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En el amor repetía la misma historia, hasta que un hombre tiró su mundo abajo: “Tropecé con la última misma piedra”

Publicado: diciembre 5, 2025, 5:00 am

Gabriela y Mariano se conocieron en una clase de yoga postural. Ella iba por sus cervicales y él por sus lumbares “muy romántico, ya sé”, desliza ella con una media sonrisa. Las clases solían transformarse en una antesala para ir a tomar un café a la esquina, a veces de a cuatro o cinco, pero en otras ocasiones ellos dos solos.

Ella, divorciada con un hijo, él, casado con tres, de inmediato se hallaron sumergidos en conversaciones apasionadas sobre formas de crianza, las vicisitudes de la vida moderna y varias cuestiones espirituales. Gaby podía percibir su coqueteo sutil, pero desterró cualquier idea romántica, hacía tiempo que se había propuesto llevar a adelante vínculos livianos, sanos, libres de mentiras.

“Toda mi vida tuve relaciones románticas complicadas”, confiesa. “Por supuesto, mi matrimonio fue complicado, el divorcio lo deja en evidencia. Pero antes de casarme tuve parejas difíciles. O, más bien, parejas disparejas. Fueron tres. Los tres eran casados, los tres decían que dejarían todo por mí, y al final, bueno, al final volaba todo por los aires”.

“Así que ahí estaba otra vez”, continúa. “Un hombre casado delante mío, el juego, el fuego, la atracción encubierta. La charla que simula una amistad y me empuja a mi impulso por ayudar. Porque Mariano, igual que los otros, tenía muchos mambos y yo sentía que lo podía sacar de su parálisis”.

Se conocieron en una clase de yoga

La carta peligrosa: “Quería demostrarme que el pasado podía venir a mí, pero que esta vez yo no iba a repetir la historia”

La primera carta peligrosa, aunque inconsciente, se jugó cuando le recomendó que tome una sesión de reiki con ella, porque `promueve la reducción del estrés y la ansiedad y te va a ayudar a destrabarte y a encontrar tu camino de sanación emocional´. Gabriela, como reikista, realmente creía que Mariano necesitaba tocar algunas fibras para realizar los cambios que -le había dicho- tanto anhelaba. No estaba bien en su vida personal, laboralmente se sentía estancado, pero, por sobre todo, se iba a dormir con una angustia profunda.

La primera sesión fue de maravilla y Mariano le dijo que quedó `como nuevo´. De inmediato, le confirmó que a la semana siguiente quería repetir, y Gabriela, con cierta inocencia, le dijo que con gusto lo esperaba: “Para entonces ya éramos muy amigos, o así lo sentíamos, nos contamos nuestra vida entera y yo realmente quería ayudarlo. Lo veía triste, apagado y, por lo que hago, podía darle una mano para estar mejor”.

“Para entonces ya éramos muy amigos, o así lo sentíamos, nos contamos nuestra vida entera y yo realmente quería ayudarlo. Lo veía triste, apagado y, por lo que hago, podía darle una mano para estar mejor”.

Entre el yoga, los cafecitos y el reiki, el coqueteo dejó de ser disimulado. Mariano le decía sin filtro que le gustaba mucho, mientras que Gabriela lo callaba con un `caramba, hombre, que estás casado. Arreglá tus temas en casa y después vemos´.

“Realmente no quería meterme en una historia así, complicada, pero empecé a sentir cosas muy fuertes”, cuenta ella. “Sin embargo, me mantuve firme. Yo, de alguna manera, quería demostrarme que el pasado podía venir a mí, pero que esta vez yo no iba a repetir la historia. Así, pasaron seis meses y nada, bah, todo. Cada vez nos conocíamos y nos queríamos más”.

El final del equilibrio: “Creí que era diferente, que me manejaba de la mano con la verdad”

Todo el equilibrio emocional y el control corporal se quebró el día en que Gabriela organizó una sesión de baño de sonido y Mariano se quedó después de hora para una copa de vino. `¿Tu mujer sabe que estás acá?´, le preguntó ella, a lo que él le respondió: `Sabe del yoga, de reiki, de esto y de vos. Gabriela, me hacés muy bien y estoy enamorado. Con mi esposa las cosas están terminadas. Quiero estar con vos´.

Gabriela no preguntó más, por algún motivo, sintió que la respuesta de Mariano significaba algo muy diferente a lo que había experimentado en sus relaciones hasta entonces. Ella se había metido siempre en bucles cargados de mentiras, ocultamiento, la cara más oscura de ser la amante a la espera de una promesa que nunca llega a ser cumplida. Pero esta vez… esta vez parecía que no había máscaras. Gabriela sintió que ese saber de la mujer de Mariano era una señal verde para bajar la guardia.

“Viví lo que es hasta hoy el encuentro con un hombre más apasionante de mi vida”, revela. “El desequilibrio volvió a entrar a mi vida, aunque yo, esta vez, creí que era diferente, y que me manejaba de la mano con la verdad”.

Y un día el control se acabó...

Una aparición inesperada: “El mundo se me vino encima”

Todos sabían de ellos. Al yoga, cafecitos en la esquina y reiki, se le sumaron las escapadas a la casa de él en un pueblito de la costa. Gabriela ingresó en ese mundo delicioso de sentirse la elegida, la mimada, la que vivía una historia de amor como jamás nadie había vivido en su vida. Siempre agarrada de la afirmación de él: `mi mujer sabe de vos´.

Y así, los meses pasaron, el verano llegó y voló, las hojas de los árboles cayeron y el invierno arribó duro, no tanto por el clima, sino por la asimilación de la única verdad: Gabriela estaba repitiendo la historia, Mariano no había hecho ninguna transformación profunda y sí, su mujer sabía todo, pero sin los detalles: “Eso me quedó claro el día en que apareció después de una clase de yoga a la que Mariano no había ido”, relata.

“Me preguntó si yo era Gabriela, se presentó y el mundo se me vino encima. Me dijo que Mariano le había contado que éramos amigos y que había hecho un par de sesiones conmigo de reiki. Yo estaba petrificada y ella siguió: `le hacés muy bien, vuelve contento, supongo que no es lo único que pasa entre ustedes dos, ¿verdad?”.

La última misma piedra

Gabriela hoy tiene 49 años y dice que este, el 2025, fue el año de su transformación. Mariano, su último amor, tuvo mucho que ver, aunque la historia con él fue la misma historia de siempre, con otra cara, otra forma de vestir y un color diferente de ojos. Pero aun a pesar de tropezarse con la misma piedra una y otra vez, hubo algo novedoso en Mariano: él significó la gota que rebalsó el vaso.

Nunca antes una esposa se había parado frente a ella. Nunca antes había creído con tantas fuerzas que, esta vez, ella sería la elegida. Mariano no había contado todo, había contado medias verdades, su mujer tan solo suponía el resto. Gabriela entendió que no había escapado de los mecanismos de las mentiras y sintió vergüenza.

“Por primera vez fui yo la que puso fin a la historia sin luchar por revertir y rescatar la situación. Por primera vez, creo que tropecé con la última misma piedra”, concluye.

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Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar

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