Martin Luther King, un objetivo a abatir
Fue muy fácil matar al reverendo Martin Luther King en una época de la historia de los Estados Unidos donde era aceptable resolver disputas políticas y sociales con la violencia. Había pasado en noviembre de 1963 con el presidente John Fitzgerald Kennedy, ocurrió en abril de 1968 con King y volvería a pasar en junio de ese año cuando fue asesinado el senador Robert Kennedy, hermano de JFK. En todos los casos lo único indudable fue la muerte pues todo lo demás lo han enmarañado tanto que sigue siendo confuso e inexplicable.
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La familia de King estaba convencida de que el gobierno había tenido que ver con el crimen. La primera duda, como pasó con JFK, fue quién disparó en Memphis, Tennessee, el 4 de abril de 1968. Y la segunda es si se trató de un plan para liquidar al influyente líder del movimiento no violento por los derechos civiles y opositor a la guerra de Vietnam. El FBI de Edgard Hoover lo persiguió siempre desde las sombras. A Hoover, le repugnaba la integración racial.
Martin Luther King se convirtió en líder del movimiento de igualdad racial hacia fines de los años 50 y principios de los 60. Su oratoria era poderosa y motivaba a grandes multitudes, pero se convirtió en un objetivo a abatir de las clases poderosas del sur de los Estados Unidos. Las amenazas de muerte y el acoso eran algo común en su vida.
Después de una serie de marchas y boicots exitosos, King encabezó la famosa marcha a Washington de 1963, donde pronunció su famoso discurso final: “Tengo un sueño”. En ese discurso -un sermón, en realidad- King esbozó su visión para Estados Unidos: “Tengo un sueño: un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres son creados iguales’… Tengo un sueño: un día mis cuatro hijos pequeños vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”. Por su trabajo no violento en procura de la igualdad racial, King recibió el Premio Nobel de la Paz en 1964.
Estados Unidos estaba en guerra en Vietnam y la brecha entre ricos y pobres en el país se estaba ampliando. King creía que no se podía lograr la igualdad y la justicia para los negros sin la solidaridad entre los oprimidos, y se manifestó cada vez más abiertamente en relación con los movimientos obreros, la pobreza y la guerra de Vietnam.
James Earl Ray
James Earl Ray ya había sido acusado de robo cuando tenía 15 años; abandonó la escuela secundaria; fue un soldado; se convirtió en ladronzuelo. Desde 1949 hasta 1958, Ray salió y entró de prisión por motivos que iban desde vagar borracho hasta robo. Por la sustracción de giros postales, intervino la justicia federal y lo enviaron a la espantosa prisión militar de Fort Leavenworth, en Kansas. En su informe de libertad condicional, el oficial escribió que Ray “… no podía convivir con negros…”. En 1966, por su pedido, Ray comenzó a recibir terapia psicológica para acallar las voces de su cabeza.
Edgard Hoover, jefe absoluto del FBI durante décadas, odiaba a Martin Luther King; odiaba a los activistas sociales; odiaba a los que se manifestaban contra la guerra de Vietnam; odiaba a quienes pedían por mejores condiciones laborales; odiaba, sobre todas las cosas, a los que él consideraba comunistas. Desde 1961, Martin Luther King se le puso entre ceja y ceja. Impulsados por la bronca de Hoover por el fracaso, ese año, de la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba para derrocar a Fidel Castro, sus hombres intensificaron el espionaje y James Earl Ray. El propio Hoover nunca vaciló en su creencia de que King era comunista.
Mientras King se enfrentaba al FBI, James Earl Ray mantenía un perfil bajo y avanzaba lentamente hacia el norte, rumbo a Canadá. En un destartalado Plymouth que compró por 200 dólares en efectivo, Ray cruzó la frontera con aquel país en julio de 1967 y se dirigió a Montreal.
