Publicado: septiembre 8, 2025, 5:14 pm
François Bayrou ha sido otra prueba fallida de Emmanuel Macron. El hasta ahora primer ministro ha durado, como su antecesor Michel Barnier, menos de un año en el cargo y este lunes ha perdido la moción de confianza que era su gran prueba de fuego. De hecho, se ha convertido en otra víctima política en un país sin mayorías y abocado a la incertidumbre, donde el foco está puesto en un presidente al que casi todos los partidos le piden convocatoria electoral. La clave de la caída de Bayrou ha sido la falta de presupuestos, pero el problema es todavía mayor; Francia está en shock.
Macron insistió tras la caída de Barnier en un perfil centrista, casi más orientado hacia la derecha, con tal de no dar hueco a alguien de la esfera de la izquierda, ganadora de las legislativas en 2024. Desde el inicio de su mandato, Bayrou afirmó que reducir el déficit y la deuda públicos era no solo una obligación política, sino también moral. En enero de 2025, su gobierno apeló al artículo 49.3 de la Constitución para aprobar el presupuesto sin votación parlamentaria, enfrentándose a críticas y varias mociones de censura impulsadas por la izquierda. Bayrou también abrió la puerta a renegociar la reforma de las pensiones de 2023, condicionando su permanencia a un acuerdo con los agentes sociales, y prometió repensar las políticas de vivienda. Nada de eso ha cumplido y se ha convertido en un conejillo de indias de Macron, que parece dispuesto a probar las costuras del sistema galo.
En realidad, el presidente ha probado en Matignon -sede del Gobierno francés- a un hombre de su confianza. Bayrou ha mantenido un rol relevante en la política francesa como aliado de Emmanuel Macron, apoyando su candidatura en 2017 y contribuyendo a cimentar la plataforma centrista que llevó al actual presidente al poder. Además, ha ejercido funciones como Alto Comisionado para la Planificación, encargado de diseñar estrategias de largo plazo para el país, lo que refleja su interés constante en las políticas públicas con visión de futuro; un futuro, eso sí, que no ha podido ni siquiera dibujar desde el cargo de primer ministro.
Ya en verano se empezó a prever lo que podía pasar. Bayrou presentó un plan de austeridad para 2026 con recortes de hasta 44.000 millones de euros, incluyendo la supresión de dos días festivos (8 de mayo y Lunes de Pascua), la congelación de pensiones y recortes en inversiones verdes, que generó un fuerte rechazo social y sindical y desembocó en la creación del movimiento Bloqueemos todo, convocado precisamente para esta semana. La cuestión de confianza, de hecho, se fijó para este lunes como paso previo a calmar los ánimos de los ciudadanos.
Daniel Gil, analista en The Political Room especializado en UE, explicó a 20minutos que esto viene de lejos, y que ahora mismo Francia es un país «sin mayorías parlamentarias» para poder avanzar. «En otras circunstancias se hubiera podido llegar a acuerdos entre las fuerzas republicanas, los socialistas, el Partido de la Izquierda y los republicanos, incluso con solo algunas fuerzas dentro de esa coalición de izquierdas que no votan juntos siempre ni tienen la obligación de hacerlo, como ya hemos visto», comentó, pero la división ya es total y muy complicada de corregir, con RN asumiendo la oposición… y dando la carrera hacia las presidenciales de 2027.
«Esta situación de ausencia de mayoría, de parálisis política, se une a que Francia está en una situación financiera muy complicada, tiene un déficit público disparado, supera con creces las reglas de déficit de la Unión Europea», recordó Gil, que recuerda que tal crisis ya se llevó por delante a Michel Barnier como primer ministro hace pocos meses. Pero no hay demasiadas posibilidades que no pasen por los recortes. «Francia no puede ahora mismo financiar su estado de bienestar y los recortes, no son una opción política, es una cuestión necesaria para guardar las puertas del país«, termina.
En resumen, Bayrou ha navegado una etapa turbulenta: desde su nombramiento como figura de consenso, pasando por el manejo de reformas fiscales y sociales controvertidas, hasta enfrentarse a una crisis parlamentaria y social que parece no tener final. Francia inicia, después de Bayrou, una nueva etapa que, en realidad, no deja de ser un capítulo más de un cuento de nunca acabar: el de la profundísima crisis que vive uno de los motores de Europa.