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Coghlan, el barrio de casas inglesas y calles arboladas que se reinventa

Publicado: diciembre 9, 2024, 5:00 am

Este oasis amable de sólo 1,3 km2 es uno de los 48 barrios porteños. Quedan calles empedradas y elegantes residencias bajas con jardines y patios, a tono con su parquizada Estación Coghlan, cuya vida ferroviaria es el eje social y testigo de caminatas, mateadas, bicis que van y vienen, gente paseando perros.

Boleto de tren hecho mural por el artista urbano local Oveja eMePeCe.

Se nota la influencia inglesa en casas de finales del siglo XIX y comienzos del XX (entre otros estilos, claro). Tiene forma cuadrada, son unos 1.100/1.200 m en cada uno de sus lados; sin embargo, algunos breves y caprichosos cambios de rumbo impiden la perfección geométrica. Y se suma un detalle: la diagonal avenida Ricardo Balbín, que antes era Del Tejar y muchos aún le dicen así.

El norte es uno de sus vértices: Núñez y Zapiola. Mientras que sus otros límites son tramos de Roosevelt y Balbín, luego Monroe, el Ramal José León Suárez del Ferrocarril Mitre, una cuadra de Estomba y otra de Roosevelt, siguiendo por Tronador y unos metros de Congreso, Francisco de Asís y Quesada para empezar a regirse por las vías del Ramal Mitre hasta Núñez.

La encantadora Plazoleta Coghlan, área de protección histórica.

¿Cómo surgió esta Comuna 12? ¡En torno de la estación! Hace 137 años, el presidente Miguel Juárez Celman concedió la implementación de una bifurcación de trenes entre Belgrano y el pueblo de Las Conchas (hoy Tigre) a un tal Emilio Nouguier, quien formó la Compañía Nacional de Ferrocarriles Pobladores y adquirió las tierras para –supuestamente– levantar las estaciones.

Dos años después, en 1889, en un lapso de nueve meses se iniciaron y también se paralizaron las obras por falta de fondos. Artilugio conocido: pingüe negocio inmobiliario. Entonces, asumió el objetivo el Ferrocarril Buenos Aires y Rosario, que lo logró el 1 de febrero de 1891 (fecha del aniversario barrial) y se la llamó Estación Coghlan en homenaje al brillante y polifacético ingeniero hibernés John. Motivos sobran.

La comuna surgió en torno de la estación hace 137 años.

Nació en 1824 en una villa costera de Irlanda, estudió ingeniería civil en París, trabajó en Inglaterra, España, Suecia y Prusia, y llegó a estas costas en 1859. Aquí se casó con Margaret, una de las probables víctimas de la fiebre amarilla en 1871, cuya lápida está en el Cementerio Británico. No tuvieron hijos y John no volvió a casarse. El 14 de septiembre de 1890 murió en Londres.

Un protagonista del surgimiento nacional

Vivió acá tres décadas. Vino para trabajar en el puerto al ser contratado por Mariano Balcarce (el yerno de San Martín), que nos representaba en Europa. Coghlan tenía un gran prestigio y aquí fue un impulsor: asesoró en obras públicas, mantuvo amistad con los colegas Guillermo White y Luis Huergo, fue fundador de la Sociedad Científica Argentina… y, desde luego, la estación lo honró porque también lideró desenvolvimientos del Ferrocarril Buenos Aires-Rosario y otras líneas.

Otro de sus conocimientos y destrezas lo relaciona con la llamativa torre de ladrillos en Washington 2936, una de las conocidas 80 ventiletas que tiene la ciudad, destinadas a ventear los gases que emanan de los residuos cloacales de las redes subterráneas. Se ve desde cualquier punto por su altura de 30 m (y por no proliferar edificios de oficinas o viviendas). Erigida en la década de 1930, contiene un caño de hierro fundido de 70 cm de diámetro, pero atrae por su forma octogonal de ladrillos a la vista con junta inglesa, que se va angostando hasta el capitel ornamental de remate con un pararrayos.

La torre de ladrillos de Coghlan.

Concepto y estructura fueron definidos por Coghlan para proteger la sanidad de los ciudadanos por ser experto en el manejo de flujos acuáticos, drenajes, inundaciones e infraestructura comunitaria. Estos asuntos eran cruciales en esa época. Al respecto escribió: “Sin abundante provisión de agua, cloacas y desagües, y con focos permanentes de gases malsanos en cada casa y lodazales en cada calle, debe siquiera haber esperanza de que esta ciudad, por mayores esfuerzos que hagan sus habitantes y autoridades, se encuentre en condiciones de salubridad satisfactoria”.