Para entonces, usaba un nombre falso: Eric S. Galt. Según él, se lo había inventado después de ver una señal de tráfico que indicaba la ciudad de Galt en la autopista 401.
Para diciembre del `67 Ray estaba de regreso en Los Angeles. Con su amigo Charles Stein viajaron a Nueva Orleans a buscar a los sobrinos de Stein para llevarlos a Los Angeles. Mientras esperaba a su amigo, Ray se encontró con otro bueno para nada con el cual había contrabandeado en el pasado. Se trataba de un tal “Raoul”, un tipo flaco, de 1.70 de altura, con leve acento español y de pelo teñido de pelirrojo. Este “Raoul” nunca le dijo su apellido y Ray nunca se lo preguntó. “Raoul” le prometió un pasaporte canadiense y 12.000 dólares si aceptaba contrabandear armas. La tarea estaba fuera de la rutina de Ray, un ladrón de poca monta que rara vez llevaba armas.
Nunca nadie pudo probar la existencia de este “Raoul”. ¿Fue un personaje real o un invento de Ray para cubrir su responsabilidad individual en el atentado que vendría o a una banda complotada? Lo que se conoció sobre los movimientos de Ray fue revelado por el propio Ray en su autobiografía o en su entrevista paga con Huie, y todo su relato está dirigido a descartar la idea de un complot para matar a King.
El acecho a King
Hacia mediados de marzo de 1968, Ray comenzó a acechar a King. Primero en Selma, Alabama, luego en Montgomery y después en la ciudad de Birmingham. El 29 de marzo, Ray se presentó en la Aeromarine Supply Company en Birmingham, bajo el alias Harvey Lowmeyer, y pidió ver varios rifles de caza de alta potencia. Eligió un Remington Gamemaster e hizo que le colocaran la mira telescópica Redfield. Pagó 265,85 dólares.
El 3 de abril de 1968, Ray llegó a Memphis, Tennessee, y alquiló una habitación en un hotel del centro. Al día siguiente, se mudó a un hotel ubicado en 422 ½ Main Street, muy cerca del hotel donde solía alojarse King cuando iba a la ciudad.
El líder civil había aceptado una invitación de los obreros de Memphis para ayudar al departamento de higiene y saneamiento de la ciudad (casi todos negros) en sus reclamos de sindicalización. Con su comitiva se alojó en el Hotel Lorraine el 3 de abril. Planeaba una marcha para el 8 de abril. Pero apenas llegó a su alojamiento le informaron que un juez local había prohibido toda manifestación. King decidió apelar esa medida.
La tarde del 4 de abril estuvo con su hermano William y otros colaboradores: Georgia Davis y Lucie Ward. King no fue al juzgado a presentar la apelación sino Andrew Young (que con los años se convertiría en embajador ante las Naciones Unidas). Martin Luther King permaneció con su hermano, Lucie y el reverendo Ralph Abernathy. A las 18, se prepararon para ir a la cena en lo del reverendo local Bully Kyles. King salió al balcón del segundo piso del hotel y habló con su chofer Salomon Jones, que estaba en la calle y le decía que se abrigara porque hacía frío.
El ataque
King le dio el “ok” a su chofer y comenzó a girar para volver a su habitación. Fue en ese momento que Jones escuchó un estampido como si fuese un petardo y vio cómo King caía al piso del balcón. La bala dio en el mentón, con una trayectoria de arriba hacia abajo e hizo estragos en el cuello. Quebró varias vértebras y fracturó la mandíbula inferior, seccionó la yugular, las arterias vertebrales que irrigan la parte superior de la médula espinal y dañó la arteria subclavia en la base del cuello. Nadie pudo hacer nada. Martin Luther King, bisnieto de un esclavo, líder del movimiento por la igualdad de los derechos civiles para los afroamericanos, premio Nobel de la Paz en 1964, y uno de los dirigentes más destacados del país, fue llevado de inmediato al Hospital St. Joseph. Lo declararon muerto a las 19:05 del 4 de abril de 1968. Tenía 39 años.
