Publicado: mayo 15, 2025, 3:06 am
El próximo domingo, 18 de mayo de 2025, Robert Francis Prevost recibirá en el Vaticano a decenas de mandatarios de todo el mundo, en el acto que dará inicio formal a su pontificado. Para entonces, Prevost no solo será el nuevo Papa de la Iglesia, sino que, a su responsabilidad como pastor religioso, añadirá también un cargo político: el de jefe de Estado de la Santa Sede.
En 1935, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Pierre Laval, se reunió con Stalin en Moscú. El objetivo era alcanzar un acuerdo entre Francia y la Unión Soviética que protegiera a ambos países de la creciente fortaleza militar de la Alemania nazi. Lo curioso es que Laval era, ya por entonces, admirador de Hitler y Mussolini. Y cuando Alemania invadió Francia, Laval se convirtió en aliado de los nazis, formando parte del Gobierno traidor de Vichy. Esos efluvios fascistas le llevaron a ser fusilado cuando terminó la II Guerra Mundial. Pero, antes de eso, en aquella cita moscovita con el líder soviético, Laval pidió a Stalin que fuese más respetuoso con los católicos rusos para, así, facilitar una mejora en sus relaciones con la Santa Sede, a lo que el dictador comunista respondió: «¡Ah, el Papa! ¿Cuántas divisiones tiene el Papa?».
En nuestros días, la Santa Sede apenas cuenta con unos cuantos miembros de la Guardia Suiza Pontificia, que bastante tienen con soportar el peso de sus hermosos ropajes renacentistas en los actos públicos. No siempre fue así. Los Papas dispusieron de ejército regular hasta 1870, cuando Roma cayó en manos del Reino de Italia, para su unificación. Hoy, la influencia del Papa, hasta donde llegue, no depende del poder militar, sino de su capacidad para ser tenido en cuenta como referente moral. Es obvio que esa capacidad es limitada. Pero en el caso de León XIV hay un elemento diferencial.
Robert Prevost es estadounidense. Como consecuencia, por primera vez en la historia habrá dos estadounidenses que serán jefes de Estado al mismo tiempo: León y Trump. Y no está claro que nuestro planeta sea lo suficientemente grande para que el ego inconmensurable de Trump comparta protagonismo con alguien como Prevost, que asume un cargo equivalente al suyo, pero que, además, tiene 1.400 millones de fieles repartidos por el mundo. Trump no puede competir con eso.
El polaco Karol Wojtyla fue elegido Papa en 1978, en plena Guerra Fría, y con su país sometido a los dictados de la URSS. Su pontificado fue determinante para que el régimen comunista de Polonia fuese el primero en caer, antes de que lo hiciesen los de Hungría, Alemania Oriental y el resto.
León XIV puede convertirse en el principal elemento ético de desestabilización para el trumpismo. No pierdan detalle.