La despedida de Jesús Navas del Sánchez-Pizjuán difícilmente podrá ser olvidada por todos los sevillistas: en su último partido en casa antes de colgar las botas, el capitán del Sevilla se arrodilló y besó el césped antes de marcharse entre lágrimas del campo tras ser sustituido.
En su último día defendiendo los colores del conjunto hispalense en su templo, ante el Celta en la decimoséptima jornada de Liga, el lateral arrancó como titular y celebró sobre el césped el gol de Manu Bueno que dio la victoria a los de García Pimienta.
Cinco minutos después, cuando el crono llegó al minuto 70, Navas vio cómo en el cartelón de la banda aparecía su número por última vez para ser sustituido. Entonces, Navas se arrodilló sobre el césped de su estadio y lo besó, se incorporó de nuevo y se dirigió a la grada entre lágrimas para agradecer el apoyo.
La hinchada sevillista le devolvió el cariño con una atronadora ovación a la altura de una de las leyendas más grandes del Sevilla, que vio a su canterano deshacerse en lágrimas en el banquillo, cayendo en la cuenta de que era su última vez en el Pizjuán.
Con el pitido final, el futbolista volvió a acercarse a la grada para agradecer el cariño de su afición. También dio las gracias a sus compañeros, que le mantearon sobre el verde.
Antes del partido, la afición y el club ya le habían dedicado un sentido homenaje: el internacional español saltó al campo con sus hijos y posó con sus trofeos como sevillista, mientras la grada desplegaba un tifo con el mensaje «orgullo de Nervión».