Evidentemente, Coghlan bien se merece el nombre de un barrio y formó parte de los contingentes de inmigrantes que tanto legaron. En esos años, la mitad de los 187.000 habitantes de Buenos Aires eran extranjeros, y los irlandeses se integraron muy tempranamente y sobresalieron en trabajos rurales y en la cría de ovejas. También trataron de pasarla bien y se divirtieron jugando al polo y al hurling –de ahí Hurlingham–, disciplina deportiva similar al hockey, pero más violenta. Algunos apellidos persisten en la memoria: Lynch, Armstrong, Cullen, Murphy, Farrell, Duggan, Gaynor, Hughes… y ¡Coghlan, por supuesto!

La obra “Otoño inglés en Buenos Aires” de Anikó Szabó sobre la estación de tren ha sido tomada como un emblema barrial.

La estación, el corazón del barrio

Es tan genética la estirpe ferroviaria que una imagen identitaria muy difundida es el óleo Otoño inglés en Buenos Aires, Estación Coghlan, realizado en los 80 por la artista argentina Anikó Szabó (aunque nacida en Alemania e hija de húngaros). Su obra ha sido tomada como emblema barrial y ha inmortalizado el lugar. Parte del bello paisaje pintado es el encantador puente peatonal. Su estructura es indudablemente propia de la Revolución Industrial, totalmente fabricado en hierro en Glasgow (Escocia) en 1905: práctico, simple y liviano.

La pintoresca y cuidada estación es típicamente inglesa, algo gótica, con tejas de pizarra y ventanas ojivales y verticales de madera; en tanto que, en los andenes, los techos son de chapa, con las peculiares cenefas, mientras que las columnas son de madera. Subsisten algunas piezas antiguas, como una boletería, una campana, un reloj, un surtidor bomba de agua para aprovisionar las máquinas a vapor…

Estación de trenes de Coghlan.

Está enmarcada de verde con senderos para caminatas, una reservada Plazoleta Coghlan (entorno ambiental de protección histórica), alguna feria artesanal improvisada y hasta un rudimentario montaje con libros para llevarse libremente, un estímulo de la Biblioteca Popular, que funciona en un sector de la edificación y que recientemente fue declarada de Interés Cultural y Social por la Legislatura porteña. La única biblioteca en una estación ferroviaria del país acelera su ritmo en los fines de semana. Varios participantes o miembros comparten tareas con pasión: Joaquín Gorostiza, Adriana Riquelo, Laura Dabruzzo, Iside Cazu, Andrea Riera, Marisa Orrú, Lali Abril, Paula Leiva, Roberto Zurutuza.

Adriana, presidenta de la Asociación Civil Amigxs de la Estación Coghlan, comentó que la entidad surgió en 1967, “cuando el jefe de la estación convocó a los vecinos para mejorar el espacio público, porque este patio era un terreno baldío que se inundaba y cuando llovía la gente ponía tablones para llegar al andén. Mediante el trabajo voluntario se sacaron malezas, se plantaron árboles e hicieron arreglos y, luego, con el apoyo del Estado, se agregaron juegos y efectuaron mejoras hasta lograr este hermoso aspecto, porque nos ocupamos de cuidar el patrimonio y desarrollar movidas culturales. Y ya en 1968 se inauguró la biblioteca como complementaria”.

Dos integrantes de la Biblioteca Popular de la Asociación Amigos de Estación Coghlan.

Marisa, por su parte, afirmó que se estaba inventariando. “Estimo que hay más de 8.000 volúmenes, en su mayoría de donaciones de los vecinos, un 90%, y se apela a otros mecanismos para también adquirir ejemplares nuevos. Los principales usuarios son los vecinos, no tanto los estudiantes, y dado que el espacio es reducido, mantenemos criterios con respecto a qué tipo de libros conservar. Por ejemplo, no tenemos enciclopedias o diccionarios y nos enfocamos en literatura”, expresó.

Un territorio con historia y arte

También calificado como de Interés Cultural por el parlamento porteño, el Centro Ana Frank, sobre Superí 2467, fundado por Mauricio Szulman (quien murió el año pasado), es el espacio museológico prominente por su temática, las instalaciones y la concurrencia. En lo que va de 2024 lo conocieron más de 600 grupos escolares y tuvo más de 3.500 visitantes particulares. Abrió sus puertas el 12 de junio de 2009, en conmemoración del octogésimo aniversario del nacimiento de la niña alemana judía, víctima del Holocausto, que alcanzó notoriedad mundial por haber llevado un diario de sus experiencias.

