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Lejos de Palermo: 7 restaurantes para comer bien y estacionar (casi) en la puerta

Publicado: noviembre 8, 2025, 5:00 am

Un buen restaurante tiene cada vez más componentes. La comida, claro, pero también el ambiente, el servicio, la iluminación, el ritmo con que llegan los platos y, por qué no, el momento del día. A ese combo se suma algo menos glamoroso pero igual de decisivo: poder llegar sin estrés. Porque no hay salida perfecta si el GPS nos manda en círculos o si damos veinte vueltas buscando dónde dejar el auto. A continuación, siete opciones donde el disfrute empieza antes de sentarse a la mesa: buena cocina, lindos entornos y la posibilidad de estacionar muy cerca o en la misma puerta.

1. Comedor GEVP

Bodegón clásico y vino de autor

Ambiente calmo y platos de bodegón ejecutados con maestría, la promesa de Comedor GEVP

Hace varios años que Comedor GEVP encontró su lugar lejos de los polos gastronómicos más transitados. Pegado al histórico club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, el restaurante combina espíritu de bodegón, buena cocina y una cava que sorprendería incluso en un restaurante del centro. Los vecinos lo saben: es uno de esos lugares donde se come abundante, se brinda bien y -detalle no menor- se puede estacionar sin dar vueltas.

La carta es amplia y clásica, con platos típicos de bodegón hechos con dedicación casera. Las milanesas son la estrella: de carne o pollo, solas o con combinaciones que incluyen napolitana, cuatro quesos, americana o fugazzetta. Generosas, doradas y pensadas para compartir, resumen el espíritu del lugar. También hay pastas caseras que salen humeantes, guisos, tortilla de papas, carnes y un apartado especial de postres tradicionales.

¿En busca de una buena tortilla de papas? Es uno de los grandes aciertos de Comedor GEVP

El restaurante se siente parte del barrio, con muchas mesas largas, grupos de amigos, familias y deportistas que llegan después de entrenar en el club de al lado. “Villa del Parque es un barrio muy tradicional y familiar, y nuestra ubicación junto al GEVP nos hace estar muy arraigados a sus costumbres”, cuentan sus responsables. Ese sentido de pertenencia se nota en la calidez del servicio y en la convivencia entre público diverso, desde socios del club y vecinos de toda la vida a amantes del buen vino. Es que su cava con más de 125 etiquetas es cosa seria. Una carta de vinos que invita a quedarse, descubrir y brindar, como en los buenos bodegones de antes, pero con la curaduría de un restaurante contemporáneo.

Tinogasta 3455, Villa del Parque. Instagram: @comedorgevp.

2. Áncora

Inaugurando un nuevo barrio

Áncora es pionero en un barrio en pleno avance: Puerto Retiro

En una zona que todavía se está escribiendo en el mapa porteño, Áncora es de los primeros en apostar por el nuevo Puerto Retiro. Su nombre (que en italiano significa “ancla”) no es casual: busca representar un punto de calma en medio del movimiento de la ciudad. El restaurante forma parte del Grupo Aldo’s y nace de una alianza con Almarena y Meliá. “Creemos profundamente en el potencial de Puerto Retiro. Es un barrio nuevo, con identidad en formación, y ser pioneros en ese crecimiento nos motiva”, explica Aldo Graziani, sommelier y socio.

El salón, ubicado en el pasaje Pedro Zanni, combina líneas clásicas, luz natural y calidez. El ambiente tiene algo de los restaurantes porteños de siempre -manteles blancos, madera noble, cierto aire portuario-, pero con el confort y la sobriedad de una apertura contemporánea. La cocina rescata la tradición rioplatense en clave moderna, con platos abundantes, cálidos y de sabor reconocible. Desde las medialunas y el yogur casero del desayuno hasta los pappardelle con estofado o el chivito uruguayo con papas rejilla, todo se elabora en casa, respetando las técnicas clásicas. Entre los favoritos están el ojo de bife con puré duquesa de coliflor, el pescado a la plancha con puré de calabaza y espinacas salteadas y los postres de impronta nostálgica, desde flan con dulce de leche y panqueque de manzana a almendrado con praliné.

La carta rescata la tradición en clave moderna: aquí, los papardelle con estofado

Como no podía ser de otra manera en manos de Graziani, la carta de vinos propone una selección precisa de bodegas independientes y etiquetas de autor, junto con opciones por copa y cócteles clásicos. Abierto desde temprano, el restaurante acompaña desayunos, almuerzos, cenas y aperitivos, tanto para huéspedes como para el público local.

Comodoro Pedro Zanni 351, Puerto Retiro. Instagram: @ancora_ba.

