El mal trago se repetía, vendió todo y se fue a un país que trajo lo inesperado: “Cada pequeño logro es una victoria” - Argentina
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El mal trago se repetía, vendió todo y se fue a un país que trajo lo inesperado: “Cada pequeño logro es una victoria”

Publicado: noviembre 5, 2025, 5:01 am

“Lejos de tu familia y amigos, en una tierra donde se habla otro idioma y se manejan otras costumbres, cada pequeño logro es una victoria”, dice Cristian Palomeque, un argentino que tenía una pizzería en Córdoba, pero que después de sufrir varios robos decidió vender todo lo que tenía, pagar las deudas y salir a conocer el mundo.

En el fondo, Cristian nunca pensó en un `irse para siempre´, aunque la experiencia ya le había demostrado que la vida está colmada de circunstancias inesperadas que tuercen los caminos. Y en su `salir al mundo´, cierto día llegó a Brasil con la idea de quedarse un tiempo: jamás había considerado al país vecino como una opción para vivir. Pero por entonces no tenía dinero para llegar más lejos y contaba con conocidos que podían tenderle una mano, para luego seguir viaje hacia otras tierras.

Sin embargo, esa porción del mundo que alguna vez significó transición, se transformó en destino, un lugar que le abrió un portal hacia nuevas oportunidades, le permitió estar lejos y cerca al mismo tiempo, y le trajo el mejor regalo para el corazón.

Cristian y un cambio de vida

Bahía: de costumbres ancestrales, días difíciles y levantar cabeza: “No queda otra”

Once años atrás, Cristian amaneció en Bahía, Brasil, sin conocer el idioma y sinceramente impactado por el paisaje, en especial por su población en su mayoría negra, algo que, por falta de costumbre, le llamó mucho la atención. Pero el impacto no vino solo por el color de la piel, también lo hizo de la mano de los hábitos arraigados de su gente y su ascendencia africana, que podían respirarse en cada esquina a través de la comida, la vestimenta, la religión y su música.

Como cocinero se enamoró de los sabores e ingredientes nuevos, aunque los descubrimientos, por más fascinantes que fueran, no lograban tapar la punzada que cada tanto surgía al sentir a la familia, los amigos y el entorno conocido tan lejos. Cristian había decidido dejar el pasado atrás y empezar desde cero, una decisión que, tras la primera euforia del nuevo comienzo, se hizo notar: “Cuando se extraña mucho son días difíciles y no queda otra que levantar la cabeza y seguir para adelante”, sostiene al recordar aquellos primeros tiempos.

Cristian en Bahía:  “Cuando se extraña mucho son días difíciles y no queda otra que levantar la cabeza y seguir para adelante”.

Por fortuna, los días duros eran compensados por el pulso de la isla, que para el argentino trajo uno de los aprendizajes más sorprendentes. A pesar de haber llegado sin una palabra de portugués, la calidez y el acogimiento de las personas tocaron su corazón. Allí, entre trabajos gastronómicos, Cristian hizo grandes amistades e incluso conoció a un grupo de gente de San Pablo, que más adelante cumplió un rol crucial en su vida.

“Si bien Bahía es un lugar donde hay muchos argentinos, siempre traté de estar próximo a personas nativas de la isla para conocer sobre las costumbres y, principalmente, aprender el idioma”, asegura.

De la isla a la gran ciudad: “En la calle las personas son muy frías, pero…”

Tres años pasaron, y si bien Bahía lo había conquistado, Cristian decidió dejar la isla para perseguir sueños más grandes en San Pablo. Salir de casi un pueblo para llegar a una mega metrópolis resultó un impacto muy grande en todo sentido: el argentino halló personas más frías, centradas en sí mismas y siempre corriendo: “Un panorama muy diferente al que estaba acostumbrado”, dice.

A pesar de los choques culturales, Cristian anhelaba un crecimiento profesional y San Pablo tenía lo que buscaba: una ciudad llena de oportunidades, donde el esfuerzo rinde sus frutos. Con una oferta laboral bajo el brazo, ingresó a trabajar como gastronómico en un rubro en el que nunca antes había incursionado: la hotelería. La hospitalidad lo conquistó y, tras un comienzo auspicioso, nunca más lo abandonó.

En el mundo de la gastronomía, Cristian halló en Brasil una gran cantidad de oportunidades.

