Publicado: abril 10, 2025, 6:00 am
Fueron los príncipes de Estados Unidos de América. Enigmáticos, espléndidos, influyentes… La relación entre John F. Kennedy Jr. y Carolyn Bessette resultó ser la historia de amor más famosa de la década del 90 y su breve matrimonio –duró treinta y cuatro meses– llenó de ilusión a todos los que imaginaban una reencarnación de la pareja más emblemática de su historia, la de JFK y Jackie Kennedy, un legado tan mitológico como imposible. Pero el sueño dinástico de un país entero terminó trágicamente el 16 de julio de 1999, cuando la avioneta Piper Saratoga –piloteada por el propio John John– en la que viajaban junto a Lauren Bessette, hermana de Carolyn, desapareció en la costa de Massachusetts. Después, el apellido Kennedy multiplicó hasta nuestros días el impacto de ese accidente mortal: a casi veintiséis años de aquella trágica noche, el guionista, director y productor Ryan Murphy avanza en el proyecto de llevar a la pantalla el inolvidable romance de John John y Carolyn, como la primera parte de una nueva serie, American Love Story, y trae al presente a la power couple que estaba en el pico de su celebridad cuando la muerte la convirtió en símbolo.
PRÍNCIPES SIN REINO
Carolyn Bessette conoció al hijo de JFK y Jackie en 1992, cuando ella trabajaba para Calvin Klein y él coqueteaba con la política. Venían de mundos completamente distintos. Aunque se había recibido de abogado y llegó a ser auxiliar de distrito en Nueva York, en 1995 John decidió seguir su verdadera vocación, el periodismo, y se convirtió en editor de su propia revista: George (una publicación que mostraba el lado glamoroso de la política). Buenmozo, riquísimo, famoso, durante esa etapa, el príncipe había alcanzado status de soltero de oro. Se lo vinculó con Brooke Shields, Madonna, Sarah Jessica Parker e incluso Diana de Gales…
A diferencia de John John, Carolyn había crecido lejos de las cámaras y el escrutinio de los medios. Hija de una profesora y un ingeniero, tuvo una vida acomodada y, como siempre se destacó por su belleza, intentó hacer carrera como modelo. Más tarde comenzó a trabajar de vendedora en una tienda de Calvin Klein ubicada en Chestnut Hill de Newton, Massachusetts y, con el tiempo, ascendió hasta ser la directora de publicidad de la firma en Manhattan, asesorando a clientes de alto perfil. Así se cruzó con Kennedy Junior (era John John para la prensa, pero no para la familia), aunque el romance debió esperar hasta 1994, cuando él terminó su relación con la actriz Daryl Hannah.
Fue un noviazgo relámpago: se comprometieron en 1995 y se casaron al año siguiente, en una boda secreta. El vestido de novia lo diseñó el entonces desconocido Narciso Rodríguez.
¿Qué fue lo que enamoró a John John? Según lo que afirmaban los medios norteamericanos en aquel momento, la actitud indiferente de Bessette, quien nunca le devolvía los llamados. “Carolyn, a diferencia de las otras mujeres con las que él había estado, se enfrentaría y lo confrontaría, y creo que él hasta cierto punto lo necesitaba”, afirmó el historiador Steven M. Gillon, biógrafo de Kennedy Jr.
SIEMPRE EN FOCO
En los años que siguieron a la boda, el interés de los medios por la pareja it de Nueva York se intensificó –al punto de que los paparazzi llegaron a acampar en la puerta de su loft, en Tribeca– y, según se supo, para ellos se tornó difícil de manejar. Carolyn nunca disfrutó de la fama, no brindó ni un solo reportaje después de casada y no tenía interés en ser parte de la socialité neoyorquina. El asedio fue tan grande que ella optó por alejarse de los eventos públicos, lo que originó una catarata de rumores acerca de supuestas crisis en el matrimonio.
En el momento en que la muerte se los llevó por delante, John John y Carolyn iban a la boda de Rory Kennedy, prima de él e hija de Robert F. Kennedy (los acompañaba Lauren Bessette, a quien dejarían en Martha’s Vineyard, que les quedaba de paso). Emprendieron vuelo desde Nueva York a Massachusetts una noche con poca visibilidad y sin el instructor de Kennedy. John John se registró en la torre de control de Martha’s Vineyard, pero el avión nunca llegó a destino. Poco después se confirmó lo peor: Kennedy (que no tenía aún capacitación para vuelos nocturnos) habría perdido la horizontal y el avión se estrelló. Ninguno de los pasajeros sobrevivió al impacto. Menos de una semana después, los buzos de la Marina estadounidense recuperaron los cuerpos. Antes habían encontrado el equipaje y restos del fuselaje de la nave.
En medio del shock y el dolor, fueron despedidos con un funeral privado que tuvo lugar el 23 de ese mismo mes, a bordo de un barco de la Armada norteamericana (el crucero USS Briscoe). Las cenizas de los tres se arrojaron al mar junto a tres banderas norteamericanas y tres coronas de flores rojas, amarrillas y blancas, a veinticinco kilómetros de la costa, cerca de la isla de Martha’s Vineyard. Así, la familia Kennedy cumplía con un pedido del hijo del ex presidente, quien deseaba que, al morir, sus cenizas se esparcieran en el mar. En el sepelio sólo estuvieron presentes familiares y amigos íntimos. Por parte de John, su hermana Caroline con su marido Edwin, su tío, el senador Ted Kennedy, y sus primos, Maria Shriver, Edward Kennedy y William Kennedy Smith. Por los Bessette, la madre de Carolyn y Lauren, Ann Freeman, acompañada de su segundo marido, Richard Freeman, y la hermana melliza de Lauren, Lisa Ann. Mientras tanto, millones de personas en todo el mundo seguían cada detalle de la despedida por televisión, cientos de admiradores de los Kennedy se alinearon en la costa para honrar a las víctimas y en Tribeca, su barrio en Manhattan, frente al loft donde vivían, miles de hombres y mujeres dejaban flores y velas con lágrimas en los ojos. John John tenía 38 años, Carolyn 33 y Lauren, 34.
Al filo del siglo XX, Estados Unidos perdía a la última pareja de príncipes de una nación sin reyes.