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Para no extrañar preparaba el postre favorito en Brasil y hoy tiene dos locales en Recoleta: “Hay que tener técnica y sensibilidad”

Publicado: octubre 21, 2025, 6:00 am

“Fueron días y noches probando técnicas de batido, tiempos de horneado, temperaturas. En cada error buscaba entender el porqué. Repetir la preparación de los budines todos los días me enseñó que, además de técnica, hay que tener sensibilidad: no todo lo que dice una receta funciona de manera exacta”, confiesa Rose Coutinho, de 39 años, con un marcado acento brasileño, desde su pequeña tienda boutique de budines artesanales en Recoleta. En los estantes, custodiados por campanas de vidrio o en coquetos envoltorios, descansan verdaderas obras de arte de distintos sabores: algunos clásicos, como el de naranja, marmolado y vainilla con chips de chocolate; y otros bien exóticos como el de maracuyá con chocolate, albahaca y limón, o el de churros (con azúcar y canela) y corazón de dulce de leche.

“Siempre me gustaron los budines, son mi postre favorito. En Brasil es muy cultural compartirlos en la merienda con café, siempre hechos en casa”, cuenta, quien desde el 2014 está detrás del emprendimiento “Divino Budín”, donde se le rinde honor a este dulce esponjoso que le preparaba su abuela Rosalina, de 96 años, en su San Pablo natal.

“Siempre me gustaron los budines, son mi postre favorito, dice su dueña Rose.

“Me encanta el estilo de vida acá”

Fue en el 2009 cuando Rose conoció la ciudad de Buenos Aires y se enamoró perdidamente de su encanto y porteñidad. También de la calidez y forma de ser de su gente. “Me encanta el estilo de vida acá. Amo esta ciudad, para mí es una de las más lindas del mundo”, dice, quien en ese entonces estaba estudiando Diseño de Interiores. Meses más tarde, decidió mudarse de San Pablo. “Argentina me recibió con los brazos abiertos. Hasta hoy sigo recorriendo sus calles con ojos de turista y siempre pienso: “qué afortunada soy”, agrega.

Luego de conquistar el paladar de sus conocidos se animó a comenzar a ofrecer sus budines a bares y cafeterías.

En sus ratos libres, empezó a cocinar el postre favorito de su infancia: el budín. El aroma le hacía recordar a los suyos. “Cuando tenía 13 años me fui a vivir un tiempo con mi abuela. Ella amaba hacer budines, y el que más preparaba era el de fubá, un clásico de Brasil hecho con maíz dulce y cubierto con dulce de guayaba (similar al de membrillo). Tampoco podía faltar el de zanahoria con cobertura de chocolate tipo brigadeiro y el clásico de naranja. Un día se me ocurrió empezar a hornear budines para agasajar a mis amigos; era una forma de sentirme conectada con mi cultura. Me encantaba probar sabores distintos. Cada semana los sorprendía con uno nuevo”, relata. El éxito fue inmediato: todos se quedaban fascinados con sus deliciosas creaciones. Entusiasmada, se anotó a estudiar Pastelería Profesional en el Instituto Gastronómico Mariano Moreno.

Luego de conquistar el paladar de sus conocidos se animó a comenzar a ofrecer sus budines a bares y cafeterías. “En esa época no había tantas variedades y la mayoría estaban hechos con esencias. Yo quería ofrecer algo distinto y bien casero. Sentí que podía funcionar porque la cultura del café, del té y del mate que acá es muy fuerte”, dice quien transformó la cocina de su casa en un verdadero espacio de producción. El emprendimiento no paraba de crecer: cada día se sumaban más clientes. Un buen día se animó a dar el gran salto: abrir su propio local en el coqueto barrio de Recoleta. “Teníamos poco capital para invertir, así que la idea fue buscar un lugar pequeño y con un alquiler accesible. Mi pareja, Cristian, me acompañó desde el día uno en el proyecto. Juntos nos encargamos de todo el diseño”, cuenta.

En el proceso, aprovechó para hacer una investigación de mercado: probaba todos los budines de la ciudad, analizaba texturas, envoltorios, tamaños, y pensaba en cómo podía destacarse. Además creaba nuevas combinaciones.

Fue en un viaje al exterior donde descubrió los moldes con diseño nórdico que quería para sus budines.

Fue en un viaje al exterior donde descubrió los moldes con diseño nórdico. “Los vi y le dije a mi novio: “Quiero que mis budines se luzcan así”. Desde ese momento comenzó mi búsqueda de esos moldes”, rememora. Algunos los consiguieron en Estados Unidos y otros de distintos países de Europa.

