Publicado: octubre 16, 2025, 5:40 am
El festival de cine fantástico de Sitges tiene muchos itinerarios. Uno puede, por ejemplo, seguir un trayecto de películas con sirenas, cocodrilos y serpientes (Chao, de Yasuhiro Aoki, Cocodrile tears, de Tumpal Tampubolon, y The Python Hunt, un documental de Xander Robin sobre el concurso anual de caza de pitones invasores en los Everglades). O apostar por un camino especialmente extraño con una trabajadora sexual que trata de sacarse de encima una maldición revelada por el tarot (Fucktoys), una pistola misteriosa (Luger), una aspiradora en la que ha reencarnado un espíritu (Un fantasma útil) o el legendario Chupacabras (el cortometraje de Jordi Serrallonga). Pero eligiera la ruta que eligiera, la mayoría de la gente ha recalado ayer en dos proyecciones en el Auditorio Melià Sitges, que se ha llenado en ambas hasta la bandera: el Drácula de Luc Besson y la secuela de su propio director, Jalmari Helander, de la popular Sisu (coraje, resistencia), la violentísima película finlandesa cuya nueva entrega es tan furiosa y brutal como la primera, que ganó cuatro premios en el festival de 2022.