La realidad es que la Unión Europea es una potencia comercial, y solo comercial; y eso no vale en el mundo actual. Por eso el acuerdo con el Mercosur trasciende de los intercambios entre Europa y América Latina. Tras 25 años de negociaciones ambos lados del océano han cerrado un pacto que parecía imposible y que ahora tiene que pasar los filtros particulares de cada lado. Pero el paso que se ha dado ya se ha definido como «histórico» y, en un momento en el que Europa quiere ser un actor relevante, supone un avance para ser influyente en una zona que ni es secundaria ni puede servir como patio trasero, pero que era (y es) susceptible de una influencia china que va en contra de los intereses y de las dinámicas de la Unión.
La UE estima que el pacto UE-Mercosur permitirá el ahorro de unos 4.000 millones de euros en aranceles al año. Esa ausencia de tasas, además de un aumento de las inversiones, intercambio de información y homologación de las condiciones son algunos de los puntos de un acuerdo que ahora tendrá que ser discutido no solo por los Estados miembros, sino también ratificado por el Parlamento Europeo.
Francia es el país europeo que más se ha opuesto al acuerdo, y ya lo vetó en 2019. Ahora Emmanuel Macron, en un contexto de máxima incertidumbre nacional, se ha visto acorralado, pero va a buscar aliados en el Consejo para poder bloquear de nuevo. Polonia puede sumarse a su ‘equipo’, pero será clave ver qué hace Italia, que no ha tenido este asunto como una de sus prioridades en los últimos años. La idea, eso sí, es poder esquivar la unanimidad entre los países tratando de ‘ensanchar’ los Tratados. España y Alemania, por ejemplo, están a favor del pacto incluso pese a la firme oposición del sector agrícola.
Pero la realidad es que el acuerdo, para la UE, no es solo un papel; no se trata solo del comercio. Por lo pronto, se eliminan aranceles sobre el 91% de las exportaciones de la UE al Mercosur y sobre el 92% de las exportaciones del Mercosur al bloque comunitario, por lo que no solo los intercambios se facilitarán, sino que -si acaba aprobado- el acuerdo también permitirá una relación más fluida entre las dos partes. «Es una cuestión también de confianza estratégica», cuentan las fuentes consultadas por 20minutos. Y es que, más allá de los bienes, también se habla de servicios: se abren sectores como telecomunicaciones, transporte y servicios financieros a empresas europeas.
Todo esto incluye vínculos a nivel energético o en lo que se refiere a las materias raras, un sector clave para el desarrollo de la UE como ‘competidor’ tanto de China como de Estados Unidos. Y es que Pekín ha incrementado significativamente su influencia en América Latina, principalmente a través de inversiones en infraestructura y comercio (como la soja y minerales). Este acuerdo permite a la UE contrarrestar esta influencia, consolidándose como un socio económico estratégico para el Mercosur. Al mismo tiempo, el pacto sitúa a la Unión frente a Washington, que históricamente ha considerado América Latina como su «patio trasero». Eso sí, Europa no puede utilizar el mismo lenguaje.
El histórico acuerdo, por otro lado, permite a la Unión Europea exportar sus estándares en temas como derechos humanos, normas laborales y sostenibilidad ambiental, exigiendo a los países del Mercosur alinearse con el Acuerdo de París. «Esto refuerza la narrativa de la UE como un líder global en temas verdes y éticos», añaden las fuentes. Todos los actores internacionales tienen intereses, pero Bruselas habla de «fiabilidad». Da más estabilidad a la relación con Latinoamérica de lo que puede hacer China; es una apuesta por «un vínculo sólido» en unos tiempos de vaivenes políticos a ambos lados del océano.
»Es el inicio de una nueva historia»
Con todo, este acuerdo es, además, un golpe sobre la mesa de Ursula von der Leyen. La alemana viajó a Uruguay a la cumbre del Mercosur prometiendo que iba a cerrar el pacto, y lo hizo pasando por encima de la oposición de un Macron que la acabó ‘desinvitando’ a la inauguración de la catedral de Notre Dame. No pareció importarle a la ‘hiperlideresa’ comunitaria; empieza la legislatura con una decisión por la que nadie daba un duro pese al impulso que dio hace meses la presidencia española del Consejo a las relaciones con América Latina. De hecho, en 2023 se celebró por primera vez en ocho años una cumbre con las dos partes en Bruselas. Hay un lado que tiene que ver con el contenido, pero otro está relacionado con el mensaje.
«Es el inicio de una nueva historia», aseguró la presidenta de la Comisión Europea una vez que se dio la firma. «Este acuerdo funcionará para las personas y las empresas. Más empleos. Más opciones. Prosperidad compartida», comentó. Eso sí, hay muchos sectores como especialmente el agrario que no ven con buenos ojos el pacto porque les deja en «desigualdad de condiciones» respecto a sus homólogos de los países latinoamericanos. Esta fue una de sus quejas durante las movilizaciones de hace meses que llegaron hasta las instituciones europeas; ahora Bruselas y los países tendrán que resolverlo con compensaciones que ya se empiezan a poner sobre la mesa.
El acuerdo UE-Mercosur hay que verlo como un todo. Marca un paso histórico en las relaciones comerciales entre Europa y Sudamérica: pretende crear una de las mayores zonas de libre comercio del mundo. «Al reducir los aranceles sobre bienes y servicios, promete impulsar los lazos económicos, ofreciendo nuevas oportunidades a las exportaciones industriales europeas y a los productos agrícolas del Mercosur», resumen en Bruselas. El acuerdo también hace hincapié en la cooperación en materia de normas medioambientales y laborales, aunque su eficacia en estos ámbitos aún está por probar.
A pesar de su potencial, el acuerdo se enfrenta a críticas por motivos medioambientales y sociales. Los activistas advierten de que podría acelerar la deforestación en la Amazonia y socavar los objetivos climáticos, mientras que los grupos sindicales destacan los riesgos para las industrias vulnerables, sobre todo desde el punto de vista de la agricultura. El éxito del acuerdo dependerá del equilibrio entre los beneficios económicos, la sostenibilidad y la igualdad de condiciones entre las partes. Y si hay éxito, la UE acabará mejor posicionada en el mundo.