Así como ningún sistema electoral es perfecto, no hay reforma electoral completamente inocente. Cualquier modificación de las reglas de juego resultará la mayoría de las veces favorable para algunos y perjudicial para otros. De ahí que sea visto como sano el criterio de que toda reforma de esta clase sea adoptada al menos con dos años de anticipación para evitar suspicacias y que no sea aplicada para los comicios más inminentes, además de ser el fruto de un serio debate legislativo que genere un amplio consenso.
Desde hace algunas semanas, Javier Milei insiste en la necesidad de eliminar las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), ideadas para la selección de candidatos a cargos electivos en cada partido político. Es probable que sobren argumentos para su supresión. Por ejemplo, el alto costo que implica ese operativo electoral adicional y el despropósito que significa movilizar a la ciudadanía para convalidar muchas veces a postulantes que fueron impuestos a dedo y entre cuatro paredes por los líderes de fuerzas políticas. Por caso, el kirchnerismo prácticamente nunca empleó las PASO para dirimir candidaturas a cargos nacionales; tampoco lo hizo hasta ahora La Libertad Avanza en su corta vida, y el resto de los partidos lo hizo solo ocasionalmente. Lo cierto es que el personalismo que impera en la mayoría de las fuerzas políticas argentinas deriva habitualmente en el monopolio de las lapiceras para sus líderes. Y desde el momento en que la mayoría elude la competencia, las primarias abiertas son un gasto innecesario para las arcas del Estado.
Claro que los tiempos elegidos para las reformas conspiran contra la previsibilidad y la transparencia del proceso electoral. Esta discusión se profundizó en las últimas horas, luego de que el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, anunciara que las elecciones de legisladores locales no se realizarían simultáneamente con los comicios nacionales, sino el 6 de julio, al tiempo que propuso suspender las PASO en el distrito. Interpretando que el desdoblamiento electoral apunta a una estrategia del macrismo para despegar la suerte local de la nacional, el mileísmo de la ciudad, motorizado por su referente Pilar Ramírez, declaró que “cambiar las reglas de juego en pleno año electoral no hace más que levantar sospechas de segundas intenciones”. A veces los libertarios parecen enredarse en sus propios mensajes. ¿Acaso Milei no está propiciando la eliminación de las PASO en pleno año electoral? A confesión de parte, relevo de pruebas.
Las contradicciones no son menores en el macrismo. Quienes ahora avalan el desdoblamiento electoral en CABA, opinaban distinto en otras épocas. En 2019, el propio Jorge Macri apoyó en Twitter la decisión de la entonces gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, de no desdoblar las elecciones para “priorizar a los bonaerenses por sobre cualquier especulación electoral”.
Pocas dudas hay de que detrás de los tejes y manejes electorales están la estrategia del oficialismo de absorber los votos de Pro ofreciendo una polarización entre el mileísmo y el kirchnerismo, y los esfuerzos de los dirigentes macristas para sobrevivir a esa embestida.
Milei buscaría poner al macrismo entre la espada y la pared, frente a la opción de ser furgón de cola de una alianza o quedar relegado en las urnas
La más reciente encuesta nacional de Jorge Giacobbe & Asociados le asigna al espacio de La Libertad Avanza una intención de voto del 40% contra el 24% del peronismo K y apenas el 8% de Pro. Proyectando el voto de indecisos (15%), la agrupación de Milei ascendería al 47% frente al 30% del kirchnerismo y el 9% de Pro. La novedad de este relevamiento es la polarización entre dos sectores políticos, que capturarían más del 70% de los votos, y la comprometida situación de Pro.
A mayor euforia oficialista, menores serán las chances de recrear una convergencia electoral entre La Libertad Avanza y Pro. Especialmente, cuando operadores mileístas planean seguir cooptando a dirigentes de las filas macristas.
Pero no hay peor consejero que el éxito. Tal vez por eso el macrismo no se rinde y apuesta a que, derrotada la inflación, la ciudadanía no votará a quien solo le garantice que la inflación no volverá. Su ilusión es que reclamará soluciones a otros problemas, como el desempleo, la inseguridad y la corrupción, al tiempo que la economía exigirá más reformas estructurales, empezando por la tributaria, que no podrán lograrse sin acuerdos políticos con los aliados naturales del Gobierno, ni sin un elevado respeto por la institucionalidad.
Milei buscaría poner al macrismo entre la espada y la pared, frente a la opción de ser furgón de cola de una alianza con La Libertad Avanza o jugársela solo en la contienda electoral, a riesgo de quedar relegado.
Vienen a cuento palabras de George Bernard Shaw: “El hombre razonable se adapta constantemente al mundo. El hombre no razonable persiste en querer adaptar el mundo a sí mismo. Por consiguiente, todo progreso depende del hombre no razonable”.