3. Casa de la Villa

Con ritmo propio

En una casona antigua que antes solía abrirse solo para eventos, Casa de la Villa encontró recientemente nueva vida

Convertida en restaurante hace apenas tres años luego de ser un espacio exclusivo de eventos, Casa de la Villa conserva el espíritu de la antigua residencia familiar que la vio nacer. El proyecto de la familia Fernández combina cocina de producto, atención cercana y un ambiente que invita a quedarse. “Queríamos que más gente pudiera disfrutar de este lugar, que refleja el espíritu de Devoto: un barrio con ritmo propio, donde el tiempo parece ir más despacio”, cuentan sus dueños.

La propuesta se apoya en tres pilares: buena cocina, coctelería y hospitalidad. El equipo busca que cada visita sea una experiencia sin rigideces, con platos que conjugan técnica, sabor y generosidad. Entre los preferidos del público se destacan las carnes a las brasas, el ojo de bife con croute de pistachos, los chipirones salteados con emulsión de berenjenas asadas y, en el final dulce, el macaron glasé de pistachos, el húmedo de chocolate y el flan de 12 huevos, que ya es un clásico.

Las carnes son un destacado en la carta, así como la coctelería

El entorno hace su parte, con un salón principal que conserva detalles de época, iluminación cálida y un jardín que aporta un respiro verde ideal para tardes y noches templadas. Esta zona de Devoto ofrece además una ventaja cada vez más valorada: la posibilidad de llegar sin apuro y encontrar dónde estacionar.

Gualeguaychú 4104, Devoto. Instagram: @casadelavillaarg.

4. Punto Mona

Pionero en Chacarita

La barra de Punto Mona siempre convoca, aunque por afuera el local es pura paz

Ubicado en una calle tranquila de Chacarita, Punto Mona es más que el bar de una referente de la coctelería. Es una experiencia completa donde la cocina, el diseño y la hospitalidad confluyen en una antigua fábrica reciclada por el arquitecto Ricardo Gilardi. Adentro, la escena tiene algo de teatro (no casualmente fue concebida junto al escenógrafo Gonzalo Córdoba): un deck rodeado de plantas, livings, mesas altas y una barra que se convierte en punto de encuentro.

Mona eligió instalarse en Chacarita por su misticismo y su ritmo propio: “Buscaba un barrio donde la gente todavía se sentara en la vereda, sin la saturación de edificios ni la sobreoferta gastronómica. Fui una de las primeras en apostar por esta zona, y con el tiempo la vida me dio la razón”, cuenta. Además, destaca la accesibilidad del lugar, conectado con Palermo, Zona Norte, Recoleta y Belgrano, lo que lo vuelve ideal para quienes llegan en auto o taxi sin sufrir el caos de tránsito.

Uno de los highlights de la noche es ver a la propia Mona preparando tragos

La carta acompaña el espíritu del lugar: sabores intensos, estacionales y para compartir. Entre los recomendados están las empanadas de langostinos, el halloumi asado con hinojo y naranja quemada o la hamburguesa de hongos con mermelada de tomate. Pero el sello está, como era de esperar, en la barra: más de 20 cócteles de autor que reversionan clásicos y exploran nuevas combinaciones. La escena se cierra con música en vinilo, luz cálida y detalles cuidados.

Fraga 93, Chacarita. Instagram: @puntomona.bar.

5. Mambo

Cocina joven en clave de barrio

Santiago Pérez es el chef detrás de Mambo, una de las aperturas más nuevas de la ciudad

De las aperturas más comentadas del último año, Mambo se impuso rápido entre los nuevos favoritos de la ciudad. Instalado en una calle no tan transitada de Villa Crespo, combina el pulso joven de sus dueños con una cocina directa y bien ejecutada.Mambo nace del deseo de emprender en nuestro primer proyecto gastronómico juntos. Calvin [Daniele] y yo nos conocimos trabajando hace seis años y compartimos cocinas en distintos países antes de abrir este lugar”, cuenta Santiago Pérez, socio.

El espacio ocupa un antiguo galpón reciclado, de techos altos y estética industrial, donde la cocina a la vista marca el ritmo. Hay mesas para grupos, una imperial frente a los fuegos y una barra que invita a quedarse después de comer. La elección de Villa Crespo no fue casual: “Buscábamos zonas menos explotadas en lo gastronómico, sin un barrio en mente, y un día entramos al local actual y sentimos que tenía algo especial”, recuerda Pérez. La decisión terminó siendo estratégica. A diferencia de Palermo o Colegiales, las calles amplias de esta parte del barrio permiten llegar y estacionar sin complicaciones, algo que los habitués agradecen.

