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Boom en puerta: en la Argentina ya hay 70.000 hectáreas con tres cultivos que sirven para hacer energía

Publicado: agosto 11, 2025, 6:04 pm

Las oleaginosas de inviernocolza, camelina y cártamo, orientadas a la producción de biocombustiblespermiten aprovechar al máximo el intervalo entre dos cultivos de verano. Ya hay 70.000 hectáreas con colza, camelina y cártamo en el país, sembradas mediante convenios donde los productores reciben la semilla y entregan toda la producción al comprador, que a su vez tiene acuerdos con empresas productoras de energía. Ocupan un nuevo lugar en la rotación de cultivos, sin competir con los de verano y aprovechando suelos ociosos y las lluvias de otoño-invierno para generar una renta adicional.

En un panel sobre los tres cultivos desarrollado durante el congreso de Aapresid, Jorge Bassi, gerente de Marketing de Bunge, explicó que “estamos desarrollando colza, camelina y cártamo para intensificar la agricultura, aprovechar el tiempo del barbecho entre dos cultivos de verano y lograr un plus de productividad y rentabilidad en la rotación tradicional, que no va en contra de los demás cultivos”.

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“Son tres cultivos invernales oleaginosos nuevos, que permiten aprovechar una oportunidad mundial de demanda de aceites certificados con baja huella de carbono para uso en biocombustibles”, agregó durante su exposición en el congreso.

En una secuencia convencional de cultivos, la incorporación de estas especies busca reemplazar el barbecho otoño-invernal por un nuevo cultivo, cuya elección depende de las características de los suelos y de los climas donde se implantarán. Por ejemplo, en las áreas húmedas del NOA y del NEA se puede incorporar la colza; en zonas más secas se puede optar por el cártamo. Por su parte, la camelina puede tener un lugar después de la cosecha de soja por su ciclo corto y resistencia a heladas. “Es decir, es necesario ubicar los cultivos para cada zona, apoyados por los técnicos e investigadores que permitan desarrollar planteos sustentables”, invitó Bassi.

La siembra de estas oleaginosas se realiza por convenio. “Se hacen contratos mediante los cuales la empresa entrega la semilla y recibe toda la cosecha, tras lo cual se mide la huella de carbono que permita certificar que se mejoró el balance en el suelo”, sostuvo el orador. Con la cosecha 2024/25 se procedió a la industrialización local y se exportó lo producido.

Jorge Bassi en Aapresid

Estos cultivos oleaginosos invernales también están cobrando auge en Estados Unidos y Brasil con el mismo propósito de producción de biocombustible mediante acuerdos con las empresas generadoras de energía.

Las tres “C”

“El cártamo es un cultivo conocido por los productores del norte argentino, pero que tenía un mercado muy limitado, lo que comprometía la decisión a su favor de los productores. Al aparecer la demanda de biocombustibles, cambia la situación y permite desarrollar nuevamente esta especie, que es fácil de sembrar y cosechar, y resistente a la sequía”, distinguió Bassi.

A su turno, Daniel Miralles, profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba), explicó cómo funciona y qué rinde se puede esperar del cultivo de colza. “Es una especie que fue introducida al país ocho veces y que fracasó en muchos campos por desconocimiento de las prácticas de producción”, rememoró.

Frente a esa realidad propuso capacitarse y entender cómo es el ciclo y la fisiología del cultivo para no volver a cometer errores. “La planta pasa por un periodo de roseta durante el cual tiene cierta tolerancia a heladas. Luego sobreviene la etapa de botón floral y, de la floración en adelante, se define el número de granos que se van a producir por hectárea, que es la principal variable correlacionada con el rendimiento”, describió. Miralles destacó que “se deben lograr muchos granos por hectárea llegando a la floración con mucha biomasa y suficiente oferta de nutrientes y de agua”.

Luego explicó que “la colza es sensible a la duración del día” y que “los materiales de ciclo largo tienen requerimientos de frío y requieren cierta vernalización”. Para facilitar el manejo de cultivo, se ha desarrollado un modelo de simulación que permite averiguar cuándo va a ocurrir la floración, el período crítico para la determinación del rendimiento, la madurez fisiológica y comercial en función de una fecha de siembra. Se llama Cronos (Canola- Carinata), tiene datos de 30 años y permite planificar adecuadamente el cultivo. El rinde que se puede obtener con colza se sitúa entre el 40 y el 50% del rendimiento esperado del trigo en ese mismo lote.

El panel en Aapresid

En otro tramo de la reunión, el consultor Fernando Solari mostró los resultados de evaluaciones de distintos híbridos, en diferentes fechas y densidades de siembra, en varias regiones productivas. Observó que, sobre todo en el norte del país, se pierden muchos kilos por hectárea por demoras en la implantación, y que ese factor, la correcta elección de la fecha de siembra, es más importante que la elección de un híbrido determinado. Solari situó la fecha de siembra óptima entre el 20 de abril y el 15 de mayo según zonas y aconsejó adaptar la densidad de plantas al potencial del lote.