El jefe de Policía, Frank Holloman, dijo que el disparo había sido efectuado desde la ventana de un cuarto de baño, al final del pasillo de una pensión ubicada justo enfrente del hotel donde se hospedaba King. Pero esta afirmación fue controvertida por los allegados de la víctima y otros testigos que sostenían que el disparo había provenido de otro lugar de esa misma pensión.
Las dudas
No todos los policías que aparecieron en la escena del crimen están identificados al día de hoy y no de todos se conoce su ubicación antes y después del atentado. Un policía de apellido Dollahite dio la vuelta a la manzana de la pensión de donde se decía había provenido el disparo; se encontró con una bolsa azul y una caja cubierta por una manta tiradas en la calle. Un testigo le dijo que un hombre blanco y alto pasó corriendo, dejó caer el bulto, y que se escapó en un Mustang blanco. La Policía de Menphis nunca avisó a las Policías de Mississippi y Arkansas que buscaban a un hombre blanco, alto, en un Mustang blanco.
En la caja abandonada había un rifle Remington Gamester Modelo 760 calibre .30-06 con mira telescópica y una radio; en la bolsa azul con cremallera hallaron algo de ropa, un par de binoculares, un par de latas de cerveza y un anuncio de la York Arms Company con un recibo adjunto. Si esa era el arma utilizada contra King, por qué el asesino la dejó a la vista de todos…
Las dos pericias que se realizaron no fueron concluyentes en los dos puntos esenciales: ¿Era esa el arma del atentado? ¿Fue Ray el tirador?
La investigación inicial se centró en la pensión de Bessie Brewer, donde se originó el disparo. Brewer dijo que un tal John Willard se había registrado entre las 15.30 y las 16 del 4 de abril, y que se le había asignado la habitación 5B, que daba al Hotel Lorraine. Willard fue descrito como un hombre blanco y alto. Fueron varios los testigos que vieron a un hombre con esa descripción salir de la pensión a la carrera después del disparo.
El rifle fue rastreado hasta la armería que lo había vendido. El comprador había sido un tal Harvey Lowmeyer, que respondía a las características física de ese John Willard.
Cinco días después de que dispararan a King, la policía encontró una reserva en el Rebel Motel de Memphis para el 3 de abril a nombre de Eric Starvo Galt, que conducía un Mustang blanco. Galt se alojó nomás una sola noche, la del 3 de abril. Casi una semana después del crimen de King, el Mustang blanco de Galt apareció en Atlanta, Georgia. El FBI especuló que el tal Galt podría ser un prófugo de la justicia. Jamás se explicó la razón de tal presunción.
La “corazonada” dio sus frutos cuando se descubrió que las huellas dactilares de Galt coincidían con las de un convicto fugado llamado James Earl Ray, que utilizó los nombres de John Willard, Harvey Lowmeyer y Eric S. Galt.
La detención y las cuatro versiones de Ray
El FBI reconstruyó fácilmente los viajes de Ray antes del atentado. Un viejo compañero de prisión reveló que Ray había hablado de lo fácil que era obtener un pasaporte a nombre de un ciudadano canadiense y que cuando saliera se iría a Canadá y, desde allí, al extranjero. Por comparaciones fotográficas, el 1º de junio de 1968, la Real Policía Montada de Canadá informó al FBI que el 24 de abril le habían expedido un pasaporte a George Ramon Sneyd, que tenía un asombroso parecido con Ray. Este Sneyd sacó un pasaje de ida y vuelta de Toronto a Londres y que salió hacia el Reino Unido el 6 de mayo. El 8 de junio de 1968, las autoridades británicas detuvieron a James Earl Ray o George Ramon Sneyd o John Willard o Harvey Lowmeyer o Eric S. Galt cuando intentaba viajar a Bruselas, Bélgica.
