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De Reagan a Trump

Publicado: marzo 20, 2025, 3:01 am

Una de las muchas insensateces expresadas por Donald Trump es que «la palabra más hermosa es arancel». Puede tener su lógica que un iletrado elija ese término como el más bello. Pero alguien que alcanza un cargo tan importante solo puede decir tal cosa si se trata de una trampa, de una forma de chantajear a los países con los que intercambia productos (por ejemplo, los de la Unión Europea), o a los que pretende provocar serios problemas económicos para anexionárselos (como Canadá), o controlarlos desde Washington (como México). De ser así, estaremos ante el uso de los aranceles como un arma de eso que se conoce como guerra híbrida.

Si, por el contrario, Trump tuviera la convicción de que los aranceles generan prosperidad, el presidente de Estados Unidos estaría fuera del consenso general de los economistas, convencidos de que poner impedimentos al comercio internacional genera pocos beneficios. Pero el criterio de Trump es muy distinto. Reconoce que los aranceles pueden provocar algún problema en el corto plazo, pero insiste en su convencimiento de las muchas bondades que generarán después.

Quizá aún quede en Estados Unidos algún republicano (y en España algún trumpista extraviado) que admire a Ronald Reagan, uno de los presidentes más populares de la historia de su país. En 1987, Reagan explicó que «cuando alguien dice que hay que imponer aranceles a las importaciones extranjeras, parece que está haciendo algo patriótico, al proteger los productos y puestos de trabajo estadounidenses. Y, a veces, por un corto tiempo funciona, pero solo por un corto tiempo. Porque después, las industrias comienzan a depender de la protección del Gobierno en forma de altos aranceles; dejan de competir. (…) Los altos aranceles conducen inevitablemente a represalias por parte de países extranjeros y al desencadenamiento de feroces guerras comerciales. El resultado es que cada vez se imponen más aranceles, hay barreras comerciales más altas y menos competencia. Así que pronto, debido a los precios artificialmente altos por los aranceles que subsidian la ineficiencia y la mala gestión, la gente deja de comprar. Entonces sucede lo peor: los mercados se contraen y colapsan; los negocios e industrias cierran; y millones de personas pierden sus empleos».

Es significativo que Donald Trump, ante el Congreso de su país, se comprometiera a «traer de vuelta millones de puestos de trabajo», cuando Estados Unidos disfruta de algo muy parecido a la inexistencia práctica de paro desde mucho antes de que Trump llegara al poder, y cuando pretende expulsar a millones de inmigrantes que, por tanto, dejarán vacantes muchos empleos que no se podrán cubrir por falta de trabajadores.

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