Publicado: noviembre 19, 2025, 5:00 am
“Los cuchillos son pedidos individuales y los hacemos uno por uno”, explica Pedro Pereyra da Silva, dueño de la cuchillería artesanal KDS ubicada en Tupungato, Mendoza, una rara avis en esta zona del Valle de Uco sembrada de viñedos a los pies de la Cordillera de los Andes. Pedro es la segunda generación de un linaje de cuchilleros que inició su padre, el virtuoso artesano Juan Carlos Pereyra Da Silva, dedicados a esta milenaria herramienta toda hecha a mano.

Pereyra Da Silva (hijo) recibe en persona en la pequeña fábrica ubicada sobre la ruta 88, en el barrio La Arboleda, en pleno Valle de Uco. Enseguida aparecen los cuchillos exhibidos debajo de un vidrio, junto a sus vainas de cuero. Con precios que van de 40 mil pesos (los convencionales), hasta 1.500 dólares (algunas piezas realizadas en acero damasco), hay modelos criollos, los clásicos Bowie (de caza, con hojas largas), un modelo “puñal” y juegos completos de cuchillos de mesa. “También hacemos cuchillos de fajina para el ejército desde el 99, son para la dotación de tropa de montaña”, agrega Pedro.


Varios de los restaurantes de alta gama de las bodegas vecinas, como Salentein, Chandon, Zuccardi, Andeluna y Vigil, tienen sus cuchillos de mesa; también se los encargaron algunos de los más nuevos, como Centauro y Ruda Cocina. Todos dan fe de su calidad excepcional y se los recomiendan unos a otros.
La clientela del mundo gastronómico tuvo un claro promotor: Francis Mallmann. Siempre pionero y agitador, el chef -que tiene un fuerte vínculo con Mendoza- se acercó personalmente a la fábrica de Tupungato para conocer a la familia, sus piezas y el modo de producción artesanal. “Francis nos encargó los cuchillos para la cumbre presidencial del G20 que se hizo en Mar del Plata en 2005 y, desde ese momento, estuvimos presentes en todas las cumbres”, relata Pereyra Da Silva. Además, el cocinero incorporó los cuchillos a todos sus restaurantes.

La lista de personalidades que adquirieron los productos de KDS es interminable, pero el dueño es muy discreto y prefiere no dar nombres: “los tienen varios cantantes, actores y políticos de todo tipo, pero no nos gusta contar esas cosas”, explica con humildad. Lo que sí cuenta es que llegaron a manos de líderes mundiales como los papas Juan Pablo II y Francisco, la monarquía inglesa y Máxima de Holanda. Además, al ser los cuchillos un clásico regalo institucional, se los encargaron para todos los presidentes argentinos desde la vuelta de la democracia, “desde Alfonsín hasta el actual”. Para Javier Milei le pidieron un cuchillo criollo con su nombre grabado sobre el acero y la imagen de un león.

Pedro explica que no hacen distinciones, por más encumbrado que sea el destinatario. “Lo hacemos de la misma manera y le cobramos lo mismo a cualquier persona que nos pide un cuchillo”, aclara.
Una empresa familiar y un destino que nadie imaginó
Eso de que las crisis son oportunidades aplica bien al origen del emprendimiento de los Pereyra Da Silva. Lejos de ser algo planificado, surgió a partir de un momento de incertidumbre y deudas impagables. “Nosotros éramos agricultores y, tras ocho años de piedra y granizo, tuvimos que cambiar drásticamente de actividad”, recuerda Pedro.

“A mi viejo le gustaba la cacería, pero no tenía la posibilidad económica de comprarse sus cuchillos, entonces se los empezó a fabricar él mismo”, cuenta. El boca en boca hizo lo suyo y empezó a circular que había un señor en un pueblito del Valle de Uco que hacía unos cuchillos de gran calidad. Y así empezó un negocio que se mantiene fiel a sus inicios.
“Después nos fuimos profesionalizando, empezamos a viajar y aprender todo sobre este oficio”, relata. Pedro y su hermano son técnicos mecánicos, lo que explica que ellos mismos crearon sus propias máquinas, aunque debieron importar varias herramientas y otras máquinas que acá no existían.

En el taller trabajan unos cuatro empleados. Uno de ellos, José, está hace 30 años. Y el de menor antigüedad, está hace quince. Se los puede ver en acción, puliendo y trabajando el acero con precisión quirúrgica. “Lleva muchísima mano de obra; para poder hacer un cuchillo una persona necesita mínimo seis meses de entrenamiento”, explica.

Cada pieza es única y se diseña especialmente a pedido. Excepto la madera, que suele ser local, importan gran parte de los materiales. El acero, por ejemplo, viene de España. Para los cabos usan desde rodocrosita, oro, plata, astas de ciervo y marfil hasta un excéntrico fósil de mamut de Siberia.

Datos útiles
Carril Zapata S/N, La Arboleda, Tupungato, Mendoza.
La fábrica recibe visitas (sin reserva) de lunes a viernes de 8 a 12.30 y de 15 a 19; sábados y domingos, de 3 a 12.30 y de 17 a 19.
