Publicado: septiembre 17, 2025, 6:00 am
Tiene de todo. Grandes zonas rurales, un balneario maravilloso y sierras. Acá está el inicio, o el fin, del Sistema de Tandilia. Y buena parte de su riqueza cultural gira alrededor del cementerio con la obra del arquitecto Francisco Salamone (1897-1959). Es una ciudad con aires de campo que tiene 60.000 habitantes y está ubicada tierra adentro a 300 km de Capital Federal.
Azul es una zona de múltiples facetas, supo forjarse de la mano de los inmigrantes españoles, italianos, franceses y vascos, quienes moldearon un destino de abundancia económica y riqueza cultural. De hecho, en la década del 50, Azul era un foco de cultura y educación en la provincia. Tenía un potencial económico muy grande, con una fuerte impronta agrícola-ganadera. En ese entonces se crearon el Arzobispado, la Escuela Nacional de Bellas Artes y el Palacio de Tribunales. Y había, también, un fuerte desarrollo industrial: la fábrica de cerámicos San Lorenzo, las curtiembres y la industria textil.
En Azul, un ángel de estirpe faraónica custodia la entrada del cementerio municipal. Sostiene una espada entre sus manos, aferrada al pecho, y mira al frente. Detrás, las siglas del descanso eterno (RIP), esculpidas en piedracaliza negra, doblan en tamaño al ángel de hormigón. La obra futurista del arte déco se eleva a más de 20 metros e intimida. Tanto que son muy pocos los que entran al camposanto por su puerta principal. Dicen que es mejor usar la lateral.
Esa escultura que los azuleños llaman “el ángel exterminador” en realidad se llama El Ángel Guardián y fue inaugurado en 1938. Es una de las obras icónicas de Francisco Salamone, que supo dejar su huella en cementerios, mataderos, plazas y municipalidades, con construcciones monumentalistas que irrumpen en la quietud del llano pampeano. El Ángel es un punto clave en la ruta “salamónica”, ese camino surrealista que emprenden los devotos del arquitecto e ingeniero ítalo-argentino que vincula 25 localidades en la provincia de Buenos Aires, como Balcarce, Rauch, Gonzáles Chaves, Epecuén, Carhué, Guaminí, Tres Arroyos, Alberti y Laprida, entre otras.
El matadero municipal es otra de sus obras emblemáticas y data del mismo año. Se halla sobre el camino viejo a Tandil, a un par de kilómetros de la RN 3. Es un edificio que intercala líneas rectas y curvas con una llamativa torre que se eleva en forma de cuchilla; pero acá, donde antes faenaban vacas, ahora funciona un centro de apicultores.
La Plaza San Martín es otra de las obras de Salamone. Su huella se observa en el diseño del piso, con baldosas blancas, negras, y grises zigzagueantes, y líneas rectas y curvas en los bancos y luminarias de hormigón. A su alrededor se erigen la Municipalidad, la Catedral –un templo estilo gótico de 1906–, el Gran Hotel Azul y el palaciego Teatro Español.
Hito cultural neoclásico de la pampa gringa, el teatro fue construido en 1896 con el impulso de la Sociedad Española. Contó con glorias como Tita Merello, Margarita Xirgu, Libertad Lamarque –algunos aseguran que debutó sobre estas tablas– y Carlos Gardel, quien, dicen que dicen, habría cantado en las escalinatas para el público que quedó afuera. En los 40 comenzó a funcionar como cine, inicio de su deterioro, que quedó claro en 1975, cuando tuvieron que cerrarlo. La restauración llevó 25 años y se estima que se gastó aproximadamente un millón de dólares. Hoy, las butacas relucen tapizadas de un rojo vibrante, a tono con el telón. Las molduras, de impecable dorado, enmarcan los palcos y el encofrado, donde resplandecen los delicados vitrales. El piso, los zócalos y el mármol de Carrara que visten la escalera son los originales. El teatro se reinauguró en octubre de 1992 y dos años después se presentó Julio Bocca.