Publicado: octubre 15, 2025, 6:00 am
En 2021, Daniela Robirosa llegó a un techo. De a poco, Buenos Aires salía de su aislamiento, la pandemia transitaba su segundo año y, de pronto, ella sintió que su presente profesional también estaba paralizado. No tenía nada de qué quejarse, contaba con su departamento en Palermo y una sólida carrera como terapeuta ocupacional. Sin embargo, su horizonte parecía haber llegado a un límite y una fuerte necesidad de hacer algo distinto y abrir nuevas puertas creció en ella.
Primero pensó en emigrar a través de algún programa de Working Holiday, pero de inmediato comprendió que, al tener más de treinta años, sus opciones eran limitadas. No se rindió y posó su mirada en LinkedIn, donde cierto día halló su ventana a través de un anuncio inesperado: se buscaba un/a terapeuta ocupacional para trabajar ¡en Alemania!
A la incredulidad y el entusiasmo iniciales, le siguió un proceso burocrático engorroso, que requería una gran cantidad de documentos difíciles de tramitar en medio de la pandemia: los consulados cerrados, universidades paralizadas y oficinas inaccesibles lo complicaron todo.
“El tiempo pasó lentamente, pero decidí aprovecharlo para estudiar alemán con constancia, alcanzando primero el nivel A2, que era necesario para obtener la visa, y luego preparándome para el B2”, rememora Daniela, quien por aquellos tiempos no imaginó que lejos de su patria le tocaría recibir la noticia más difícil, y que aquella emigración de la Argentina no sería su primer intento.
Volver a empezar en una pequeña ciudad en Alemania: “Hermosa, pero vivirla era muy difícil”
Cuando pisó el suelo germano debió permanecer en cuarentena por protocolo. En Aachen, su nuevo lugar de residencia, todo se sentía extraño, un sentimiento que se potenció a los tres días -aún encerrada- cuando supo que un familiar suyo había muerto. Una soledad doliente y una angustia intensa se apoderaron de Daniela, que intentaba recordar que ella había elegido el camino, que estaba recién llegada y que debía intentar salir adelante.
Tras el período de adaptación laboral, tuvo que aceptar que el trabajo no era lo que había esperado, tal vez, en gran parte debido a una jefa agobiante y una dinámica social difícil de sobrellevar.
“Aachen es una ciudad muy pequeña y hermosa, pero vivirla era muy difícil”, cuenta. “En Europa, no solo en Alemania, es muy raro que alguien te invite a su casa, algo que te hace sentir más en familia. Se trata de una ciudad universitaria con poca vida de adulto, por suerte logré hacerme algunas amistades, muchas españolas, pero no me encontraba”.
Despertarse llorando, un intento de regreso y una revelación: “Tomé el riesgo”
A pesar de ejercer como terapeuta, su nueva realidad se sentía desencajada. Daniela decidió entonces aliviar su angustia a través de la cocina, comenzó a hacer alfajores y venderlos, una actividad que le facilitó vincularse con las personas. Pero a pesar de sus búsquedas por estar mejor, estaba lista para rendirse, ella quería resistir, pero no podía evitar levantarse llorando e irse a dormir entre lágrimas.
Cierto día llegó el `basta´, decidió que era tiempo de volver, compró un pasaje hacia la Argentina, renunció y sintió un gran alivio, sin saber que su vida estaba a punto de cambiar una vez más de rumbo cuando decidió, antes de su regreso, pasar unos días en Barcelona.
Cerca del mar, con la mente más clara, sintió que no era tiempo de volver: “Allí me di cuenta de que podía buscar otro trabajo relacionado con mi profesión, que no podía tirar a la basura tanto esfuerzo y dinero invertido solo porque el sitio de trabajo era una porquería, así que preparé varios CV y los envié”, revela Daniela, quien a los pocos días recibió una respuesta positiva de una de sus búsquedas y resolvió quedarse en Aachen: “Tomé el riesgo y me lancé a esta nueva aventura”.
Una segunda oportunidad fallida y la peor noticia: “Nada se parecía a lo que había imaginado”
La segunda oportunidad tampoco fue lo esperado, pero trajo varias revelaciones. Daniela, que ahora debía trabajar con adultos y realizar tareas propias de enfermería, comprendió que, tal como lo había hecho en el pasado, prefería trabajar con niños, en el área de pediatría.
El invierno llegó y los días se sintieron más extraños que nunca. A las tres de la tarde ya era de noche y se descubrió en su tiempo libre sin salir de la cama. Su círculo social se achicaba cada día más, el frío no ayudaba, sus amigas españolas tenían sus propias vidas y Daniela se sentía aislada: “Nada se parecía a lo que había imaginado al emprender este camino”.