Recorrer las salas que divulgan la historia de Ana Frank y honran a las víctimas del Holocausto es una emoción insoslayable.

Michelle Ickowicz, coordinadora del Museo (organización miembro de la Casa de Ana Frank en los Países Bajos), comentó: “El recorrido se inicia con una línea de tiempo que pasa por el acceso de Adolf Hitler al poder, la nazificación, los campos de concentración, los guetos, la Segunda Guerra Mundial, la resistencia, la huida de la familia a Holanda y el proceso que siguió hasta difundirse los escritos de Ana”. Un sector de la edificación replica cómo fueron los ambientes donde vivieron ocultos y, en el patio, el imán es un retoño del castaño que la niña veía desde su claustro.

Por otra parte, es notable cómo al deambular por las calles coghlanenses se aprecian murales de todo tipo. Entre ellos, uno dedicado al cantante Roberto “Polaco” Goyeneche (vecino célebre del barrio), un enorme boleto de tren plasmado cerca de las vías y realizado por el reconocido artista urbano local Oveja de eMePeCe y una curiosa esquina de figuras geométricas coloridas con mayólicas y un refrán en el frente: “Sólo el amor alumbra lo que perdura”.

Así como también despiertan interés algunas calles. Por ejemplo, se juntan tres presidentes estadounidenses: Franklin Delano Roosevelt, George Washington y James Monroe. Incluso están las referencias griegas: el escritor y filósofo Plutarco, el celebérrimo Sócrates (el padre de la filosofía occidental) y el mitológico Prometeo, el titán que les robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres. “¡Es increíble que este pasaje de solo dos cuadras y tan angosto sea doble mano! En el pasado aquí había una quinta con perales y otros frutales; ahora quedan algunos limoneros y naranjos”, contó Gustavo Saffi, uno de sus habitantes.

Una de las residencias distinguidas de Coghlan.

Hay una arteria tan transitada como ignorado su nombre: Superí. Es el apellido de José, quien de niño ingresó como cadete en el Regimiento Fijo de Infantería, luchó contra las invasiones inglesas como sargento del Batallón de Naturales, Pardos y Morenos y fue ascendido a teniente.

Por otro lado, además de El Polaco y Szabó, otras personalidades eligieron esta tranquilidad amigable y viviendas con techos piramidales y ventanas alargadas como si fueran de cuentos. Entre ellas, el pintor Lino Spilimbergo; el poeta, recitador y letrista de tango Julián Centeya; el inventor Ladislao Biro; el folclorista Horacio Guaraní; el músico clásico Athos Palma y hasta Chirolita con el ventrílocuo Mister Chasman.

Roberto Goyeneche en un estudio de grabación.

Vestigios o memorias industriales

En el pasado, también hay señales o recuerdos fabriles. Por ejemplo, en 1928 se instaló la textil Sedalana (sobre avenida Congreso), que empleaba a inmigrantes alemanes dado que pertenecía a un consorcio germano liderado por Friedrich Schlottmann. Se cuenta que el 30 de junio de 1934, el impresionante dirigible germano Graf Zeppelin hizo una pausa en su periplo aéreo sobre Buenos Aires, a cierta altura de la fábrica, para saludar a los trabajadores (o que los trabajadores lo saludaran). Años después funcionó Telesud, que producía los televisores Zenith.

Testimonio también de antaño es la chimenea de la ex fábrica de chocolates de Nestlé, de 1930, que se visualiza en medio de una manzana donde hoy se levanta un vasto complejo de departamentos con parque y varios accesos, emplazado en el vértice superior izquierdo del recuadrado vecindario.

Pero lo más palpable y cuyo rescate edilicio está en marcha pasa por una empresa que se instaló en 1921 a la altura 3035 de la calle Freire. Los artífices fueron Rudolph Barthel y su esposa Gertrud Götz, quienes abrieron esta subsidiaria del establecimiento familiar en Dresden (Alemania). Es una edificación neocolonial decaída y amenazada por una suspendida demolición. Sobre el amarillo muro frontal dice, con letra cursiva, Barthel Muebles y la puerta enrejada muestra un cartel estatal de permiso de obra para una lapidaria “ejecución de obra civil, modificación y ampliación con demolición parcial”.

Casa Barthel.

Pero el reclamo del vecindario obligó a estamparle una etiqueta de “CLAUSURADO”, impuesta por el Poder Judicial de la Ciudad, ya que un juzgado de primera instancia dispuso el año pasado esta medida en razón de un pleito barrial de amparo… afortunadamente.

