Publicado: septiembre 4, 2025, 6:00 am
Cuando comencé este trabajo de investigación histórica, creí que iba a ser fácil. Pensé que iba a llegar a un templo, registraría lo que decía la placa fundacional y desde allí, con ese nombre en mi libreta, iba a empezar a tirar del ovillo como hacemos los investigadores, visitando archivos, diarios, bibliotecas y entrevistando gente conocedora. Pensaba que en un par de meses tendría resuelta la investigación.
Pero no fue así. Cuando llegué a la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, la placa fundacional existía, pero el nombre del arquitecto, no. Así comenzó algo mucho más interesante y difícil de lo que imaginaba.
Vamos un poco más atrás: hace exactamente 81 años, Pauline Alibert de Wollmann, presidente entonces de la Sociedad Anónima Ledesma, tomó la decisión de construir un templo para su comunidad.
Con ese objetivo contrató a los mejores artesanos y especialistas de su tiempo: para el campanario empleó a la familia Bellini, de San Carlos, provincia de Santa Fe. En aquella época era el taller más importante de toda Latinoamérica. Para los vitrales, convocó al célebre catalán Antonio Estruch, que realizaba vitrales para la Casa Rosada, el Teatro Colón y catedrales, y para diseñar el templo convocó a un reconocido arquitecto italiano que se había hecho famoso por sus obras en Mar del Plata.
Pauline Alibert dispuso y asignó los recursos para la construcción de una iglesia en 1944. Sin embargo, nunca llegó a verla terminada. Murió el 27 de junio de 1944. Tiempo después, en 1979, sus descendientes decidieron donar el terreno y el templo al Obispado de Jujuy.
A comienzos de este año, vislumbrando que pronto se cumplirían 80 años de aquella construcción, María Elena “Mimi” Blaquier, bisnieta de Pauline, armó un nuevo equipo para desentrañar aquella historia, que, como los fragmentos de una vasija, el tiempo amenazaba con dispersar y llenar de polvo.
Con el puntapié de Mimi y el apoyo de su hijo Juan Pereyra Iraola, comenzamos a desempolvar una historia que había comenzado cuando el General Martín de Ledesma Valderrama estableció en un fuerte el valle del Río San Francisco, en 1625. Sin embargo, tiempo después, ese fuerte fue incendiado y los planes del General Ledesma se truncaron. El español Antonio de la Tijera decidió restablecer el antiguo fuerte arrasado. Devotísimo de la Virgen del Rosario, puso la empresa bajo esa advocación y construyó una capilla que sería la semilla de la parroquia en cuestión. Ese fue el antecedente de la capilla de Ledesma.
Mar del Plata en Jujuy
Volvamos a nuestros días: primero conseguimos un registro que señalaba que la construcción de la parroquia era obra de un arquitecto belga llamado Alberto Marschall. Sin embargo, la construcción, con su frente de piedra, se parecía demasiado a las del famoso ingeniero italiano Alula Baldassarini, el hombre que marcó un estilo en Mar del Plata. Confirmamos con diversos arquitectos las sospechosas similitudes entre el templo de Ledesma y la obra de Baldassarini en Mar del Plata.
Pero entonces, ¿por qué el italiano no firmó su obra? Luego de leer numerosísimos documentos en la Biblioteca de la Sociedad Central de Arquitectos, comprendimos que Alberto Marschall se había asociado con el italiano Baldassarini y, como éste nunca había querido revalidar su título en el país, se había ganado numerosos problemas y objeciones de parte de la sociedad de profesionales argentinos.
Esas dificultades fueron creciendo cuando el italiano se negó a nacionalizarse argentino, por lo que se vio obligado a recurrir a profesionales habilitados para firmar sus planos. Vale aclarar que Baldassarini, en 1944, cuando arrancó esta obra, tenía 57 años, estaba en un gran momento de su carrera y contaba con un gran prestigio.
Allí entró Marschall en escena, que ya era su socio. No se sabe exactamente cuánta influencia hubo entre ambos proyectistas en el templo jujeño, pero sólo basta con mirar el templo para entender que se trata de una obra “a lo Baldassarini”. Finalmente, además de esa documentación epistolar, también hallamos facturas donde el italiano gestiona el pago por su trabajo realizado en el templo jujeño.
Pero el templo no es la única obra digna de admiración: entre todas las imágenes de la Parroquia hay una muy particular, distinta a las demás. Algunos vecinos de Ledesma la han llamado la Virgen de la zafra, sin embargo, otros la llaman “de la Asunción”. La imagen fue encargada al reconocido escultor Gustavo Lara, originario de Oruro, Bolivia. A pesar de que tiene una aparente confección en madera, se trata de una obra realizada en piedra y muy pesada.
Al alzar la mirada se detecta un tesoro iluminado: el templo cuenta con un patrimonio único que enorgullece a la comunidad de Ledesma: los vitrales. En los laterales se pueden ver magníficas obras de arte con diseños únicos firmados por su autor: Antonio Estruch, nacido en Cataluña, España. En los años 40, las principales iglesias de todo el país solicitaban sus servicios por su calidad. Estruch realizaba vitrales para presidentes, la Casa Rosada, el Teatro Colón, Café Tortoni y numerosas catedrales.
Una escalera conduce al campanario, que cuenta con cuatro campanas. Se sabe que fueron elaboradas en los famosos talleres de la Familia Bellini, en San Carlos, provincia de Santa Fe. Una de las campanas tiene esculpidas esta leyenda: “Donada por Paulette W. De Arrieta, María Luisa W. de Soulignac, y Enriqueta W. de Posadas”. Sus hacedores artesanos, la familia Bellini, estiman que sus campanas tienen una vida útil de 500 años.
Como si esto fuese poco, la parroquia cuenta con otro valioso tesoro: los libros parroquiales conservados desde el año 1919. Se trata de registros de bautismos, casamientos y defunciones. Son 57 volúmenes de 600 páginas cada uno. Estos registros representan la fuente documental más importante en lo que refiere a la investigación histórica local.
A modo de cierre, una pequeña reflexión: el patrimonio no es sólo una edificación material sino más bien una construcción social. Es un proceso más que un producto. Lo que es patrimonio para unas generaciones, puede no serlo para otras. Y aquí reside el desafío: conocer primero y reconocer después, pues nadie quiere ni cuida lo que no conoce. Allí vive nuestra identidad, que es nuestra por herencia -la que hemos recibido y tendremos que entregar- si la hemos valorado y somos capaces de mostrar a los que vienen todo lo que eso significa.
*Juan Pablo Baliña es historiador e investigador argentino. Lidera el @ArchivoVisualArgentino, un proyecto colaborativo para rescatar y revalorizar la memoria visual del país. Entre otros proyectos investigó durante más de 8 años en los archivos el trabajo de la Comisión de Límites con Chile. Tiene más de 10 libros publicados. Está casado con Anita y tiene 4 hijos; Ceferino, Cipriano, Indalecio y Filomena, a quienes les intenta dejar algo de su amor por su tierra argentina.