Por otro lado, Juan Pablo Hernández, de la Universidad Nacional de Entre Ríos, recordó que en esa provincia se hacen sucesivos cultivos de verano, con un barbecho entre ellos durante el cual se pierden 300 mm de lluvia. En ese tiempo, “entre la cosecha de un cultivo y la siembra del siguiente, se puede incorporar la colza, que aporta carbono al suelo y rentabilidad a la empresa”, propuso, aunque teniendo en cuenta las restricciones de los suelos de esa zona, que tienen riesgo de erosión hídrica.

“La colza es interesante para los suelos entrerrianos, sobre todo los vertisoles, porque desarrolla muchas raíces, que pueden perforar los horizontes texturales que son una barrera para la infiltración de la humedad en profundidad, resaltó.

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Junto con Bunge estuvieron estudiando la fertilidad física de los suelos comparando el uso tradicional con cultivos de verano versus la incorporación de colza en el intervalo sin vegetación, tanto en los mejores suelos de la región de Victoria como en los vertisoles cercanos al río Uruguay.

Encontraron mayor exploración de raíces en los las parcelas implantadas con colza y mayor retención de agua, al romper las durezas superficiales y profundas del suelo. “Se mejoró la infiltración, el aumentar los macroporos del suelo, en ambos tipos de suelos”, observó el investigador. A modo de síntesis, Hernández dijo que “indudablemente, la colza mejora las condiciones físicas del suelo en Entre Ríos, gracias al gran desarrollo de raíces pivotantes, que permiten fracturar capas endurecidas”.

Camelina

Camelina es otra oleaginosa invernal que puede reemplazar al trigo en muchas regiones, de la que se sabe menos sobre su fisiología. Se presume que el periodo crítico para la formación del rendimiento es la posfloración. Por esa razón “hay que llegar a esa etapa luego de una buena implantación, que haya logrado una buena cobertura del entresurco, que permita captar toda la radiación posible, para que finalmente se transforme en rendimiento de grano’, aconsejó. El rinde esperado es aproximadamente un tercio del correspondiente a trigo, aunque su potencial es altísimo y puede llegar hasta 4500 kilos por hectárea fertilizada con 160 kg de nitrógeno.

Miralles mencionó que con cada kilo de nitrógeno aplicado se pueden generar 20 kilos de grano con los materiales disponibles y alcanzar una eficiencia de uso de 6 a 10 kilos de grano por kilo de nitrógeno disponible.

Por su parte, Martin Beaudeant, de Chacraservicios, una compañía asentada en Pergamino dedicada a camelina, afirmó que es un cultivo invernal nuevo, que puede utilizar el periodo de barbecho entre cultivos de verano sin competir con ellos. “Se agrega a la rotación con beneficios sistémicos y económicos; camelina es hacer algo donde no se hacía nada”, definió.

Destacó que “es una muy buena herramienta para control de malezas, porque si bien es lenta para implantarse, luego compite bien con aquéllas y permite llegar con los lotes limpios a cosecha con menos gastos que reiteradas aplicaciones de herbicidas”.

“Es el cultivo más corto del mercado: con 200mm de lluvia se puede generar cosecha y sus raíces pivotantes dejan el suelo con muy buena infiltración para los cultivos siguientes”, destacó.

Daniel Miralles

“Para que se desarrolle en mayor superficie, los productores tienen que aprender el manejo del cultivo, sobre todo la siembra, que se realiza con una semilla muy chica; por esa razón, también requiere muchos cuidados en la cosecha, que puede comenzar en el mes de noviembre”, subrayó.

Siempre dentro del cultivo, Carina Álvarez, de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, evaluó el efecto de camelina sobre las propiedades físicas del suelo cultivándola en el espacio de tiempo que varía entre dos cultivos de verano. Hizo los ensayos en cuatro localidades de Córdoba, La Pampa y Buenos Aires, con suelos muy distintos.

En las experiencias midió la densidad aparente del suelo -que indirectamente determina el grado de compactación- y observó que camelina la redujo por el trabajo en profundidad de las raíces. También mejoró la infiltración de agua, que es aprovechada por el cultivo siguiente. Asimismo, fue mayor la calidad estructural, con más agregados deseables del suelo.

Como conclusión, Carina dijo que “camelina permite intensificar la agricultura de manera sustentable y mejora la calidad del suelo donde se cultiva, gracias al desarrollo de raíces y a que permite que el suelo esté cubierto y protegido de la erosión”.

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