesiones innecesarias. Nuestro organismo reacciona a las bajas temperaturas quemando más calorías e intenta generar calor con el movimiento.

Cuando tenemos frío, no somos conscientes de las posturas que adoptamos, que provocan esos dolores y lesiones en músculos y articulaciones al igual que contracturas. Cuando sentimos frío tendemos a encogernos y, de forma involuntaria, los músculos se contraen. La espalda y el cuello son las partes que más sufren la tensión producida y las más propensas a lesiones que se vuelven crónicas, radiando este dolor a otras partes del cuerpo.

Para mantener la temperatura corporal cuando la temperatura es fría, los vasos sanguíneos se contraen para llevar más calor al interior del cuerpo para proteger los órganos principales que son los que reciben el calor primero. Las extremidades se contraen para llevar más calor al interior del cuerpo, y la temperatura de músculos y articulaciones disminuye. En ambientes fríos debemos asegurarnos de que nuestra temperatura corporal y muscular estén en 36 grados mínimo, para que los grupos musculares estén bien estirados, flexibles y ‘cómodos’.

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