Publicado: octubre 2, 2025, 6:10 pm
Una nueva expedición científica a bordo del Falkor (Too) debería haber zarpado hace ya cuatro días desde el puerto de Buenos Aires. La expectativa era alta: este martes se aguardaba con entusiasmo la partida del barco del Schmidt Ocean Institute hacia el Atlántico Sur, a la altura de Rawson. Sin embargo, la escena sigue siendo la misma: 25 científicos permanecen varados en la dársena 3 del puerto porteño debido a la falta de una firma administrativa que depende del Ministerio de Defensa.
La misión, bautizada “Ecos de dos Cañones”, constituye la segunda etapa de un ambicioso proyecto internacional en aguas nacionales. La primera, realizada en colaboración con el Conicet, había cautivado a miles de argentinos con el stream en vivo que mostró imágenes inéditas de la vida marina en aguas profundas. Este nuevo capítulo estaba previsto para comenzar el jueves pasado, y en las redes sociales oficiales del proyecto se multiplicaban las historias de la tripulación preparando cada detalle para zarpar. La emoción era inocultable: calibraciones técnicas, pruebas de equipos, registros del día a día a bordo e incluso la celebración de cumpleaños. Todo parecía listo.
Sin embargo, llegada la noche, el panorama cambió. Los organizadores publicaron un comunicado en el que anunciaban que “el inicio de la campaña ha debido ajustarse en sus tiempos y comenzará más adelante de lo previsto. Mientras seguimos avanzando en nuestro trabajo, estaremos compartiendo novedades oportunamente por esta vía”. La noticia generó incertidumbre entre quienes siguen de cerca la expedición.
A diferencia de la primera misión, liderada por investigadores del Conicet, esta vez la dirección recae en el Servicio Hidrográfico Naval, dependiente del Ministerio de Defensa, a cargo de Luis Petri. El equipo lo integran principalmente científicos argentinos, a los que se suman dos artistas: una realizadora visual de Ecuador y otra de Francia, invitadas para documentar la experiencia desde el arte. El resto de la tripulación está conformado por hidrógrafos, geólogos, biólogos, especialistas en atmósfera, expertos en pesca y geógrafos, provenientes en su mayoría del Servicio Hidrográfico Naval, aunque también participan investigadores de la UBA, del Conicet y del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera.
Se trata de una campaña cuya preparación administrativa comenzó hace más de un año y medio en coordinación entre el Gobierno argentino y la institución estadounidense. Según la página oficial de la expedición, en realidad se preveía que el Falkor (too) zarpara el pasado 30 de septiembre y regresara el 29 de octubre. El visto bueno final debía darlo el Ministerio de Defensa, pero aparentemente hubo algún problema en el medio.
Fuentes oficiales confirmaron a LA NACION que “hay algo en el convenio” que frenó la autorización definitiva, aunque aseguraron que no existe ningún desacuerdo de fondo y que hoy mismo se reunirán para resolverlo. Prometieron que el viaje empezará mañana viernes. “Lo que pasó es que algunos de los puntos en donde el barco llegará estaban fuera de la jurisdicción argentina. El Falkor (too) tiene bandera estadounidense y por ley tiene que hacer ciertos trámites que no estaban tipificados. Fue un tema administrativo, pero ya está en curso”, explicaron desde Defensa. Mientras tanto, el barco permanece inmóvil y la tripulación a la espera.
Un relato de dos cañones submarinos
El objetivo central de la expedición es mapear y estudiar dos cañones submarinos en el Atlántico Sur, situados sobre la plataforma continental argentina. Los investigadores buscan comparar cómo las diferentes características geológicas de estas formaciones alteran el movimiento de las masas de agua en la Corriente de Malvinas, una de las más importantes del hemisferio sur por su impacto en la biodiversidad y en la productividad pesquera.
Para ello utilizarán las capacidades tecnológicas del Falkor (Too): sistemas de mapeo de última generación, sensores oceanográficos, el conjunto CTD & Rosette, y el robot submarino ROV SuBastian, capaz de descender miles de metros y transmitir imágenes en tiempo real. Gracias a estos equipos podrán observar con precisión cómo la corriente interactúa con la topografía particular de cada cañón y cómo esa dinámica influye en los ecosistemas.
El interés científico es enorme. Se sospecha que los cañones submarinos desempeñan un papel crucial en la dinámica de la Corriente de Malvinas, especialmente en la región del talud continental que se extiende entre el norte bonaerense y el sur patagónico. Allí, la plataforma —una amplia franja del continente sumergida con pendiente suave— termina de manera abrupta y da paso a una ladera mucho más empinada que conecta con el fondo oceánico. Esa transición es de dimensiones colosales: la profundidad se incrementa bruscamente de unos 200 a casi 4000 metros.
En estas zonas, el ascenso de aguas profundas ricas en nutrientes alimenta masivos florecimientos de fitoplancton, visibles incluso desde el espacio. Estas explosiones de vida microscópica sostienen a invertebrados, peces, aves y mamíferos marinos, y constituyen la base de una de las pesquerías más productivas y valiosas del mundo. Entender cómo influyen los cañones en este proceso es clave para la ciencia, la conservación y la gestión sostenible de los recursos marinos.
Por ahora, la travesía científica debe esperar una firma pendiente. Mientras tanto, los treinta especialistas y artistas que conforman la expedición aguardan en el puerto, entre la impaciencia y la esperanza de que pronto puedan lanzarse al mar a escribir el próximo capítulo de este relato de dos cañones submarinos.