A finales de octubre de 2022, la mujer argentina recibió el llamado que nadie quiere escuchar a tantos miles de kilómetros de distancia. Era su madre con la noticia de que su padre, enfermo de cáncer, se estaba yendo.
Esta vez el vuelo hacia la Argentina se concretó: “Gracias a Dios contaba con amigas que me apoyaron increíblemente, me ayudaron con la mudanza y los trámites médicos. Logré renovar mi visa y compré un pasaje, y finalmente llegué a casa. Mi padre me esperaba, y dos días después falleció”.
Volver a intentarlo: “Tomé otro avión, llevaba conmigo dos nuevas maletas llenas de sueños renovados”
Tras el duelo y un período en una Argentina que ahora también se sentía un tanto extraña, Daniela tomó una decisión inesperada: quería regresar a Europa. A pesar de su determinación de volver a intentarlo, las palabras dichas por una amiga en relación a su experiencia en Alemania quedaron grabadas a fuego: `Tu padre te sacó de allí. Ese no era tu lugar´.
Aun así, pensó en ir a una entrevista de trabajo en Berlín, pero algo le dijo que no era para ella. Inmersa en emociones contrariadas, Daniela comprendió que el tiempo pasaba y que debía actuar, aunque implicara despedirse de su carrera y volver a empezar de cero: “Tenía 37, 38, 39 años, sin ciudadanía, buscando empleo nuevamente, pero con la certeza de que podía reconstruir mi camino según mi propia voluntad”, dice.
Como siempre en su vida, siguió adelante, emprendió una búsqueda incansable y, finalmente, halló dos oportunidades en Portugal, una en isla de Madeira y otra en Oporto: “Tomé otro avión hacia Europa, llevaba conmigo dos nuevas maletas llenas de sueños renovados, con más coraje y emociones encontradas que nunca, me sentía más adulta y ya había pasado por lo peor”, asegura Daniela, a quien los días oscuros la ayudaron a entender sus necesidades y tomar así mejores decisiones.
“Durante mi escala en Madrid, comprendí que la isla no era para mí: necesitaba un lugar con más conexiones y posibilidades de ruta, por lo que finalmente llegué a Oporto, una ciudad que hoy me acoge y abraza cada día, dándome el sentido de pertenencia que tanto había buscado. Siguieron años difíciles y desafiantes, otra lengua, cultura y una burocracia que mejor ni contarla, pero el lugar de trabajo me hizo sentir más en casa, con gente amable y, a pesar de tener inviernos que en lo personal son peores que los de Alemania, este sitio me hizo sentir muy acompañada, porque emigrar no es cambiar de país… es vivirlo”, afirma Daniela, quien al año de la muerte de su padre le diagnosticaron diabetes tipo 1, otro desafío enorme que no había imaginado al emigrar y que implicó grandes gastos por no contar en ese entonces con la residencia.
Imaginar un futuro, vivir el futuro y encontrar hogar: “Uno nunca imagina lo que es capaz de lograr”
Más de cuatro años pasaron desde que Daniela imaginó un futuro distinto con nuevas puertas para su vida. En sus fantasías, jamás pensó en las tormentas que podrían avecinarse, algo que suele suceder en el camino del emigrado, ese lado b que nadie cuenta.
Sin embargo, una y otra vez, a pesar de llegar a extremos y querer abandonar el camino, decidió no rendirse y dibujar nuevas puertas. Y si en su pasado argentino había soñado con vivir cosas distintas, hoy, sin dudas, puede describirse en escenarios muy diferentes a ese universo conocido que dejó atrás.
Y por fortuna, Daniela halló también aquello que todo ser humano añora sin importar dónde esté y que se traduce en verdadera calidad de vida: sentirse en casa y encontrar una atmósfera laboral que brinde bienestar.
“En mi primera Navidad en Portugal, una amiga portuguesa me invitó a pasar con ellos, ahí me sentí más en casa”, cuenta. “Y creo que también estar de novia ahora con un español que le gustan más las milanesas y los alfajores que al propio argentino, me hizo sentir cerca del hogar. Pero creo que fue el idioma lo que abrió la puerta a sentirme también un poco más cerca, así como el trabajo: estoy en un ambiente donde nos llamamos familia y eso es raro que pase”.
“Todo lo que viví me dejó enormes aprendizajes, sobre todo que, ante una pérdida tan grande, uno puede volver a reinventarse y volver a intentarlo, que emigrar te hace reencontrarte con vos misma porque aquí estoy yo sola; en Alemania atravesé esa soledad especialmente, y sin embargo, a pesar de que uno nunca imagina lo que es capaz de lograr, tiene las herramientas, y cuando algo pasa saca todo de uno”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.