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No solo sudamos: así altera el calor extremo el sueño, el ánimo y la concentración

Publicado: agosto 4, 2025, 9:47 am

Cada verano surge el mismo argumento: que siempre ha hecho calor y que las cifras actuales carecen de contexto histórico . Sin embargo, junio de 2025 se ha coronado como el más cálido en España desde que existen registros (es decir, desde 1961), con temperaturas máximas que superaron en más de 4ºC los valores habituales. Según estimaciones científicas, quienes nacieron en 2020 podrían enfrentarse al doble de fenómenos climáticos extremos que quienes lo hicieron seis décadas antes. Las olas de calor, además, serán más frecuentes y prolongadas en muchas partes del planeta. Un ejemplo de esto último es la segunda ola de calor de este verano que comenzó el pasado domingo 3 de agosto, y que en un principio durará hasta el domingo 10 de agosto, pero tras extenderse tres días, no se sabe a ciencia cierta si esta ola se podrá prolongar más días, lo que tendría un grave impacto en la salud de la población. El verano de 2023 dejó cerca de 70.000 muertes relacionadas con las altas temperaturas solo en Europa , y la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que la mortalidad asociada al calor ha crecido un 85% desde principios de siglo. Más allá de las cifras, es importante entender cómo se deshace el cuerpo humano del exceso de calor y cómo influye en nuestra salud física y mental. Para arrojar luz sobre estas cuestiones, el Science Media Centre (SMC) España ha ofrecido algunas claves. Aunque de manera coloquial todos solemos decir que ‘tenemos calor’, en términos físicos eso no es del todo correcto . El calor es energía en movimiento: es el paso de energía entre dos cuerpos que se encuentran a diferente temperatura. Es decir, solo existe durante ese viaje: uno siente calor, pero no lo tiene. Lo que tiene es una alta energía interna, que es lo que mide la temperatura. Si tiene suerte o aire acondicionado , es posible que mientras usted lee este texto buena parte del calor lo esté perdiendo en forma de radiación , que es la emisión de calor en forma de ondas electromagnéticas, siempre de una entidad más caliente a otra más fría. De esta forma perdemos hasta un 65% en condiciones no muy calurosas, pero su importancia es mínima a altas temperaturas. También puede perder algo de calor mediante la conducción, al agarrar por ejemplo un vaso muy frío, pero tampoco es la técnica ideal. Al final el arma secreta del cuerpo humano para disminuir el calor es mediante la evaporación: el proceso mediante el cual el sudor se convierte en vapor y extrae energía del cuerpo. En ambientes calurosos y durante el ejercicio, este sistema puede representar hasta el 85% de la pérdida térmica. El cuerpo humano activa una compleja red de respuestas fisiológicas ante el calor. Termorreceptores distribuidos por todo el organismo envían señales al hipotálamo, el centro regulador de la temperatura corporal. Desde allí s e ordena aumentar la sudoración, dilatar los vasos sanguíneos de la piel, elevar la frecuencia cardíaca y frenar la actividad de la tiroides para evitar una mayor generación de calor. Además, el organismo busca conservar líquidos: estimula la sensación de sed, libera hormona antidiurética para que los riñones retengan agua y activa mecanismos para retener sodio, lo que ayuda a evitar la deshidratación. Todo esto forma una orquesta de supervivencia bastante eficaz, aunque no ilimitada. Pero el calor no solo afecta al cuerpo, también al cerebro. más allá del golpe de calor, las altas temperaturas generan irritabilidad, falta de concentración y una sensación general de malestar . Metaanálisis recientes han demostrado una asociación entre el calor y un incremento en las visitas por trastornos mentales . También se ha observado que el rendimiento escolar disminuye durante periodos prolongados de calor, especialmente en zonas con menos acceso al aire acondicionado, como reflejó un estudio en ‘Nature Human Behaviour’ basado en datos de 12.000 distritos escolares de EE. UU. En el ámbito laboral, tanto la productividad física como la cognitiva se ven afectadas . Estudios de neuroimagen muestran que el cerebro redistribuye el flujo sanguíneo: aumenta en áreas reguladoras como el hipotálamo y disminuye en otras relacionadas con la atención y las emociones , lo que puede provocar nerviosismo, distracción y menor capacidad para realizar tareas complejas. Buena parte del cansancio asociado al calor tiene que ver con el sueño. Dormir bien requiere que la temperatura corporal descienda , algo que el calor ambiental dificulta. De hecho, investigaciones sobre sociedades preindustriales revelan que no se acostaban al anochecer, sino horas después, cuando bajaba la temperatura exterior. El sueño profundo se resiente cuando no se logra esa bajada térmica, lo que aumenta la sensación de agotamiento diurno. Sí, el cuerpo puede aclimatarse al calor . Lo hace optimizando sus sistemas de disipación: empieza a sudar antes y más, pero con menor concentración de sales; mejora la eficiencia del riego sanguíneo; afina la regulación renal; y hasta aumenta la producción de proteínas protectoras. En deportistas, estos cambios pueden completarse en unas dos semanas de exposición progresiva al calor, especialmente si se realiza ejercicio moderado. Pero esta recomendación no se aplica a la población general, ya que la actividad física en condiciones extremas conlleva riesgos. Algunas investigaciones plantean que las sesiones de sauna o baños calientes podrían ser útiles para facilitar la aclimatación en personas mayores, aunque todavía no hay consenso científico suficiente. Eso sí, la adaptación es temporal: se empieza a perder tras una semana sin exposición y puede desaparecer del todo al cabo de un mes.

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