Publicado: febrero 19, 2025, 11:03 am
El estado de salud del papa Francisco, hospitalizado en Roma por una neumonía bilateral según ha informado el Vaticano en un comunicado, mantiene en vilo a millones de católicos y personas de todo el mundo: el pontífice presenta un «cuadro complejo», aunque la Santa Sede asegura que el padre Bergoglio «está de buen humor».
Sin embargo, la avanzada edad (88 años) del papa Francisco hace que muchos especulen sobre su estado de salud en el futuro cercano, incluso tras su recuperación, y con la posibilidad de que la Iglesia Católica deba celebrar un cónclave en el futuro cercano para dirimir la sucesión del liderazgo de la iglesia -y del Estado Vaticano- tras el fallecimiento del actual pontífice.
Cuando el papa muere se declara Sede Vacante
El cónclave es, probablemente, el rito católico más mediático, con una larga tradición y mística que se remonta a los propios orígenes de la Iglesia Católica. Se trata de la reunión del Colegio Cardenalicio -los cardenales de todo el mundo- que se congregan bajo llave en la Capilla Sixtina, en el Vaticano, para elegir entre ellos al próximo líder de la Iglesia, considerado el sucesor de San Pedro por la religión católica.
Cuando el Papa fallece, el camarlengo -el administrador de la Santa Sede designado por el pontífice- certifica su muerte y sella la habitación papal. Se destruye entonces el Anillo del Pescador -un anillo grabado con un sello que porta la imagen de San Pedro y que porta el Papa como su sucesor- y se declara el periodo de Sede Vacante.
Una vez informados los fieles -y el mundo- de la muerte del Pontífice, se organizan los Novendiales, los funerales del Papa. Con la Iglesia Católica de luto, comienzan los preparativos del cónclave: se celebran las Congregaciones Generales, lideradas por el camarlengo y el cardenal decano, para concretar los detalles del proceso y asuntos generales de la Iglesia.
Se fija entonces la fecha de inicio del cónclave, normalmente entre 15 y 20 días tras la muerte del Papa, y todos los cardenales menores de 80 años son convocados a Roma para participar en la elección del nuevo pontífice.
Los cardenales se encierran bajo llave en la Capilla Sixtina
El día del inicio del cónclave, los cardenales desplazados a Roma celebran una misa, Pro Eligendo Pontifice, previa al cónclave y presidida por el cardenal decano, para pedir a Dios sabiduría y certeza para elegir al futuro líder católico.
Después, los cardenales acceden al interior de la Capilla Sixtina, donde votarán para elegir a un nuevo Papa. En un procedimiento cargado de simbolismos, los cardenales son encerrados bajo llave -de hecho, cónclave viene del latín cum clave, bajo llave- y nadie puede entrar ni salir durante las votaciones.
Los cardenales no están encerrados todo el tiempo en la Capilla Sixtina: se realizan dos votaciones por la mañana y dos por la tarde, pero los cardenales comen, cenan y descansan en la Casa de Santa Marta, una residencia adyacente a la Basílica de San Pedro, en el interior de la Ciudad del Vaticano.
Durante todo el proceso, eso sí, los cardenales están aislados del resto del mundo: para evitar influencias externas, no pueden tener acceso a medios de comunicación o internet, ni tampoco a teléfonos móviles, durante los días que pueda durar el procedimiento. En el cónclave solo están presentes los cardenales y solo los cardenales -ni asistentes, ni otros sacerdotes- y el voto en el mismo es totalmente secreto.
Fumata blanca o negra y dos tercios del cónclave
Las votaciones en el interior de la Capilla Sixtina siguen un procedimiento muy simple: cada cardenal escribe el nombre de otro cardenal que consideren idóneo para ser el nuevo Papa, dobla su papeleta y la introduce en una urna. Terminada la votación, la mesa de cardenales «escrutadores» abre la urna y mezcla los votos para contarlos, leyendo en voz alta cada voto y marcándolos en una hoja de control. Los revisores verifican este recuento.
Si al final del recuento nadie ha alcanzado dos tercios de los votos del Colegio Cardenalicio, que introducen los votos en la chimenea de la Capilla Sixtina y se quema junto a unas sustancias químicas para producir humo negro, que sale al exterior en forma de fumata negra: el humo negro expulsado al cielo de Roma muestra a los fieles congregados en la plaza de San Pedro que el cónclave aún no ha elegido a un nuevo Papa y deberá votar de nuevo cuando corresponda.
En caso contrario, si un cardenal es respaldado por los votos de dos tercios del cónclave, el cardenal decano le pregunta «¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?». Si acepta, el nuevo Papa debe elegir su nombre papal y es vestido con la sotana blanca. Se queman los votos con sustancias para emitir la famosa fumata blanca, que adelanta a los fieles que el cónclave ha terminado con la elección de un nuevo pontífice.
Momentos después, el Cardenal Protodiácono anuncia desde el balcón de la Basílica de San Pedro el famoso Habemus Papam antes de que el nuevo Santo Padre aparezca en el balcón para dar su primera bendición a Roma y al mundo.