Ray fue extraditado a los Estados Unidos. En Memphis, lo pusieron en una celda especialmente construida bajo vigilancia las 24 horas y con las luces encendidas constantemente. Esta coacción no fue tomada en cuenta por ningún juez. En cambio, se consideró un indicio de culpabilidad las versiones distintas que había dado Ray. Primero aseguró que fue el matador, después que el culpable era ese tal “Raoul”, luego que tomó parte en la conspiración pero que no apretó el gatillo, y finalmente que no tuvo nada que ver con el asesinato.
Ray recurrió a Arthur J. Hanes, un abogado de Alabama, que había defendido a tres miembros del Ku Klux Klan acusados de haber asesinado a una mujer negra de Detroit. El consejo que le dio Hanes fue que si se declaraba inocente, con las pruebas que había en su contra los condenarían a muerte, en cambio si admitía su culpa conservaría la vida. Ray se enojó, lo despidió y contrató a Percy Foreman, un abogado que había logrado la absolución de 705 acusados de homicidio. Foreman le dijo lo mismo que Hanes con la diferencia que lo convenció. Ray, finalmente, se declaró culpable.
Esta declaración fue un alivio pues muchos no querían que Ray fuera juzgado porque preveían un juicio largo lleno de provocaciones y odio racial no serviría de nada en la atmósfera ya tensa de la ciudad de Memphis. Los partidarios de la conspiración sostuvieron que al evitar el juicio se impedía que Ray revelara todo lo que sabía.
El caso estaba resuelto
Ray renunció a su derecho a un juicio. Pero, curiosamente, cuando admitió que había matado a King añadió que “no estaba diciendo que no había habido conspiración, porque la había”. La sentencia fue de 99 años de cárcel dictada el 10 de marzo de 1969. Cuatro días después Ray le escribió al juez que lo había condenado, Preston Battle, que el abogado Foreman ya no lo representaba y que quería revocar su declaración de culpable. Nunca lo lograría (moriría en prisión en 1998, a los 70 años).
El asesinato de King volvió a ser noticia en 1993, cuando Lloyd Jowers, un hombre de 67 años que había sido dueño de Jim’s Grill, un restaurante con vista al Hotel Lorraine, afirmó en el programa Prime Time Live de la cadena ABC que le habían pagado 100.000 dólares por participar en una conspiración para matar a King, incluso que contrató a un asesino que no era Ray.
La familia King nunca creyó que Ray fuese el autor y pensaba que el crimen fue el resultado de una conspiración que involucraba al gobierno del presidente Lyndon Johnson. Como en la justicia penal había cosa juzgada, demandaron en un tribunal civil a Jowers por daños y perjuicios a causa de la muerte de Martin Luther King. En 1999, la familia ganó la demanda y una suma de 100 dólares. Coretta Scott King, la viuda de Martin, afirmó que el dinero nunca fue el objetivo sino que se estableciera que hubo un plan para matar a su esposo. “Si sabemos la verdad -dijo- podemos ser libres de seguir con nuestras vidas”.
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En los archivos del FBI, hay pruebas de que Hoover quería apartar a King del movimiento por los derechos civiles de una manera poco honorable, pero no existen registros públicos de que ningún funcionario haya sugerido, pensado o aprobado ningún acto de violencia física contra King. Pero muchos documentos relacionados con el atentado siguen siendo secretos.
Un joven Jesse Louis Jackson, activista por los derechos civiles, pastor bautista y luego exsenador, integró la comitiva de Martin Luther King el día del asesinato. En 2004, aseguró: “Dentro de nuestra propia organización había una persona muy importante que recibía dinero del gobierno. Yo nunca creeré que James Earl Ray tenía motivo, dinero y movilidad para hacerlo él solo”. Por su parte, el exembajador de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas y exalcalde de Atlanta, Andrew Young, reveló que el gobierno también fue responsable de la muerte de King. “Siempre he pensado que el FBI podría estar involucrado de alguna manera”, dijo.