Publicado: octubre 28, 2025, 5:00 am
Radicada en Miami, aunque su vida se mueve también entre México y Buenos Aires, Mónica Ayos (53) comparte con ¡HOLA! Argentina una charla profunda, en la que repasa su recorrido personal y profesional, marcado por decisiones valientes, el amor incondicional y una búsqueda constante de evolución. En pareja desde hace veinticinco años con el actor Diego Olivera (57) y madre de Federico (33) y Victoria (21) –que brillan con luz propia–, Mónica habla de cómo logró reinventarse y, entre recuerdos, emociones y nuevos proyectos, nos invita a conocer a la mujer detrás de la artista.
–¿Cómo describirías tu vida en Miami?
–Logramos una dinámica que nos funciona muy bien con México, que está muy cerca. Conjugar laburo con familia fue un logro hermoso. Nuestra base desde hace unos años es Miami, pero nuestro trabajo por lo general se proyecta en México. A Buenos Aires hago muchos más viajes de los que la gente se entera porque son específicamente para visitar familia, amigos y curtir la ciudad como a mí me gusta sin corridas.

–¿Sentís que el cambio de país te permitió reinventarte como artista y como mujer?
–No. Yo creo en mí misma más allá del lugar que esté habitando. Me he reinventado muchas veces, pero no tuvo que ver con el espacio. Tanto en lo personal como en lo laboral tuvo más que ver con mis inquietudes y búsquedas internas. Por supuesto, reconozco que traspasar fronteras tuvo una proyección internacional en mi carrera que fue un punto de inflexión, fue un golpe de timón muy atinado.
–Tuvo que ver con acompañar a Diego en su carrera internacional, ¿no?
–La posibilidad de protagonizar Montecristo, en 2006 en México, fue para Diego una oportunidad exponencial, los dos creímos que tremendo desafío no había que dejarlo pasar. Cuando apareció México en nuestras vidas, llevábamos cuatro años de casados, Fede tenía 15, Victoria 3 y nuestro proyecto de familia era firme. Mi carrera como actriz en Argentina venía muy bien, con proyectos increíbles en teatro, cine y televisión, pero paralelamente a Diego le llegaba esta propuesta a nueve horas de avión que se volvía difícil de gestionar a la distancia. Tuvimos que zapar, improvisar y planear con esa sensación de vértigo que nos hacía retroceder, pero había una premisa: “La familia no se negocia”. Tardamos casi cinco años en armar las valijas definitivas. [Se ríe]. En 2011 nos instalamos en México los cuatro. Logramos armar un equipazo.
–Tu historia con Diego lleva más de dos décadas. ¿Cuál es el secreto para un amor tan duradero?
–El 29 de noviembre vamos a cumplir veintitrés años de casados y veinticinco años juntos. ¡Un cuarto de siglo! ¿Escuchaste la frase “Cuando lo improbable se vuelve inevitable”? Bueno, eso fuimos nosotros. No hay fórmulas, a este amor siempre le pusimos mucho cuerpo, corazón y cabeza. El acuerdo siempre fue elegirnos y nos seguimos eligiendo todos los días.

–¿Qué te enamoró de Diego y qué te sigue enamorando?
–Me enamoró el contraste conmigo y eso me sigue enamorando. Nos admiramos, ese también es un factor importante. Nuestro amor fue hermoso desde el minuto cero y él fue ese punto de inflexión en mi vida que acomodó todo. También el humor nos une de una manera fuerte y poderosa. Es nuestro comodín a la hora de acercarnos desde puntos opuestos.
–Tus hijos Federico y Victoria están grandes… ¿Qué sentís al verlos elegir sus propios caminos?
–Los miro orgullosa de sus decisiones, de la empatía y el sentido común que supieron cultivar. Son seres muy geniales, con bondad talento, respeto, pasión y también con humildad. Crecieron libres, en un hogar de mucho diálogo y contención. Federico está recontra independizado hace años, construyó un carrerón en México, es un pedazo de actor, en Netflix hizo las dos temporadas de El Dragón y tuvo excelentes críticas. Victoria está cursando su segundo año del conservatorio de arte, está muy feliz viviendo ese proceso y nosotros, maravillados con su talento.

–¿Qué recuerdos te vienen a la mente cuando pensás en tus primeros años como mamá?
–Cuando nació Fede [N. de la R: lleva el apellido Ayos; su padre se suicidó cuando él tenía 4] yo tenía 19 años y el contexto en el que llegó era de caos e incertidumbre. La verdad es que yo aprendí a funcionar en ese caos. Cuando logré la armonía tan deseada, me sentí confundida porque yo sólo sabía funcionar en estado de alerta constante. Fue todo un proceso lograr nivelar y darme cuenta de que había otras formas de vivir, de disfrutar y de sentir. Cuando logré la paz y la hice propia, no la solté más. Entonces Fede pudo seguir creciendo con una mamá en armonía. A mis 31, llegó Victoria en un contexto de crecimiento y realización personal.
–Hablaste con mucha valentía sobre los momentos de violencia y abuso que te tocaron vivir cuando nació tu hijo. ¿Qué fue lo que te dio fuerzas para salir adelante?
–Alguna vez lo hablé, pero después de tanto tiempo, sólo me sale decir que, lejos de victimizarme, me fortalecí. No me es muy natural mechar este tema con otros porque no podría describirlo en unas pocas líneas. Hay temas delicados y personales que si uno los expone una y otra vez, se prestan a los típicos jueces virtuales que se sienten invitados a opinar. Todo es tan veloz y tan voraz en estos tiempos que podría resultar amargo. Se termina desdibujando el respeto por lo vivido y lo superado.
–¿Fue difícil volver a confiar en un hombre?
–Tal vez el patrón más predecible después de vivir ciertas situaciones duras sería vivir en modo supervivencia con tendencia a la desconfianza para siempre, pero algunas veces es bueno correrse de la estadística. Esa fuerza y esas fichas que puse en mí misma cuando todavía no había cumplido los 20 me convirtieron en la mujer que fui y que soy y me llevaron a reinventarme las veces que fueran necesarias hasta encontrar una mejor versión de mí.

–¿Te obsesionaste alguna vez con el cuidado del cuerpo? ¿Cómo vivís la exigencia propia y la ajena?
–Creo que alguna vez todos fuimos una versión exagerada de nosotros mismos, sobre todo en alguna edad difícil de búsqueda y con la necesidad de encajar. Existe una hermosa experiencia que es poder despojarnos de la mirada del afuera para ser nosotros mismos, sin cánones de belleza impuestos.
–¿Extrañás a la Argentina?
–Siempre.
–Si pudieras hablarle a la Mónica de hace veinte años, ¿qué le dirías?
–Le diría: “Sé vos misma, esa es la que va”. Nunca dejes de darle importancia a tu intuición porque te prometo que la vida se pondrá cada vez mejor.