Una madrugada, en pleno sueño

Así surgió el nombre: ¡Divino Budín!. Ella entusiasmada lo vio como una corazonada. “Buscaba un nombre que no generara dudas, que dejara en claro de qué se trataba. No quería que me preguntaran todo el tiempo “¿hay Lemon pie? ¿Medialunas?”. La idea era llamar la atención de quienes aman los budines: que pasaran por delante, leyeran el nombre y pensaran “seguro acá hay budines divinos”. Y así, atraerlos”, cuenta. Especializarse en un “monoproducto” fue toda una novedad para la época. “No era común este concepto y mucho menos un local dedicado únicamente a budines, y además con los sabores y el formato que ofrecíamos. Fue un giro total en lo que la gente estaba acostumbrada a ver”, dice.

Los budines son tamaño familiar, por porción, pareja (para compartir) y minis.

Los primeros budines que ofreció eran únicamente de tamaño familiar, luego sumó por porción, pareja (para compartir) y minis. Arrancó con sabores bien clásicos como el de naranja, marmolado o vainilla con chips de chocolate y luego incorporó de limón con frutos rojos, banana con canela; maracuyá con chocolate; zanahoria con nuez y pera con chips, entre otros. Los clientes se sorprendían con sus innovaciones. “El de maracuyá fue un éxito porque muchos no conocían la fruta y se quedaban maravillados con el sabor. El de zanahoria, que hoy es un clásico, al principio generaba dudas: les parecía raro usarla en la masa. Estuve a punto de quitarlo del menú, hasta que se puso de moda en Buenos Aires”, admite.

Los sabores más creativos

Con el correr de los meses, Rose también se animó a incursionar con otros más creativos. Entre ellos, se destaca el de albahaca combinada con limón. O el mini budín sabor churros. “Al probarlo te transporta directo a los de Brasil, ya que lo pasamos por fuera con azúcar y canela y en el centro lleva dulce de leche”, detalla. En Brasil es un clásico que los budines lleven un baño de brigadeiro (parecido a una trufa de chocolate) y aquí le rinden su merecido tributo. “Están hechos a base de leche condensada y les damos distintos sabores: pistacho, chocolate amargo, café, entre otros”, cuenta. Una de las últimas incorporaciones fue el de chocolate amargo con brigadeiro de caramelo salado. Fue un éxito total. Actualmente cuenta con dos locales en el barrio de Recoleta: uno en Larrea 1472 y otro en Arenales 939 con café boutique.

El secreto del éxito

Para Rose un buen budín tiene que ser bien húmedo, tener esponjosidad, sabor y suavidad. Ella considera que la clave está en la buena materia prima. “Tienen que ser bien caseros, con frutas frescas y buenos insumos. También es muy importante respetar el método de batido como el de horneado ya que si se excede quedan muy secos”, explica, quien recientemente diseñó un curso online para contar todos sus secretos para que estos salgan perfectos y no se rompan en el momento de desmoldarlo.

En la tienda tienen clientela que los acompaña desde hace más de una década. Incluso muchos se han vuelto amigos. “Vivimos historias muy emotivas. Como aquel cliente que se emocionó hasta las lágrimas porque un budín le recordó a su abuela, que ya había fallecido. O una clienta que siempre compra el sabor preferido de su marido, también fallecido, y nos cuenta que lo disfruta sentada a la mesa como una forma de sentir su presencia. O aquel cliente que estuvo internado en el hospital y, cuando le dieron el alta, lo primero que pidió fue un budín de Divino Budín”, expresa emocionada. El budín tiene mucha memoria afectiva: un simple aroma o un bocado puede abrir la puerta a recuerdos dormidos y emociones guardadas.

Rose en Divino Budín junto a su pareja, Cristian, que la acompañó desde el minuto uno.

También los han visitado personalidades de la farándula nacional e internacional. Desde Carla Peterson, el boxeador argentino Sergio “Maravilla”, la chef Ximena Sáez o la periodista Fanny Mandelbaum, entre otros. La lista continúa con figuras como Anya Taylor, Paola Carossela, Javier Bardem y Martín Henderson.

A Rose le encanta estar en la cocina. Batir la masa la relaja. Allí logra desconectarse del mundo. “Es el único lugar donde siento que mi cabeza está 100% en el presente”, confiesa y se teletransporta a la casa de su abuela. Cada budín es un recuerdo. Algunos saben a dulce de leche casero; otros a verbena, canela, clavo de olor, naranja y maíz, un clásico en las recetas dulces y saladas en Brasil. Ella no se olvida de sus orígenes.

Figuras nacionales e internacionales pasaron por Divino Budín, entre ellos: Carla Peterson, el boxeador argentino Sergio “Maravilla”, la chef Ximena Sáez, la periodista Fanny Mandelbaum, Anya Taylor, Paola Carossela, Javier Bardem y Martín Henderson.

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