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El año termina y, aunque habían decretado su muerte, el periodismo tradicional siguió con vida

Publicado: diciembre 14, 2024, 7:13 am

Luis “Toto” Caputo le dio un alegrón de fin de año al presidente Javier Milei cuando consiguió que la inflación de noviembre, que es la última que se publica durante el transcurso de 2024, resultara unas décimas de punto por debajo del Indice de Precios al Consumidor de octubre: 2,4 contra 2,7. La inflación en el gobierno de Milei “termina” así el año con una casi constante caída. Es su principal promesa de campaña y ya la inflación está en el nivel más bajo de los últimos cuatro años.

Pero Santiago “El Coloso” Caputo le dio el martes pasado a Milei la mayor de las alegrías de fin de año: el nivel de rating de la cadena nacional de radio y TV en pleno prime time con la que autocelebró su primer año de gestión recuperó el nivel que había perdido en su anterior transmisión obligatoria, cuando presentó en septiembre el presupuesto 2025: los números de audiencia en la TV abierta se habían desplomado entonces a un tercio de lo habitual, promediando apenas 5 puntos sumando todas las emisoras obligadas a sumarse al anuncio oficial.

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Había sido casi un “apagón televisivo” contra esa propuesta bastante poco atractiva de obligar a los televidentes a escuchar los detalles de la “ley de leyes” a la hora que preferían ver a Susana Giménez.

Ni a Cristina Kirchner -campeona argentina de las cadenas de radio y TV- se le hubiese ocurrido invadir el sagrado prime time televisivo y mucho menos presentando un presupuesto. Sus cadenas solían terminar antes de las 20.

Un rating diferente

Al final algo intuiría el público que escapó a esa presentación de la “ley de leyes”: hoy lo más probable es que ese presupuesto presentado tan pomposamente por TV no se trate en el Congreso y que el gobierno se termine manejando discrecionalmente el año que viene con los números viejos “licuados” por la inflación.

Dos datos que no supo prever y que llevaron al error del joven “Mago del Kremlin”, que -entre otros hilos- es el hombre que maneja la comunicación presidencial y ostenta el tercer lugar del triángulo del poder mileísta, aunque aún no tenga cargo formal en el gabinete: la aprobación de gestión del Presidente estaba tocando su punto más bajo en ese momento de mediados de septiembre, y además no podría haber nada menos atractivo para una audiencia de TV abierta que los detalles de un presupuesto.

Más que de las bondades del presupuesto, se instaló en el debate público cómo se había desplomado el rating cuando apareció Milei en las pantallas.

El martes, en cambio, el libertario se coronó manteniendo casi el nivel habitual de rating del prime time sumando todos los canales y hasta superó ligeramente la audiencia de esa edición de Gran Hermano, lo que no es poco.

Pero esa obsesión por “meterse” sin pedir permiso en los hogares con cadenas oficiales en la mejor hora de la TV contrasta no sólo con la libertad de elección de la audiencia que debiera pregonar un buen libertario, sino también con la visión del Presidente de que “los medios tradicionales ya fueron”, además de que los periodistas son “ensobrados”, que “mienten el 85 por ciento de las veces”.

Los medios tradicionales de Milei a Trump

En esa visión de los medios tradicionales de comunicación coincide con Donald Trump, que acaba de ganar las elecciones en los Estados Unidos contra la mayoría de los pronósticos y con una cobertura adversa en la mayoría de los medios.

Las redes sociales libertarias hicieron circular al día siguiente del triunfo de Trump un meme originado en el trumpismo de Estados Unidos con una lápida sobre los “medios tradicionales de comunicación” que habrían muerto en 2024 y que fueron superados por las redes sociales.

La pregunta que habría que hacerse es si no será una declaración de defunción certificada un tanto anticipadamente. ¿Si los medios tradicionales “ya fueron” por qué la obsesión del gobierno con meter cadenas en prime time? Desde la Casa Rosada, alientan toda clase de streamers libertarios y perfiles en X (la ex Twitter) y hostigan a muchos de los que llaman “periodistas ensobrados”.