Cuenta con un patio arbolado con araucaria, palo borracho, ceibo, naranjo, palmeras y una variedad de plantas y flores. Al final de una callecita empedrada, un galpón tiene estampada una fecha: 1925. Una pared preserva una escena de una pareja hecha en cerámica –quizá andaluza–, entre otros azulejos incrustados en las murallas.

Sin perder el perfil residencial, estuvieron estas fábricas, así como con el tiempo fueron desapareciendo las quintas. Quedaron como evidencia la Villa Vicentina, construida en 1882, en la intersección de Roque Pérez y Núñez, donde funciona la Escuela Técnica N° 21 Fragata Escuela Libertad, inmueble que dentro de su devenir propietario involucró a la familia de Vicentina Fumo de Molinari Laurín, de ahí su nombre.

Villa Roccatagliata, el escudo histórico.

La otra que sobrevive en parte es la neorrenacentista italiana Villa Roccatagliata, de 1900, entre Roosevelt, Zapiola, Rivera y Balbín, familia que era propietaria de la Confitería del Molino. Rodeada de enormes torres, se desdibuja el frente histórico con columnas corintias y una rica ornamentación con flores y hojas junto a pedestales redondos y cuadrados y un escudo con el nombre del palacio. El actual proyecto arquitectónico la incluyó en el desarrollo inmobiliario con la idea de no perder la elegancia y destinarla a una confitería.

Sin duda, entre las edificaciones tradicionales, en la avenida Monroe, está el Hospital Pirovano –en homenaje al destacado cirujano Ignacio Pirovano–, inaugurado oficialmente en 1896 y al que paulatinamente se le fueron agregando pabellones.

Entretenerse y paladear

Puntos de encuentro de la gente hay varios, pero los más representativos son dos. El más añoso es el famoso Club Social y Deportivo El Tábano, nacido en 1930, aunque recién obtuvo la personería jurídica en 2003 y en 2021 fue considerado de Interés Cultural por la Legislatura. Todos recuerdan sus bailes de carnaval y su murga, así como las noches tangueras donde el ídolo fue Goyeneche y se lucieron Juan D’Arienzo, Aníbal Troilo, Nelly Omar y hasta Sandro y los de Fuego. Su cotidianeidad societaria actual es por demás variada y, a la vez, muy original. Hay prácticas de chamullo de barrio o de bailarín compadrito, pero también clases de pilates o de trapecio, mientras que lo inusual incluye, asimismo, la enseñanza de ukelele y cursos de inglés.

El Tábano, el popular restaurante barrial.

Muy convocante es el restaurante para 80 cubiertos que conduce la paraguaya Normita Orrego, muy querida por los comensales. Todo está decorado con fotos deportivas y de personajes populares, banderines, guantes de boxeo, casacas y un cartel que dice “Mi boliche”, pero, en rigor, es un clásico bodegón. Las milanesas completas (y gigantes) y sus empanadas de carne están entre las opciones preferidas de la carta tipo casera. Los precios accesibles son puerta de entrada para grupos y familias.

La otra entidad con prosapia, nacida en 1937, es insólita. “El Club Social, Deportivo y Cultural Mariano Moreno es el único del país que aúna billar a tres bandas y ajedrez, y no tiene otras disciplinas. Es una fusión de un equipo de billar de Palermo y uno de ajedrez de River que conducía una gloria del tablero, Oscar Panno”, evoca Julio Villarruel, quien fue presidente durante 14 años. Para sus 300 socios se arman competencias mientras el futuro se forja con las escuelas de ambas especialidades.

Entre las elegantes residencias hay otras que no lo son, pero tienen historia, como el Club Mariano Moreno, donde la amistad se nutre del billar o el ajedrez con avezados jugadores.

A la hora del desayuno, la merienda y el almuerzo, desde hace tres años son sabrosos los chipás en forma de bastón, las medialunas, el tiramisú, las pizzas y las empanadas del local Panes & Café Agrado, en la esquina de Superí y Quesada, todo de elaboración propia, con mesas en su interior. La calidez y el cuidado son notables porque es la familia de la multifacética Karina Castro la que trabaja: Darío es panadero, Eileen y Melina (sobrinas) son pasteleras, la cuñada Claudia recibe en el mostrador y el sobrino Matías es un asistente de lujo.

