El nuevo primer ministro de Francia, François Bayrou, anunció el pasado lunes la composición de su Gobierno, como le encargó el presidente Emmanuel Macron. Se trata de un gabinete continuista respecto al de su malogrado predecesor, Michel Barnier. Desde este lado de los Pirineos lo que más nos llama la atención es el regreso de Manuel Valls. El ex socialista y ex concejal de Barcelona es el nuevo ministro francés de Ultramar.
¿Valls? Pero, ¿no se había retirado? Es el comentario que han hecho muchos al conocer su designación. No, Manuel Valls seguía ahí, esperando. Porque los que le conocen aseguran que el de Barcelona (nació en la Ciudad Condal el 13 de agosto de 1962) es político las 24 horas de día; un adicto a la política; y un ambicioso superviviente.
En España le perdimos la pista en agosto de 2021, cuando anunció su salida del Ayuntamiento de Barcelona, donde era concejal. Aunque prometió quedarse hasta el final, completó poco más de la mitad de la legislatura. Acababa así su sueño de ser alcalde la ciudad que le vio nacer. En este tiempo, algo más de tres años, ha esperado su oportunidad y ha llegado.
«Soy el hijo de un pintor español y de una madre suiza italiana que eligieron Francia por su belleza, por su grandeza, por su dulzura», dijo una vez Valls, que nació en la clínica La Ferroviaria de la calle de Campoamor del barrio barcelonés de Horta. Pero quisieron que su hijo mayor naciera allí. Ese pintor español era el hijo de Magí Valls, un religioso catalanista, fundador del diario El Matí en 1929.
Socialista pragmático y moderado
Por los diferentes orígenes de su familia, Valls habla con fluidez los idiomas francés, castellano, italiano y catalán. En política hablaba el «socialista», en su variante más moderada, hasta que dejó de engañarse y de hacerse pasar por lo que ya no era.
Se afilió al Partido Socialista francés (PS) cuando tenía 17 años y allí estuvo hasta 2017, cuando era evidente que de pragmático había pasado a ser directamente conservador. Porque en su paso por el PS, Valls fue desde el principio pragmático, o sea, centrista.
Manuel Valls quería «reconciliar la izquierda con el pensamiento liberal»
En la entrada de Wikipedia sobre Manuel Valls se lee lo siguiente: «Se situaba en el ‘ala derecha’ del Partido Socialista, aunque se define más bien como ‘blairista’, en particular debido a su insistencia sobre temas como la seguridad, la responsabilidad individual o la ‘denegación de la asistencia’. Desea «reconciliar la izquierda con el pensamiento liberal» y en ese sentido se declara ‘clintoniano'».
Valls, el ambicioso
Efectivamente, Tony Blair y Bill Clinton fueron referentes para el Valls socialista, aunque él siempre ha preferido mencionar a otros, como Michel Rocard, Willy Brandt, Olof Palme, George Clemenceau, Simone Veil, François Mitterrand y, de aquí, a Felipe González.
Tras ocupar diferentes cargos en administraciones municipales y regionales, el primer ministro Lionel Jospin le dio su primera gran oportunidad al hacerle su consejero de comunicación en 1997. Más tarde fue alcalde de Évry (2001-2008) y en 2002 diputado en la Asamblea Nacional de Francia, siendo reelegido en 2007.
En junio de 2009, anunció su intención de disputar las primarias del Partido Socialista para ser el candidato en las elecciones presidenciales de 2012. Aquello no tomó forma, pero tras los comicios, Francois Hollande, como nuevo presidente de la República, nombró un Ejecutivo en el que Valls ocupó la cartera de Interior.
El primer ministro de Hollande
La carrera del barcelonés alcanzó su cúspide en marzo de 2014. Hollande le escogió como primer ministro. En dos mandatos diferentes, fue primer ministro hasta diciembre de 2016. Ambicioso, recuperó la idea de postularse a la presidencia de Francia y para ello anunció su dimisión como jefe del Gobierno.
Una vez más midió mal sus fuerzas y sus apoyos. Ni siquiera logró superar las primarias de su partido, derrotado por Benoit Hamon. En ese punto, rompió los moldes al negarse a respaldar al ganador. Traicionó a su familia política y apoyó a Macron.
Para la opinión pública era evidente que Valls ya no era un socialista moderado, sino acaso un centrista conservador. Acabado el sueño del Elíseo, en junio de 2017, Valls anunció el fin de su militancia en el Partido Socialista, tras 37 años.
Barcelona, la última ambición
El batacazo y la ruptura con su partido de toda la vida le llevó a buscar oxígeno en otros ámbitos. Ahí recordó que Barcelona era la ciudad en la que había nacido y fue así que intentó alcanzar la alcaldía. Fue en 2018 y fracasó: obtuvo seis concejales, solo uno más de los que tenía Ciudadanos. «Muy, muy lejos de nuestras expectativas», dijo Valls. Esa frase resume bastante bien su historia política: ambición desmedida y expectativas optimistas.
Manuel Valls es un poco kamikaze… no teme el riesgo»
Luego, entre independistas e izquierdistas, escogió a estos últimos. Con sus votos ayudó a que Ada Colau fuera alcaldesa. En 2021, ya se ha dicho, dejó el consistorio barcelonés.
El kamikaze recuperado
Regreso a París, pero ya no en la primera línea. Se le veía con frecuencia como tertuliano televisivo. ¿Acabado? Ya se ve que no. Es un animal político. Y aunque en los diez años que han transcurrido desde que fue elegido primer ministro la política francesa ha cambiado drásticamente, Valls sigue.
¿Cómo es posible que todo cambie pero Valls, el político, continúe? Tal vez porque «es un poco kamikaze… no teme el riesgo», como ha dicho el primer ministro Bayrou, que lo ha rescatado para su gabinete. Otra cosa es lo que pueda durar Valls, no por él, ni siquiera por Bayrou, sino por la fragilidad que hoy muestra la Quinta República.