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La “torre fantasma”: un edificio de casi 120 años, duendes maléficos, una tragedia y un premio en arquitectura

Publicado: septiembre 30, 2025, 6:00 am

Conocida popularmente como “La torre fantasma”, el edificio ubicado en la intersección de las calles Wenceslao Villafañe, Benito Pérez Galdós y Almirante Brown, en La Boca, esconde una historia que todavía aterroriza a los vecinos y también a los desprevenidos que pasan por esa triple esquina.

Hasta el día de hoy, algunos vecinos y personas que pasan por allí aseguran que se escuchan gritos y risas maléficas desde su interior

Dicen que se oyen gritos aterradores y risitas diabólicas. Pero eso es parte de un mito con pocas certezas. Lo cierto es que el castillo, que se convirtió en un ícono de la zona, fue construido a principios del siglo XX, en una época en la que La Boca florecía como barrio obrero, artístico y portuario, y donde se mezclaban múltiples corrientes europeas traídas por miles de inmigrantes. Durante muchos años la torre sirvió como vivienda y taller de artistas, pero hoy está deshabitada.

Se trata de una construcción triangular con planta baja y dos plantas rematadas en una torre con almenas, único sector del edificio que tiene un tercer piso

Doña María Luisa, la estanciera

Aquellos eran tiempos de bonanza para la gran puerta de entrada a nuestro país, donde se instalaron gran cantidad de astilleros y constructores navales. Una de las vecinas más distinguidas era María Luisa Aubert Arnaud, una rica estanciera de Rauch, provincia de Buenos Aires, quien decidió hacer una inversión en un edificio de rentas y convocó al arquitecto español Guillermo Álvarez. El profesional le propuso un proyecto de un estilo novedoso en ese entonces en Buenos Aires: el modernismo catalán.

Ubicado en Wenceslao Villafañe 361, fue un edificio de vanguardia con características del modernismo catalán, que comenzó a proliferar en el Río de la Plata durante los primeros años del 1900

Se trata de una construcción triangular con planta baja y dos plantas rematadas en una torre con almenas, único sector del edificio que tiene un tercer piso. La parte superior de la torre tiene un tanque de provisión de agua, posiblemente el primero de ese tipo que se instaló en el barrio. Está ornamentado con motivos geométricos de exquisita factura y un remate de barandas muy elaboradas. Tiene también influencias de estilo ecléctico, neogótico y pintoresquista, típico de principios del Buenos Aires del siglo XX. El torreón almenado remite a castillos medievales, con ladrillo visto, muy común en la arquitectura porteña de ese momento, especialmente en barrios como La Boca y Barracas. Tiene ventanas ojivales y detalles ornamentales con elementos góticos. También ostenta volúmenes irregulares y asimétricos propios del pintoresquismo, una corriente que buscaba lo escénico y romántico.

Entre las plantas que trajo María Luisa para embellecer los balcones con barandas de hierro forjado, había una exótica especie de hongos comestibles y alucinógenos donde, dicen, suelen habitar duendes

Se terminó de construir en 1908, y en 1910 obtuvo el primer premio de arquitectura otorgado por la ciudad. Una placa reza: “Edificio protegido. Torre del Fantasma. Edificio Aubert Arnaud. 1910. Arq. Guillermo Álvarez”. Cabe destacar que el arquitecto puso su sello en otros edificios de la ciudad, entre ellos el de Avenida Belgrano 1755 y 1934, la vivienda colectiva Hotel Delicias de Solís 1461, el Colegio Nacional Sarmiento en Libertad 1255, y distintos edificios sobre las calles Salta, México, Carlos Calvo, Moreno, Alsina, Avenida Rivadavia, Chile y Entre Ríos.

El misterio de los duendes y un trágico final

Tan hermoso quedó el edificio, que su dueña postergó la idea de alquilarlo y decidió mudarse allí. Pero lo disfrutó menos de un año, porque los extraños hechos que se sucedieron hicieron que huyera despavorida para volver a sus campos de Rauch. Y se escondió por un largo período.

La esquina de Wenceslao Villafañe y Brown, a pocos metros de los atractivos turísticos de La Boca

Cuenta la leyenda que María Luisa lo decoró a su gusto y para eso se hizo traer muebles, objetos y también plantas de su tierra natal, para embellecer los balcones con barandas de hierro forjado. Eran muchas y entre ellas había una exótica especie de hongos comestibles y alucinógenos donde, dicen, suelen habitar los ‘follet’, duendes que pueden resultar traviesos y, si sienten que los molestan, a veces se vuelven maléficos. Pronto empezaron a escucharse extraños ruidos que fueron expulsando a sus empleados uno a uno; renunciaban sin motivo alguno y se iban rápido, sin dar explicaciones. Finalmente, la propia María Luisa decidió abandonar la casa una noche cualquiera, casi sin planearlo.

Su dueña lo habitó apenas un año y, cuando huyó al campo, el edificio pasó a ser rentado por varios artistas

Así, el edificio terminó cumpliendo el propósito para el que fue construido: ser una casa de renta. Lo alquilaron varios artistas de la zona y una de ellas, Clementina Etchepare, tuvo un trágico final. Dicen que, acosada por los duendes que no la dejaban dormir ni trabajar, se tiró al vacío desde lo más alto de la torre. Otros arriesgan que los duendes fueron quienes la empujaron.

El torreón almenado remite a castillos medievales, con ladrillo visto, ventanas ojivales y detalles ornamentales con elementos góticos

Con el tiempo encontraron pinturas de Clementina en las que, claramente, se veían duendes a su alrededor. Sin embargo, muchos creen que todo es parte de un mito. La que descubrió todo fue una periodista (de nombre Eleonora), que no vio a los duendes pero sí los distinguió en las fotografías que ella misma había tomado para una nota que le hizo a Clementina.

Al tiempo, la periodista se contactó con María Luisa Aubert Arnaud para consultarle sobre los duendes. Grande fue su sorpresa cuando la mujer le confesó que creía en la historia de los duendes catalanes que duermen en hongos como los que había usado para decorar los balcones del edificio. La estanciera contó también que al principio esos duendes habían sido muy amables con ella, pero un día enloquecieron y se volvieron muy malos. Hasta ese momento, nunca se había atrevido a revelar el secreto por temor a que la tomaran como a una loca.

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