Y si uno transita por Freire, llegado un momento choca con el restó bar Atilano, ya que la calle tiene un codo en su intersección con Iberá. Julieta Fekete, su propietaria, peronista e hincha de Boca, cuenta: “Abrimos en 2009 después de muchos trabajos de remodelación. Aquí, en los años 50 funcionó un almacén muy famoso por los productos que traían de España, incluidos jamones que colgaban del techo”. Entre los platos recomendados hay pizza a la piedra, menú ejecutivo al mediodía, hamburguesas veganas y pastas. Julieta, quien abandonó su profesión de abogada, refiere que le puso el nombre de su abuelo gallego y, en cuanto a la decoración claramente peronista, dice, divertida: “Los que no lo son también vienen a comer, por supuesto. Nos queremos y nos llevamos muy bien”.

Vicente, especialidad en pastas y parrilla, con menú muy argentino e italiano.

Otra opción para reunirse y tomar café o comer es el Restaurante Vicente, a una cuadra de la estación, con un menú muy argento con gran variedad de pastas caseras (hasta fusilli al fierrito) y una docena de salsas, carnes a la parrilla, postres caseros, pescados, mariscos, comida vegana y ensaladas especiales, además de buenos vinos. Un detalle, enfrente está el negocio Little Italia, con buenos productos traídos de la península, entre ellos los exquisitos cannoli para los más golosos, “aunque ahora está resultando difícil importarlos”, comentan.

Infaltables los helados de Savelli con mesas en el frente, entre plantas y flores, en Iberá y Naón. Artesanales, 100% naturales, postres y palitos para una variedad de sabores que dificulta la decisión. ¿Higos con nueces al cognac, pistacho, sambayón scotch, banana split o crema oreo? Difícil definir.

Para Liliana Ruiz, que disfruta un cargado cucurucho junto a su familia y vive hace 33 años en el barrio (desde cuando sus hijas jugaban en la calle): “A veces hay temas de inseguridad en Coghlan, pero aquí se vive muy bien y hacemos de todo. Vamos a la Iglesia Santa María de los Ángeles, a veces comemos en El Tábano o recorremos las pizzerías y siempre paseamos por la estación, que es maravillosa”.

Heladería Savelli, un clásico barrial.

Datos útiles

  • BIBLIOTECA POPULAR MITRE Estomba 2649. T: 4542-6613. Un muy buen stock de literatura y actividades culturales. Martes a viernes de 15 a 19 y los sábados en la mañana.
  • CENTRO ANA FRANK Superí 2647. T: 3533-8505. Miembro de la Casa Ana Frank en Latinoamérica. Se reproduce el anexo secreto de la casa original en Amsterdam. Jueves, viernes, sábados y segundo/cuarto domingo de cada mes. Visitas escolares.

Recorrer las salas que divulgan la historia de Ana Frank y honran a las víctimas del Holocausto es una emoción insoslayable.

  • CLUB EL TÁBANO Y RESTAURANTE Naón 3029. T: 3823-5172. Amplia oferta de actividades en el Club. El bodegón atiende todo el año de 11 a 15 y de 20 a 23. Se puede reservar. Reservas, pedidos o consultas: 4544-6193. 11 6832-3617.
  • PANES Y CAFÉ AGRADO Superí 3002 y Quesada. T: 7614-4755. En el delivery de cercanía, tiene alta demanda de los sándwiches de milanesa, empanadas y pizzas. Lunes a viernes de 8 a 19. Sábados, domingos y feriados de 8:30 a 19.

Panadería y pastelería Agrado, una de las especialidades es el tiramisú

  • RESTO BAR ATILANO Iberá 3201. T.: 4542-2110. Recomendables el tostado mixto con pan de pizza y el brunch para dos personas. Hay platos vegetarianos. Abierto todo el año para almuerzo y cena, con desayunos de 8 a 12 y merienda de 16 a 19.

Restaurante Atilano

  • VICENTE PARRILLA Y RESTAURANTE Rivera 3801 Naón. T: 4542-4025. Especialidad en pastas y parrilla, con menú muy argentino e italiano. Tiene mesas al aire libre y platos para niños. Todos los días, de 12 a 15 y de 20 a 00.
  • LITTLE ITALIA Naón 2701. T: 2865-0281. Salsas, pastas, aceite de oliva, frutos de mar, preparados para pizza y polenta, entre otros. Lunes a viernes de 10.15 a 19.15hs; sábados de 10.15 a 17 hs. Tiene tienda online, abierta las 24 horas.

Little Italia

  • SAVELLI HELADOS & CAFÉ Iberá 3799 y Naón. T: 4542-5059. Helados 100% naturales. Abierto martes, miércoles y jueves de 13 a 00, viernes y sábados de 12 a 01:00 y domingos de 12 a 00. Hay delivery.

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