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¿Puede el paracetamol aliviar el dolor por desamor?

Publicado: mayo 7, 2025, 1:58 pm

Probablemente en algún momento se ha sentido excluido de un grupo o ha experimentado una ruptura amorosa , situaciones que pueden provocar un dolor tan intenso que parece físico , como si algo se rompiera por dentro. En ocasiones este dolor emocional puede derivar en un estado depresivo y afectarnos significativamente. Pues bien, no se trata tan solo de una sensación, ya que la ciencia ha demostrado que el dolor emocional y el dolor físico comparten en nuestro cerebro determinados circuitos del dolor. En un interesante estudio publicado en ‘Science’ en 2003, la psicóloga Naomi Eisenberger y sus colegas demostraron que el dolor que provoca ser rechazado socialmente no es solo una metáfora. Detectaron que las personas que son excluidas de un simple juego virtual activan en su cerebro regiones implicadas en el procesamiento del dolor físico tales como la corteza cingulada anterior y la prefrontral. Desde un punto de vista evolutivo, esto podría sugerir que el cerebro ha reciclado circuitos del dolor físico para procesar también el dolor social, probablemente porque mantener vínculos estrechos ha sido crucial para la supervivencia de nuestra especie. En otro trabajo de investigación se observó que, cuando personas que habían experimentado recientemente una ruptura amorosa veían fotografías de sus exparejas y revivían el rechazo, se activaban regiones cerebrales asociadas al procesamiento sensorial del dolor físico, en este caso la corteza somatosensorial secundaria y la ínsula posterior dorsal. Estos hallazgos sugieren que el dolor emocional no solo comparte componentes afectivos con el dolor físico sino también sensoriales, lo que proporciona una base neurológica a la expresión «el rechazo duele». Si el dolor emocional y el físico comparten rutas neuronales, ¿podría un medicamento común como el paracetamol , utilizado para aliviar dolores físicos, mitigar también el sufrimiento emocional? Un estudio sugiere que sí. En esta investigación, aquellos participantes que tomaron paracetamol a diario y durante tres semanas reportaron menos dolor emocional ante situaciones de rechazo social en comparación con aquellos que recibieron un placebo, una sustancia inerte sin efectos terapéuticos. Además, se detectó una disminución en la actividad de las regiones cerebrales asociadas al procesamiento del dolor (la corteza cingulada anterior y la ínsula anterior) en quienes habían ingerido el analgésico. Aunque los resultados anteriores indican que el paracetamol podría reducir tanto las respuestas de conducta como las neuronales al dolor social, lo que de nuevo muestra la superposición entre el dolor físico y el emocional en nuestro cerebro, es importante señalar que este medicamento no debe considerarse una solución para el sufrimiento emocional profundo o trastornos como la depresión. Si bien estos resultados abren nuevas vías para comprender la interconexión entre cuerpo y mente, se requieren más investigaciones para determinar las implicaciones clínicas y éticas de utilizar este tipo de analgésicos físicos en el tratamiento del dolor emocional. La conexión entre cuerpo y mente es más profunda de lo que a menudo imaginamos y bidireccional. Diversas investigaciones han puesto de manifiesto que los procesos inflamatorios en el organismo, como los que ocurren durante infecciones o enfermedades autoinmunes, pueden influir en nuestro estado de ánimo. El sistema inmunológico, al activarse, libera citocinas proinflamatorias que pueden afectar la química cerebral y llevarnos a sentimientos de tristeza o irritabilidad. En este contexto, en un estudio se analizaron 14 ensayos clínicos, con más de 6.000 participantes, y se encontró que algunos tratamientos antiinflamatorios , especialmente el celecoxib , mostraron una reducción significativa de los síntomas depresivos. Sin embargo, es esencial destacar que el uso de antiinflamatorios para tratar la depresión aún no es una práctica estándar y se requieren más estudios para comprender plenamente su eficacia y su seguridad. En la búsqueda de tratamientos efectivos para la depresión resistente, algunos investigadores han explorado el uso de medicamentos que imitan nuestras propias endorfinas: los opioides . Así, se ha detectado que el efecto de dosis muy bajas de buprenorfina , un opioide parcial, en pacientes con ideación suicida severa reduce significativamente dichos pensamientos sin efectos secundarios graves ni síntomas de abstinencia tras la interrupción del tratamiento. Sin embargo, el uso de opioides plantea un dilema importante. Estos fármacos son altamente adictivos y pueden desencadenar crisis de salud pública, como la epidemia de opioides en Estados Unidos. Aunque los hallazgos sobre la buprenorfina son prometedores, es crucial considerar los riesgos asociados y la necesidad de más investigaciones para evaluar también su seguridad y eficacia a largo plazo en el tratamiento de la depresión. Estos descubrimientos nos revelan que el dolor emocional no es únicamente un sentimiento abstracto, sino una experiencia real que involucra a nuestro cuerpo del mismo modo que una herida física. Comprenderlo nos ayuda a ser más compasivos con nosotros mismos y con los demás. Cuando alguien sufre una pérdida, un rechazo o una depresión, no basta con decir «anímate». Su cerebro está activando las mismas alarmas que cuando sufrimos una herida física . Además, las investigaciones antes mencionadas nos llevan a cuestionar si queremos tratar la tristeza como si fuera una enfermedad del cuerpo, o cuáles pueden ser los riegos de utilizar fármacos que influyen en nuestras emociones más profundas. La ciencia nos ofrece herramientas, pero hay que decidir cómo y cuándo usarlas, teniendo en cuenta tanto el alivio del sufrimiento como los peligros de medicalizar cada emoción humana. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation .  

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