Los profiteroles con paté, manteca de limón caramelizado y mermelada son uno de los platos más elogiados del menú

En la carta resaltan el pollo de campo con arroz crocante y el tartar de pesca con chips, dos platos que ya se volvieron sello de la casa, aunque el profiterol con paté, manteca de limón caramelizado y mermelada también se roba elogios. La propuesta cambia según temporada, pero mantiene una impronta común: sabor, textura y técnica en equilibrio. Y Mambo es, además, un espacio flexible. “Tenemos un público de edades muy variadas. Pensamos el restaurante como un lugar donde se puede venir a tener una cita o encontrarse con amigos”, describe su creador. Todos pueden llegar fácil gracias a una ubicación que todavía conserva la calma de barrio.

Malabia 820, Villa Crespo. Instagram: @mambo.restoran.

6. Madre Rojas

Una cátedra de carne y vino

Alejados de los polos gastronómicos, varios restaurantes priorizan la tranquilidad. Es el caso de Madre Rojas.

Entre los elogios que más se repiten sobre Madre Rojas, hay uno que sorprende por su simpleza: se puede estacionar en la puerta o a pocos metros. En una ciudad donde eso ya cuenta como privilegio, este detalle se suma a una propuesta que combina conocimiento, producto y calidez.

Detrás del proyecto está Juan Ignacio Barcos, productor ganadero, sommelier y chef especializado en carnes, que creó el lugar para contar la carne argentina desde su origen, con nombre y apellido de cada productor. “Muchos nos preguntan por qué elegimos esta zona. La verdad es que fue una decisión estratégica: en su momento, alquilar en Villa Crespo era más accesible que en Chacarita, Colegiales o Palermo. Y si lográs que la gente se desplace hasta un barrio más tranquilo y venga igual, ya tenés una ecuación ganadora”, relata.

Aquí la carne es reina y señora, con especial énfasis en el bienestar animal y en la trazabilidad

El salón, de estética bistró, combina mesas de madera, sillas clásicas y una barra de vinos generosa. La carta fue pensada como un recorrido por los distintos terroirs argentinos, con carnes provenientes de productores que respetan el bienestar animal y la biodiversidad. Aquí cada corte llega con información sobre su origen, su alimentación y su zona, reforzando el concepto de trazabilidad y respeto por el producto. Entre los favoritos, el ojo de bife, el asado del centro y la entraña, que se pueden acompañar con papas fritas en grasa wagyu o coles de Bruselas con salsa holandesa y pangrattato. Las entradas mantienen la misma línea de autenticidad: empanadas, croquetas de cecina, chistorra wagyu o stracciatella de temporada, además del emblemático pincho de wagyu con salsa demiyaki, yema cruda y ponzu casera. Sólido en concepto y ejecución, Madre Rojas demuestra que la buena carne también puede contarse con sensibilidad y criterio.

Rojas 1600, Villa Crespo. Instagram: @madrerojas.

7. Marta

Alta cocina y alma de taller artístico

Una antigua casa de Colegiales es donde sucede la magia de Marta.

En una casona antigua de Colegiales, en Marta se fusionan el arte y la gastronomía. Aquí hay platos concebidos como obras, un entorno que respira historia y una estética que combina textura y memoria. “Marta es un espacio de creación constante”, dice su creadora, la chef y artista polaca Marta Wajda, y en esa frase se resume el espíritu del restaurante: un taller vivo, cambiante, donde el menú funciona como un manifiesto estacional.

La casa (que perteneció a la familia Prada) conserva sus pisos originales y suma mosaicos, fotografías y piezas creadas por la propia Wajda y sus familiares. En el interior, tonos crema y azul, maderas cálidas y apenas 22 cubiertos refuerzan la idea de intimidad; en la terraza, un huerto y una mesa para 10 completan la idea de refugio. La experiencia puede disfrutarse a la carta o con un menú degustación de seis pasos (con reserva previa), que cambia con las estaciones y propone un recorrido por ingredientes locales tratados con una mirada artística y contemporánea.

La chef Marta Wajda, a medio camino entre la gastronomía y el arte, detallista en cada plato.

La carta de primavera-verano incluye creaciones como “Océano” (ostras con granizado de rosa, kiwi y mimolette con albahaca), “Río” (trucha patagónica ahumada con remolacha fermentada y eneldo), “Kebap de entraña” con yogur de menta y azafrán, o “Ikebana”, donde el pato o el pollo orgánico se acompañan con ciruela, raíz de loto y shiitake. Los postres son pequeñas escenas en sí mismos que entrelazan aromas, texturas y color con la delicadeza de una instalación.

Y más allá de su cocina, Marta se distingue por su clima: silencioso, contemplativo, ajeno al ruido de los polos gastronómicos cercanos. Estacionar en la zona suele ser sencillo, un detalle que hace más fácil entregarse a la experiencia sin distracciones.

Virrey Avilés 3488, Colegiales. Instagram: @marta.restaurante.

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