“En relación a la calidad de vida, San Pablo tiene sus ventajas y desventajas, al mismo tiempo que se tiene acceso a absolutamente todo que te podés imaginar: salud, educación, entretenimiento, pero también hay muchísima inseguridad. Es un lugar donde, andando con cuidado, se conocen muchas cosas. En la calle las personas son muy frías, pero cuando las conoces un poco más son muy receptivas, esa es una característica de todos los brasileros”.

“Pasé por empresas muy buenas donde me incentivaron a crecer y evolucionar a grandes pasos. Es una locura, ya que hay tantas oportunidades, que el mercado es muy competitivo, pero me adapté bien y pude aprender mucho”, continúa Cristian, quien gracias a su trabajo se mudó a una pequeña ciudad en interior de San Pablo, luego vivió durante meses en Fernando de Noronha, un archipiélago volcánico que se ubica a unos 350 km de la costa noreste de Brasil y actualmente trabaja como sub chef de un hotel all inclusive que pertenece a una red portuguesa, en el estado de Alagoas.

Fernando de Noronha

El amor, los regresos y los aprendizajes: “En todas mis locuras”

Once año atrás, Cristian dejó su rincón argentino en Córdoba para trazar un nuevo mapa de vida que lo llevó hacia donde está hoy: en un país en el que nunca pensó vivir, con un trabajo que lo incentivó a estudiar y crecer, y con un amor inesperado, que, sin saberlo, comenzó a tejerse en Bahía.

A Giselle la vio por primera vez en San Pablo y fue lo mejor que le pasó en la gran ciudad. Se conocieron a través de un grupo de amigos que Cristian había frecuentado en Bahía, con los que volvió a juntarse luego de su mudanza. Con ella está ya hace siete años, y junto a sus perros, Theo y Luna, le dieron comienzo a una nueva aventura en familia: “Tuve la suerte de encontrar una persona que me sigue en todas mis locuras de querer viajar, mudar de ciudad e ir conociendo cada vez más lugares, incluyendo Argentina: con mi esposa hemos ido varias veces a Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Rosario y también ya hicimos un viaje de treinta días desde Ecuador hasta Argentina”, revela.

Theo y Luna, compañeros de viajes.

“Hoy en día siento que no volvería a vivir a Argentina, pero es el lugar donde siempre que puedo quiero viajar”, continúa Cristian. “No suelo volver mucho, por lo general cada año y medio o dos años vuelvo para pasar mis vacaciones. Los regresos siempre son hermosos, ver a todos mis amigos y familia unidos, como siempre fuimos: unos mates en el patio de la casa de un amigo, un asado en la casa de mi mamá, una tarde en la plaza con mi hermana, mostrarle los lugares donde me crié a mi esposa, son cosas que no tienen precio. En un regreso conocí a mi sobrino y en el próximo conoceré a otro. Cuando vuelvo parece que el tiempo no pasó, que nunca me fui, las cosas acontecen muy naturalmente y eso es hermoso, las relaciones siguen intactas, pero siento que mi vida hoy en día es acá”.

“Siempre fui muy independiente, desde que terminé el secundario me fui a vivir solo para estudiar, pero vivir fuera del país es otra cosa. Se aprende a disfrutar mucho cada detalle y a dar importancia real a las cosas que verdaderamente valen la pena. Aprendí que hay cuestiones que en el día a día le damos mucha atención, más de lo que realmente necesitan y eso desgasta mucho. Viviendo afuera, y creo que más todavía en un país donde no se habla español, cada pequeño logro es una victoria. Hacer tus documentos, aprender a comunicarte en otro idioma, conseguir un trabajo y ser reconocido, iniciar tu familia, son conquistas que tal vez, viviendo en donde crecí, no les daría tanta importancia. También el hecho de crear vínculos con personas que jamás en la vida pensé que podría llegar a conocer, es algo maravilloso”, dice Cristian pensativo.

Cristian junto a su mujer en San Pablo.

“Y también un aprendizaje muy grande es la resiliencia. Estando lejos, cuando pasa algo malo en el entorno donde te criaste, es muy difícil aceptar que no podés hacer nada más que mandar un mensaje o una hacer una llamada. Perder un familiar o un amigo estando tan lejos es complicado porque no tenés ese pariente o amigo que te pueda abrazar. Pero, como se dice acá `faz parte,´ es parte de lo que elegí, y como tal siempre trato de rescatar las cosas positivas para fortalecerme y de las negativas buscar aprender lo máximo posible”, concluye.

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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

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