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Implacable: un policial crepuscular sobre un veterano en el arte de matar

Publicado: febrero 20, 2025, 1:06 pm

Implacable (Absolution, Estados Unidos/2024). Dirección: Hans Petter Moland. Guion: Tony Gayton. Fotografía: Philip Remy Ogaard. Música: Kaspar Kaae. Edición: Dino Jonsäter. Elenco: Liam Neeson, Daniel Diemer, Javier Molina, Jimmy Gonzales, Ron Perlman, Brian A. White, William Xifaras, John Duddy, Ryan Caraway, Yolonda Ross. Duración: 112 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 16 años. Distribuidora: Imagem Films Argentina. Nuestra opinión: buena.

El gremio de “los duros” de Hollywood está de capa caída. Schwarzenegger se entretiene fumando habanos, Stallone está irreconocible y Bruce Willis forzosamente retirado. Encima, el recambio nunca llegó: porque los rápidos y furiosos se quedaron sin nafta y Jason Statham -que tenía todos los números para heredero del trono- no sabe si parodiarse a sí mismo o cuidar abejas. En este panorama desolador se asoma Liam Neeson, que llegó tarde al reparto de la acción, pero se ganó muy bien su lugar. Claro que los años no vienen solos y hasta a su impertérrita figura le llegó el turno de dar las hurras.

Implacable -traducción más entusiasta que el original, Absolution– es un policial crepuscular sobre un veterano en el arte de matar, que comienza a ver cómo su trabajo de matón se ve afectado por los primeros síntomas de una enfermedad. Salvando la mucha distancia, el tono es de despedida, como el de Clint Eastwood en Los imperdonables o Gran Torino, dato que confirma lo que sospechábamos desde hace rato: Neeson siempre quiso ser Eastwood, y finalmente lo logró. La transformación está completa.

Thug (Neeson) es un exboxeador devenido en matón por encargo, con experiencia y lealtad de brazo ejecutor de un mafioso. Es lo único que sabe hacer y cada vez le cuesta más, tanto que su recurrente pérdida de memoria lo obliga a llevar una libretita en la que anota información básica para cuando se queda en blanco. Tantos golpes, arriba y abajo del ring, redundaron en una enfermedad neurodegenerativa intratable. El diagnóstico que le augura, como mucho, dos años de lucidez decreciente, lleva a Thug a una última lucha con su mortalidad, intentando dejar las cosas en orden, retomar la relación con su hija, conocer a su nieto; y, por supuesto, lidiar con los avatares de su trabajo y con el hecho de quedar permanentemente en la línea de fuego.

Aunque no lo parezca, en Implacable la melancolía le gana a la violencia. No faltan en la película de Hans Petter Moland un puñado de escenas de acción (algunas más creíbles que otras), pero es en el drama de este hombre gris cuya vida comienza a escurrírsele de las manos, donde está el eje y lo más atractivo de la película. Y para que esto suceda, se necesita a un actor como Liam Neeson, que pueda calzarse la historia al hombro y salir airoso.

Porque, a decir verdad, no hay en el film nada que no se haya visto anteriormente. Si el relato funciona, es gracias a su protagonista, que se puede mantener impertérrito y a pesar de ello, dotar a su personaje de una sensibilidad que conecta directamente al espectador con su drama. Angustia, bronca, dolor, arrepentimiento, todas emociones que atraviesa Thug a lo largo del relato, casi sin decir palabra.

Entre los momentos más inspirados del guion está su relación con una mujer a quien conoce de manera fortuita (Yolonda Ross), pero cuya presencia se entrecruza con la suya, al punto de ser determinante en las acciones que tome. Entre las olvidables, una secuencia onírica que marca la conflictiva y nula relación con su padre, que se repite incomprensiblemente sin aportarle a la trama nada más que tedio.

Como le pasaba al Bill Munny de Eastwood, o incluso al Rocky de Stallone, al personaje de Neeson lo tratan como una antigüedad; como un símbolo de otra época, vintage y prescindible. Sin embargo, él está dispuesto a dar batalla hasta el final. Por lo visto, tanto en la ficción como en la realidad, ya que el actor ha hecho saber su deseo de abandonar los papeles de héroe de acción.

De ser cierto, Implacable quedará como última reverencia a un género que ha quedado huérfano de figuras. Y probablemente también, a la luz de lo poco interesante que se produce actualmente, tan anacrónico como el pobre Thug.

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