La tortuga marina nada armónicamente unos pocos metros debajo de mí. Con el snorkel veo a la perfección cada detalle de su caparazón, el movimiento coordinado de sus veloces patas y algún que otro pez que se cruza por el camino, corales, algas, un mundo de colores silencioso e impactante. El agua del mar Caribe, a metros del Sistema Arrecifal Mesoamericano, la segunda barrera de coral más grande del mundo luego de la australiana, es increíblemente transparente. Pocos minutos antes me crucé con cardúmenes de barracudas, pargos y hasta una langosta. Todo ahí nomás y en un mar en el que nunca se siente frío.
“No me canso de venir al arrecife, siempre veo algo diferente, a pesar de que hace 15 años que trabajo con estas salidas”, cuenta Álvaro, que parece un pez más en el agua: se sumerge, busca un caracol enorme, lo muestra y lo devuelve cuidadosamente. Antes de saltar al agua de la pequeña embarcación que se acerca al arrecife –los catamaranes no pueden aproximarse mucho– nos había advertido que estaba prohibido llevarse un “souvenir”, ni siquiera tocar nada y hasta aconsejó no ponerse protector solar para no dañar a esta maravilla natural viva. Un ecosistema frágil que hay que cuidar como a un bebé que se extiende más de 1000 km paralelo a las costas de México, Belice, Guatemala y Honduras, con más de 60 tipos de corales y más de 500 especies de peces.
“La barrera australiana no fue cuidada lo suficiente, nosotros tenemos que preservar esto, que es un tesoro”, dice, mientras nos alejamos luego de más de media hora de inmersión en ese tramo de la barrera, frente a Puerto Morelos, donde desde la mañana se ve gente de todas las edades –no hace falta saber nadar– descubriendo el fondo del mar.
La propuesta de hacer snorkeling en esta reserva de biodiversidad es uno de los tantos atractivos de la Riviera Maya, esa franja de tierra que se extiende desde el sur de Puerto Morelos hasta la localidad de Punta Allen, 130 kilómetros más al sur. Este sector de la península de Yucatán, en México, a lo largo de la ruta 307 concentra playas de aguas cálidas, manglares, selva tropical, cenotes, parques de aventura y ruinas arqueológicas de la civilización maya. La cadena de poblados con Puertos Morelos, Playa del Carmen y Tulum como referentes, que crecieron junto con Cancún, al norte de la Riviera Maya, conforman una de las regiones más visitadas del país, con más de 20 millones de turistas por año y una de las preferidas de los argentinos.
Aunque las propuestas de los resorts invitan a quedarse disfrutando de las piletas y las margaritas a toda hora, la zona invita a dejar la vida all inclusive, al menos por un rato. El mundo maya atrae, se siente en el aire esa mística de siglos, de una cultura que sigue viva y que eligió esta zona como centro comercial y religioso. A los sitios arqueológicos clásicos, Chichen Itzá, Uxmal, Cobá y Tulúm, se siguen sumando nuevas ruinas ocultas entre la tupida vegetación de la selva, como el flamante descubrimiento de Ichkabal, cerca de Bacalar.
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Hace poco más de 30 años que el turismo comenzó a llegar de manera masiva y a desarrollarse una importante infraestructura hotelera y de servicios, que conviven con las numerosas áreas protegidas.
Puerto Morelos es un antiguo poblado de pescadores, con casas de madera y un faro inclinado por la furia de un huracán hace más de 50 años, que todavía se mantiene en pie. Muchos de los resorts se despliegan en la bahía de Petempich, un manchón verde colonizado por manglares que albergan el 23 por ciento de la biodiversidad del estado de Quintana Roo, especialmente de aves. Todos aseguran que está colmado de cocodrilos, que hasta se suelen ver por los caminos que llevan a los hoteles y de pavos reales, que también se pueden apreciar.
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Voracidad marina
Las playas de Puerto Morelos son un fiel testimonio de la fragilidad del ecosistema. Los huracanes se fueron devorando la arena y varios hoteles prácticamente perdieron las playas.
El hotel Margaritaville Riviera Maya, que se inauguró hace apenas un año y medio como un all inclusive solo para adultos, está en plena lucha contra los avatares climáticos. Se borró la playa con los huracanes, mientras se construía el resort, aunque los pasajeros no sienten su ausencia, que se compensa con una extensa área de piscinas y reposeras bajo las palmeras, con la posibilidad de bajar al mar, que acaricia las paredes de la propiedad, para darse un chapuzón. “Iniciamos un proceso con las autoridades para obtener los permisos para poder dragar y recuperar la playa, pero como estamos frente a la barrera de coral hay que pedir muchas autorizaciones, porque es un área muy cuidada y todo lo que se haga no debe dañar el patrimonio natural”, cuenta Grecia López, directora de Operaciones de Karisma Hoteles. El plan es poner una suerte de arrecife artificial que sirva de contención a la voracidad del mar: “Va a detener la fuerza de las olas y en un año esperamos recuperar la playa”, explica.
El sargazo, esa alga molesta de color otoñal que se volvió un habitué de estas playas desde hace varios años, está muy bien controlado. Apenas si se lo ve, porque en todos los resorts se encargan de sacarlo apenas llega a la costa. “Hay un equipo de gente permanentemente levantándolo, pero este año, con las tormentas, bajó mucho, mucho, la cantidad”, continúa López. Desde hace poco tiempo, se reutiliza como material para elaborar bloques similares a los ladrillos, para la construcción.