¿Por qué tanta obsesión con algo que supuestamente ya murió?

¿Será que los números de audiencia de los medios periodísticos tradicionales no aceptaron el “acta de defunción” que les extendieron libertarios y trumpistas?

Una encuesta del prestigioso Pew Research Center de Estados Unidos está demostrando lo contrario: hoy el doble de norteamericanos que en 2021 dicen que recurren a Twitter como fuente de noticias políticas. Pero esa proporción saltó del uno al dos por ciento. El salto es enorme; 100 por ciento, pero la cantidad sigue siendo insignificante. La abrumadora mayoría sigue informándose sobre temas políticos a través de medios tradicionales.

Si hay que explicar el triunfo de Trump por las audiencias de consumo de información política, se entiende mejor quizás viendo que la conservadora Fox mantuvo su 13 por ciento de preferencia en 2024 sobre tres años atrás, mientras que la más demócrata CNN cayó del 14 al 10 por ciento en ese período. ¿La lápida también incluirá a la ultraconservadora cadena Fox, que no por representar una visión de derecha deja de ser un medio tradicional?

De hecho, los medios periodísticos más prestigiosos ganaron mucha audiencia durante el anterior período de Trump. Los suscriptores digitales del New York Times -el diario más odiado por Trump- se duplicaron, de cuatro a casi ocho millones, durante la era trumpista, generándole a ese medio buenos ingresos.

¿Sucederá lo mismo en el próximo mandato de Trump? El diario neoyorquino ganaría entonces más suscriptores aún y estaría mucho más lejos de su defunción que antes.

En la Argentina no es tan distinto el panorama de las audiencias de noticias

Las redes sociales son la opción más elegida, pero sumando TV por cable, TV abierta, portales de noticias o radio siguen siendo la abrumadora mayoría.

De hecho, según la última medición de la consultora CIO, todas las fuentes informativas cayeron en comparación con una medición de cinco años atrás: incluso las redes sociales. Lo único que creció fue el streaming, pero porque no lo había medido en la toma anterior que hizo la politóloga Cecilia Mosto, fundadora de esa consultora.

Pero un detalle: sólo el 13 por ciento se informa mediante portales de streaming, contra 54 por ciento por TV por cable o 48 por ciento por TV abierta. Incluso los portales de noticias les ganan al streaming triplicando su proporción.

También es muy relativa la afirmación del Presidente de que “el 85 por ciento de los periodistas miente”. Por lo menos no es lo que sienten las audiencias. En la medición de CIO en la que pregunta por la confianza en las distintas instituciones o actores sociales, “los periodistas” y los “Medios de comunicación” tienen un nivel de confianza intermedio o mediocre.

Pero CIO hace algo que no reproduce el gobierno porque contrastaría con su discurso: cuando la consultora pregunta por “periodistas que sigo, leo, miro, escucho” y “Medios que sigo, leo, miro, escucho”, las posiciones en la tabla se invierten, y de cerca de 48 por ciento de confianza saltan al 76: casi el tope de la tabla, con las universidades.

“Hay una confusión muy instalada en la opinión pública desde que en todo el mundo se extiende la “grieta” política con cada vez más énfasis y es que los medios -como genérico- generan dudas, porque la gente les cree a los que sigue y siente de su lado y desprecia a los que disienten”.

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Pero esa confusión se usa en muchos lugares para generalizar y “bajarles el precio” a todos los periodistas por igual.

De hecho, cuando se mira el lugar que ocupan en ese ranking de confianza de instituciones y actores sociales dónde están los influencers, no arrancan precisamente en la “pole position”: con apenas 24 por ciento de confianza contra 70 de desconfianza, están mucho peor que el genérico “medios de comunicación”.

Quizás falte preguntar todavía, en el caso de los influencers, lo mismo que preguntó CIO sobre los medios tradicionales y los periodistas: los que “miro, leo, sigo y escucho”, al final se ubican entre los actores más confiables para la sociedad. Los “influencers” como actor social arrancan desde mucho más atrás.

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