Dos guardias nacionales resultan gravemente heridos en un tiroteo cerca de la Casa Blanca - Argentina
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Dos guardias nacionales resultan gravemente heridos en un tiroteo cerca de la Casa Blanca

Publicado: noviembre 26, 2025, 6:57 pm

Con varios disparos a la cabeza, al menos cuatro, un afgano de 29 años, asilado en Estados Unidos y llegado al país en 2021 , dejó en estado crítico a dos reservistas de la Guardia Nacional de Virginia Occidental que patrullaban el centro de Washington, a apenas una manzana de la Casa Blanca . El sospechoso ha sido identificado como Rahmanullah Lakanwal, según varias fuentes policiales que hablaron con los medios en el lugar de los hehcos. Entró por primera vez en territorio estadounidense hace cuatro años , vivió un tiempo en el estado de Washington y obtuvo asilo en 2024, un estatus que le fue concedido a comienzos de este mismo año. El ataque fue directo, rápido y según se cree ahora premeditado. Pasadas las 14.25, el agresor abrió fuego en la entrada de la estación de Metro de Farragut West, un punto en el que suele haber presencia constante de militares desde que Donald Trump ordenó el d espliegue extraordinario de más de 2.300 guardias nacionales para combatir la criminalidad en la capital. Eligió el lugar y el momento: sabía dónde estaba y a quién se dirigía. Lo que vino después duró apenas unos segundos. Los soldados trataron de cubrirse mientras agentes federales y policías vestidos de negro se abalanzaban sobre el tirador. En medio del caos uno de los guardias nacionales, que no portaba arma de fuego, consiguió sacar una pequeña navaja de bolsillo y apuñalar al atacante para intentar detenerlo. Otro guardia, al escuchar los disparos, respondió inmediatamente y abrió fuego contra el agresor , alcanzándolo varias veces hasta inmovilizarlo. El tirador cayó al suelo, fue reducido en plena calle, inmovilizado sobre el asfalto y trasladado desnudo en una camilla a un hospital cercano. Varias manzanas quedaron acordonadas y los equipos de emergencia ocuparon en minutos una de las zonas más transitadas del Distrito de Columbia: un corredor de oficinas federales, hoteles y accesos al perímetro presidencial por el que pasan cada día miles de funcionarios y periodistas. Trump compareció desde Florida y dijo que el ataque ha sido «un crimen contra la humanidad» y que los dos guardias nacionales tenían «el amor de toda la nación» en un momento de angustia y rabia. Aseguró que el sospechoso —al que llamó «animal»— es un ciudadano afgano que entró en Estados Unidos en septiembre de 2021 en uno de los vuelos organizados por la Administración Biden tras la retirada de Kabul. Añadió que su estatus fue prorrogado bajo una ley firmada por Biden, al que describió como «el peor presidente de la historia». Usó el ataque para insistir en que la mayor amenaza para la seguridad nacional es la llegada de «millones de extranjeros no revisados» durante la presidencia de Biden. Citó el caso de Minnesota y habló de «pandillas de somalíes», dentro de un mensaje más amplio sobre expulsiones y revisiones masivas de casos de asilo. La alcaldesa, Muriel Bowser, describió el ataque como «un tiroteo dirigido». Un alto responsable policial afirmó que, por ahora, todas las evidencias apuntan a la acción de «un único atacante», un lobo solitario capaz de golpear en uno de los lugares más vigilados —y teóricamente más seguros— del país . El tiroteo vuelve a poner a prueba el dispositivo que Trump desplegó en agosto, cuando declaró una emergencia por crimen y ordenó la presencia masiva de militares en avenidas, estaciones y cruces estratégicos. El presidente llevaba semanas presumiendo de que la criminalidad había caído en picado gracias a la simple visibilidad de los uniformados. El ataque, ocurrido en plena festividad de Acción de Gracias mientras Trump descansaba en su mansión de Florida , devolvió a la ciudad a una realidad incómoda: estos jóvenes soldados, ya asumidos por los washingtonianos como parte del paisaje urbano, son también un objetivo vulnerable. La respuesta del Gobierno fue inmediata. El secretario de la Guerra, Pete Hegseth, ordenó enviar otros 500 efectivos a la capital , pese a que una jueza federal dictaminó la semana pasada que el presidente no puede emplear unilateralmente a la Guardia Nacional para funciones de seguridad sin el consentimiento del Distrito de Columbia. Esa resolución quedó en suspenso durante tres semanas para permitir un recurso y debía entrar en vigor el 11 de diciembre. La resistencia política al despliegue ha sido constante, especialmente entre los demócratas, aunque con escaso margen de acción: a diferencia de otros territorios, en la capital federal el presidente puede movilizar tropas y agencias federales sin autorización local, y Trump lo ha hecho en repetidas ocasiones. La alcaldesa Bowser, sin herramientas legales para frenarlo, ha acatado las órdenes y este miércoles acudió a la escena del ataque junto al director del FBI. Kash Patel, jefe de ese Buró Federal de Investigación, aseguró en el lugar que los dos guardias nacionales siguen con vida , aunque en estado crítico. Señaló también que el sospechoso será acusado de agresión contra un oficial federal. La tarde estuvo marcada por la confusión: el gobernador de Virginia Occidental, Patrick Morrisey, anunció inicialmente la muerte de los dos soldados para después rectificar y reconocer que había «informes contradictorios» sobre su estado. Tras el tiroteo, la Casa Blanca activó la alerta roja —el nivel reservado para amenazas directas contra la vida— y más tarde la rebajó a naranja, un estatus de «riesgo alto» que mantiene al Servicio Secreto preparado para evacuar a quien sea necesario. Como el presidente, sus principales asesores no se encontraban en el complejo presidencial por el descanso de Acción de Gracias. La investigación continúa abierta. Washington vive en tensión marcada por un despliegue inédito, un pulso institucional sobre los límites del poder federal en la seguridad local y la constatación de que, incluso con miles de uniformados en las calles, la capital sigue expuesta a atentados de este tipo.

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