Ríos subterráneos
Además de las playas, los cenotes son lugares de visita obligada para los que les gusta el agua.
Entre Puerto Morelos y el pueblo Leona Vicario se interna en la selva la Ruta de los Cenotes, donde Cristian, el guía, asegura que hay más de 7000, entre pequeños, grandes, subterráneos y abiertos. “Eran muy utilizados por los mayas para hacer rituales ceremoniales. Muchos buzos encuentran relojes y alhajas de oro en el fondo, a los visitantes se les cae de todo y es muy difícil recuperarlo”, dice mientras nos disponemos a sumergirnos en La Cueva del Jaguar, un pozo profundo a cielo abierto, rodeado de vegetación. Se puede bajar por unas escaleras de piedra, saltar desde una plataforma o zambullirse desde lo alto de una tirolesa a esa agua dulce y pura. Un poco más tarde nos sumergiremos en el cenote Pakal, que permite meterse bajo una caverna.
Los cenotes son entradas naturales de agua que se formaron con la lluvia que cayó sobre la selva y se filtró a través de la piedra caliza, haciendo que la tierra se erosione y se fracture, en un proceso que llevó millones de años. Un paisaje tallado, según cuentan, por el impacto de un gigantesco meteorito que dio la base de piedra caliza.
Muchas de estas cavidades están conectadas entre ellas a través de sistemas de cuevas bajo tierra, a lo largo de toda la Península de Yucatán dando lugar a ríos subterráneos.
El agua es fría, mucho más que la del mar Caribe, y los sonidos de la selva acompañan la experiencia. Aunque muy difíciles de ver, es tierra de pumas, jaguares, ocelotes y monos. Los pájaros se hacen oír fácilmente y algunos se descubren entre las copas de los árboles.
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A lo largo de la ruta, los carteles indican la presencia de estas piscinas naturales, en áreas concesionadas que ofrecen otras actividades, como cabalgatas, tirolesa en la selva y servicios de gastronomía. También se puede llegar en las excursiones que ofrecen en los hoteles y se complementan con visitas a ruinas arqueológicas o a varios pozones.
Hay muchos parques temáticos, como Xcaret, por ejemplo, que combina la tradición maya, naturaleza, ríos subterráneos y aventura.
Los chicos también disfrutarán del parque Aqua Nick, inspirado en los personajes de Nickelodeon, con Bob Esponja y Dora la Exploradora como referentes, una especie de Disney en tierra mexicana. Toboganes gigantes y juegos de agua invitan a pasar un día diferente. Más la posibilidad de sacarse fotos con los personajes. La propuesta se completa con el hotel Nickelodeon Hotel Riviera Maya, sobre la playa, con todas las habitaciones y restaurantes inspirados en los protagonistas de este canal de televisión.
Playa del Carmen, a media hora al sur de Puerto Morelos, es la ciudad más destacada de la Riviera. Hace años que dejó de ser un pueblo tranquilo de pescadores para convertirse en un destino con grandes hoteles, restaurantes de nivel y una calle principal peatonal, la Quinta Avenida, repleta de tiendas de marcas internacionales, centros comerciales, negocios con artesanías, bares y vida nocturna. El Parque Fundadores, a pasos de la playa, es el epicentro de la ciudad. Allí se disfruta cada día, cuando cae el sol, del espectáculo de los Voladores de Papantla, una tradición del estado de Veracruz. Se los ve girando desde lo alto de un poste cada media hora.
Más al sur la ruta sigue hacia Tulum, con sus ruinas ubicadas estratégicamente como un balcón al mar, en lo alto de un acantilado.
La Riviera Maya muestra un México más atenuado en sus sabores, maridado al gusto de los norteamericanos y canadienses que la invaden durante todo el año, pero con el mundo maya vivo, sus tradiciones, rituales y espiritualidad a flor de piel.
Datos útiles
Cómo llegar
- El aeropuerto de Cancún es la puerta de ingreso a la Riviera Maya. A Puerto Morelos hay media hora de viaje. A Playa del Carmen, una hora. Además de remises ofrecen servicio de ómnibus hasta los pueblos de la Riviera Maya.
Alojamiento
- En la zona la variedad de hoteles es amplia, aunque dominan las propuestas all inclusive.
- Margaritaville Riviera Maya, en Puerto Morelos abrió el año pasado como hotel todo incluido solo para adultos, una de las propuestas más exclusivas de Karisma Hoteles. Cuenta con elaboración de cerveza artesanal propia, tres restaurantes y bares. Tarifa: entre 500 y 600 dólares por habitación.
- Nickelodeon Hotels & Resorts Riviera Maya. Para un plan familiar, divertido. Tarifas desde 680 a 1200 dólares por día para cuatro personas, según la época del año. Incluye el acceso al parque acuático.
Excursiones
- Tour a las pirámides de Tulum de medio día, 110 dólares. De todo el día con Tulum, Akumal y un cenote, 169 dólares por persona.
- Visita de medio día a tres cenotes, con degustación de tequila y tacos. Tarifa: 110 dólares por persona.
- Salida en catamarán y snorkeling en la barrera de coral, entre 80 y 100 dólares.