Publicado: mayo 8, 2025, 6:00 am
Pasadas las 17 del sábado 3 de mayo, cuando empezó a sonar “El oboe de Gabriel”, de Ennio Morricone, Tatiana “Tati” Bosch (30) entró del brazo de su padre, el empresario Francisco “Francho” Bosch, por la nave central de la imponente basílica del Santísimo Sacramento, en el barrio porteño de Retiro. En el altar la esperaba el novio, el español José María “Chema” Cánovas (32), elegantísimo con galera y jaquette, quien había entrado diez minutos antes del brazo de su madre y con los acordes del himno de España.
Cuando todavía no terminaba el fin de semana XXL, más de 150 personas –entre familiares y amigos– coparon la calle San Martín para acompañar a los novios y para participar de la ceremonia religiosa, que fue oficiada por el sacerdote Martin Bracht y que hizo emocionar a todos: no sólo por la magnificencia de la basílica en sí, sino también por la impactante presencia de la orquesta y del coro del Santísimo (muchos decían que fue como estar en el Teatro Colón). Y, además, por el sello de las tradiciones españolas: desde la peineta que lució Katia García de Blanes, la madre del novio (en España, es habitual que las lleven las madrinas), hasta el uso del jaquette por parte de los testigos españoles que viajaron para la boda y, finalmente, porque, al terminar la misa de esponsales, los recién casados hicieron una ofrenda a la virgen en uno de los altares laterales.
Cuando salieron de la basílica, considerada una de las más lujosas de Buenos Aires y la elegida para celebrar los casamientos de la alta sociedad porteña, lo hicieron cruzados: Magdalena “Mimi” Robirosa –quien además, es madre de Baltazar y Silvestre, de su matrimonio con “Francho”– con José María Cánovas, el papá del novio.
UN AMOR SIN BANDERAS
Fue también en una fiesta, en otra, en una que se organizó en el barrio de Chamberí hace cuatro años atrás en Madrid, donde surgió la historia de amor. Tatiana, que llevaba casi un año instalada en Madrid porque había ido a realizar un máster, asistió al festejo junto con una amiga suya, quien, a su vez, era amiga del dueño de casa: José María Cánovas. Chema, como lo llaman, se dedica a las finanzas. Una de las amigas más cercanas de Tatiana contó a ¡HOLA! Argentina: “Fue el destino porque, al mes siguiente, ella ya iba a volverse a Buenos Aires definitivamente. Ella no pensaba quedarse en España y, al final, por amor, los planes cambiaron: terminó quedándose allá”. De a poco, en estos cuatro años se descubrieron pensando en su casamiento y, después de formalizar, empezaron a organizar todo en remoto: desde Madrid.
“En uno de los viajes que hicieron juntos a Buenos Aires, Tati llevó a Chema a conocer la basílica del Santísimo Sacramento, en Retiro, y él quedó encantado: decidieron que se casarían allí”, contó una allegada. La diseñadora Evangelina Bomparola, a quien Tati –quien se dedica a la comunicación y está por lanzar Rubita Studio– llegó por recomendación de Dolores “Lulu” Cahen d’Anvers, fue la encargada de hacer el vestido: “Tati quería un diseño muy limpio, simple, y Evangelina supo interpretarla a la perfección. Y, además, lo realizó con muy pocas pruebas y en tiempo récord”, revelan.
En la organización, la mamá de Tati, “Mimi” Robirosa, fue clave: desde el principio hasta el final, ayudó a los novios para que la buena onda se respirara en todo momento y en cada detalle.
Cuando la fecha estuvo definida, se acopló al equipo la productora de eventos Rocío Zavalía quien, en parte, tuvo a su cargo la logística del gran contingente español. Sucede que fueron nada más y nada menos que 110 los invitados que cruzaron el océano Atlántico para asistir a la boda; y tanto para acercarse a la basílica como para atravesar Capital Federal y llegar por la Panamericana hasta Tortugas Country Club –donde se hizo la fiesta para 300 invitados–, se movilizaron en varios ómnibus.
UNA FIESTA DE PELÍCULA
Cerca de las 19.30, en Tortugas, comenzó la fiesta, que tuvo como gran protagonista una megacarpa ambientada por la top Gloria César. “De película… increíble; algo nunca visto”, repiten los invitados cuando describen el lugar. No sólo había spots con estilo marroquí logrados con varios kilims, sino también otros con toques grecorromanos logrados con estatuas by Gabriel del Campo –dueño del famoso anticuario– estratégicamente instaladas en el predio y en las bibliotecas que realiza “Mimi” Robirosa. Había muchísimas flores: en las mesas y en el techo.
“Tati y Chema le transmitieron a Gloria qué era lo que querían con exactitud: gran parte de la inspiración vino de viajes que los novios han hecho”, contaron las amigas de la novia. Además del finger food de la recepción, el servicio de catering –a cargo de Emme– ofreció un menú que incluyó desde empanaditas hasta langostinos, gazpacho y dátiles con panceta con queso azul hasta vacío con puré de boniato. Fue cuando se servía la gran variedad de postres –brownies, trufas, alfajores y panqueques de dulce de leche con helado– que llegó uno de los momentos más emotivos: mientras Malenita de Álzaga, la abuela de “Tati”, se lanzaba a cantar el famoso “Salve Rociera”, los trescientos invitados –argentinos y españoles– entonaron juntos el “olé, olé, olé” de un estribillo que se volvió más y más potente. “Fue tremendamente emocionante”, contaron.
Cerca de las 6 de la mañana, mientras muchos se deleitaban con sándwiches de cordero a la cruz o con medialunas, los novios se preparaban para viajar junto con algunos de los amigos españoles rumbo a la Patagonia. La luna de miel oficial, dicen, vendrá más adelante.