En medio de la oscuridad, un momento de luz - Argentina
Registro  /  Login

Otro sitio más de Gerente.com


En medio de la oscuridad, un momento de luz

Publicado: marzo 23, 2025, 6:37 am

Era una mañana de domingo, un día en el que me desperté con una sensación extraña y pesada en el pecho. No podía describir con precisión lo que sentía, pero algo no estaba bien. Tenía la impresión de que el mundo entero se había volcado sobre mí, como si todo estuviera fuera de lugar. Sentí que me ahogaba en un mar de pensamientos oscuros y dolorosos. Todo lo que podía hacer era encontrar excusas para mi tristeza, pero ninguna me ayudaba a encontrar consuelo. Las lágrimas caían de mis ojos sin cesar, como si no pudieran detenerse. Cada vez que intentaba calmarme, todo se volvía más difícil. Estaba atrapada en un ciclo de dolor y soledad, la ausencia de mis hijos me desgarraba por dentro. Estaba lejos de ellos, y la distancia se sentía como una enorme carga que no podía soportar más. Sentí que había llegado a un punto donde ya no podía continuar. La vida, que alguna vez fue tan brillante, ahora parecía tan oscura y distante.

En medio de todo ese caos emocional, una notificación apareció en la pantalla de mi teléfono móvil. Un mensaje de un amigo de hace muchos años, uno con el que había perdido contacto en los últimos tiempos. No suelo revisar los mensajes de Messenger en Facebook, sobre todo porque muchas veces recibo noticias o mensajes que me hacen sentir aún más triste, especialmente aquellos relacionados con la difícil situación en mi país, Afganistán. Pero, de alguna manera, decidí abrir el mensaje de este chico. Había escrito hacía días, pero yo no había tenido la energía ni las ganas para abrirlo. Pensé que no me vendría mal leerlo, tal vez podría distraerme de mis pensamientos oscuros. El mensaje decía: «Hermana, ¿estás bien? Hace días que no te escribo, solo quería saber cómo estás.» Había algo en esas palabras que me hizo abrir el mensaje, y aunque era solo un saludo, me tocó profundamente.

Lo que no esperaba, sin embargo, fue lo que vino después. Samim, mi amigo, me había enviado una foto de su madre, que estaba en la cama, enferma. Él escribió: «Hermana, por favor ayúdame. Mi madre está muy enferma y no tenemos nada para comer. Estamos luchando mucho. Necesitamos ayuda urgente». Ver esa foto me rompió el corazón. No solo porque me doliera ver a su madre enferma, sino también porque sabía lo que este chico estaba atravesando. Samim es un joven muy inteligente y capaz. Lo conocí a través de un programa en Kabul, y desde entonces supe que era un chico brillante, dedicado a sus estudios y a su futuro. Él siempre estaba lleno de energía, con grandes planes para su vida. Era un chico trabajador, dedicado, y siempre luchaba por mejorar su situación. Pero con la caída del gobierno y la toma del poder por parte de los talibanes, todo cambió para él. Ya no podía seguir su educación, sus sueños y aspiraciones se vieron truncados. El futuro que había imaginado para sí mismo se desplomó.

Samim ahora tenía que sobrevivir a base de trabajos duros. Ya no podía ser ese joven lleno de esperanza y sueños de futuro, sino que ahora era un hombre que luchaba por lo más básico: la comida. Tenía que trabajar como conductor en Karachi, pero el dinero que ganaba no era suficiente para cubrir las necesidades de su familia. Cuando me dijo: «Hermana, estoy trabajando en Karachi, pero lo que gano no es suficiente. Mi madre está muy enferma y necesitamos dinero para los medicamentos y la comida», sentí un dolor profundo en mi corazón. Yo sabía que este chico no pedía ayuda a la ligera. Era un joven que siempre había sido independiente y que se había esforzado mucho para llegar a donde estaba. Pero la situación lo había puesto en un lugar donde no podía más, y la única opción era pedir auxilio.

A pesar de estar también en una situación difícil, sentí que no podía quedarme de brazos cruzados. No tenía mucho dinero para ayudarlo, pero algo dentro de mí me decía que debía hacer todo lo posible por darle un poco de alivio. De inmediato tomé mi teléfono y busqué la aplicación para enviar dinero a Afganistán. No era mucho, pero lo poco que podía enviar lo haría con todo mi corazón. Mandé una cantidad pequeña, pero suficiente para ayudar a Samim y a su madre a cubrir algunas necesidades básicas. También, aunque mis palabras no podían hacer mucho, le envié un mensaje lleno de cariño y esperanza: «Samim, aunque no es mucho, espero que este pequeño gesto te ayude. Te mando un abrazo fuerte a ti y a tu madre. Sé que es difícil, pero todo pasará.»

Al enviar el dinero, sentí una mezcla de emociones. Por un lado, estaba feliz de poder hacer algo, aunque fuera pequeño, pero por otro, la tristeza y el dolor seguían presentes. Sin embargo, había algo reconfortante en saber que mi pequeño gesto podía aliviar, aunque solo fuera un poco, la situación de Samim y su familia. En su respuesta, me dijo: «Hermana, no sabes cuánto significa para mí y para mi madre. Gracias por tu apoyo. Aunque es poco, es mucho para nosotros en este momento tan difícil. Nunca olvidaré lo que has hecho por nosotros».

Mientras intercambiábamos mensajes, sentí una extraña sensación de consuelo. Sabía lo difícil que era para él pedir ayuda, pero también sabía que confiaba en mí. Ese momento de confianza, de poder ayudar a alguien en necesidad, me dio una sensación de paz. Aunque la vida era dura, aún existían gestos de bondad y humanidad que podían iluminar la oscuridad. En ese instante me di cuenta de que, a pesar de la distancia y de las dificultades que enfrentábamos, aún teníamos el poder de hacernos sentir más humanos al ayudarnos mutuamente.

Recuerdo que, en medio de mi dolor y mi tristeza, pensar en ayudar a alguien más, aunque fuera de manera modesta, me dio un propósito. Esos pequeños gestos, aunque no cambiaban mi situación, sí me recordaban que siempre había algo que podía hacer por los demás. En la migración, en la lejanía, en la ausencia de mis hijos, lo que más me ayudaba era el poder compartir y dar apoyo, aunque fuera en pequeñas dosis. En este mundo lleno de sufrimiento, cada acto de bondad, por pequeño que fuera, tenía el poder de suavizar el dolor, al menos por un momento.

A veces, en los días más oscuros, cuando la nostalgia y el dolor me superaban, pensaba en lo que podría hacer por otros. No siempre podemos cambiar el mundo o resolver todos los problemas, pero podemos ofrecer algo de luz en medio de la oscuridad. Para Samim, mi ayuda no solucionó todos sus problemas, pero sé que al menos lo hizo sentir que no estaba solo, que había alguien allá afuera que lo apoyaba.

A través de este intercambio, descubrí que, aunque estábamos lejos, aunque mi vida también estaba llena de dificultades, podíamos encontrar consuelo y esperanza en los pequeños gestos de solidaridad. La vida de migrante no es fácil. La lejanía de nuestra tierra, la distancia de nuestras familias, todo eso crea un vacío profundo. Pero al mismo tiempo, hay momentos en los que esos pequeños actos de bondad nos permiten seguir adelante, dándonos fuerzas para continuar a pesar de todo.

Related Articles