En una de las noches frías y oscuras de Kabul, el ruido de los engranajes de la vida sigue moviéndose, aunque ya no de la misma forma que antes. En los hogares que alguna vez pudieron estar llenos de alegría y esperanza, ahora reina un silencio pesado del que sólo surgen el dolor y el sufrimiento. En medio de todo esto, una nueva orden del líder talibán ha caído como un látigo sobre el cuerpo de las mujeres de esta tierra.
Mulla Hibatullah Akhundzada, líder del grupo talibán, ha emitido recientemente un decreto de cinco puntos que tiene como objetivo restringir aún más las libertades de las mujeres. En este decreto, ha anunciado que la construcción de ventanas desde donde las mujeres puedan ser vistas desde las casas vecinas está estrictamente prohibido. Es parte de las políticas para imponer restricciones más severas sobre las mujeres y, en esencia, convertir las casas en pequeñas cárceles.
El sonido de las protestas se eleva desde diversos lugares. Las mujeres afganas, que han estado luchando durante años contra la injusticia y la discriminación, ahora sienten con más intensidad que nunca que se les han arrebatado incluso sus derechos más básicos. Sadaf, una mujer ama de casa en Kabul, con su rostro agotado y manos que parecen ya no tener fuerzas ni para lavar los platos, comenta sobre este decreto entre un círculo de amigas: «Tenemos mil y un problemas en nuestro país. Cientos de nuestros compatriotas no tienen para comer, los niños trabajan en las calles, y muchos hombres y mujeres han perdido sus empleos. El gobierno Talibán, en lugar de concentrarse en los problemas principales, emite decretos sin sentido que no resuelven ningún dolor. ¿Acaso sus decretos sobre ventanas y construcciones resuelven los problemas de la gente?».
La voz de protesta de Sadaf resuena como un grito perdido en la oscuridad. En las casas donde la luz solar ya no entra como antes, este nuevo decreto se siente solo como un recordatorio de las restricciones que crecen cada vez más.
En otro rincón de Kabul, Marwa, con su voz temblorosa y su mirada llena de tristeza, habla sobre el decreto talibán: «¿Qué hemos hecho nosotras, las mujeres afganas, para que todos los decretos sean contra nosotras? ¿Por qué debemos sufrir tanto? Ni siquiera en nuestras casas tenemos paz. Nuestra vida se ha vuelto completamente gris. Si el mundo se queda callado ante estos decretos, algún día veremos que emiten un decreto sobre nuestra muerte».
Este nuevo decreto divide la vida de las mujeres afganas: las que están en peligro en el espacio público y las que ahora, ni siquiera en sus casas, pueden escapar. Salima, otra mujer de Kabul, con voz firme y llena de furia, dice: «Imaginemos que los edificios se construyen de acuerdo con este decreto. Esto significaría que cada casa se convierte en una pequeña prisión para las mujeres. Ya no entra luz solar por las ventanas, ni el aire circula en las habitaciones. Esto traerá enfermedades físicas y mentales«.
El gobierno Talibán ha detallado incluso aspectos específicos. En el primer artículo, se establece que si un edificio está cerca de otro, las ventanas no deben dar hacia la casa vecina, ya que esas ventanas suelen ser lugares donde las mujeres cocinan o realizan otras tareas domésticas. En el segundo artículo, se exige a los propietarios de edificios que, si tales ventanas existen, deben construir una pared del tamaño de un ser humano o usar cualquier otro medio para bloquear la vista y evitar el daño a los vecinos.
En estas circunstancias, las mujeres afganas necesitan más que nunca apoyo. Ellas hacen un llamamiento a la comunidad internacional para que no se quede en silencio ante estos decretos y venga en su ayuda. Para las mujeres afganas, cada día comienza con una nueva orden del gobierno Talibán, y se les presenta con nada más que represión y limitaciones.
¿Se quedará el mundo callado ante estos decretos crueles o se escuchará el grito exigiendo justicia de las mujeres afganas?
Pero la historia no termina aquí. Las mujeres afganas se enfrentan a nuevos desafíos todos los días, y lo único que pueden esperar es ese apoyo y la voz de la protesta internacional que puede ser la chispa para un cambio. ¿Se quedará el mundo callado ante estos decretos crueles o, finalmente, se escuchará el grito exigiendo justicia de las mujeres afganas?
Esta es solo una historia entre miles. Historias de mujeres que, en medio de la oscuridad y la opresión, todavía mantienen la esperanza de un mañana brillante. Un mañana que tal vez nunca llegue bajo la sombra de los duros decretos talibanes, pero que siempre permanece en los corazones de estas mujeres.