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Así es Ignacio Hernández Medrano: médico de prestigio y marido de María Adánez

Publicado: enero 26, 2025, 6:16 am

Los últimos años de María Adánez se podrían resumir asegurando que conocer a la persona adecuada en el momento preciso es casi una condición indispensable para la felicidad. No es que la actriz, una de las más reconocidas dentro del panorama español —acaso lleva poniéndose delante de la pantalla desde los cinco años—, no pudiese o no supiese estar soltera, sino que apareció el hombre perfecto con el que congenió de tal forma que consiguió asentarse de tal forma que, en 2020, a los 44 años de edad, sorprendía a sus seguidores dando a conocer su embarazo.

Ese hombre, padre de su hijo Claudio, que nació en mayo de 2021, es Ignacio Hernández Medrano. La intérprete de La Pija en Aquí no hay quien viva o Rebeca Ortiz en La que se avecina había experimentado lo que es un verdadero desengaño amoroso al divorciarse en 2013, apenas tres años después de haberse dado el «Sí, quiero», del abogado británico David Murphy. Tras un tiempo prudencial, volvió a confiar en su corazón al conocer, en 2016, a este neurólogo y empresario con el que acabaría también pasando por el altar seis meses después del nacimiento de su bebé.

Eso sí, durante aquella primera etapa del noviazgo, ambos fueron muy discretos y herméticos con su vida privada, al punto de que era totalmente desconocida la relación fuera del mundillo. Aun así, ellos seguían haciendo sus planes, sus viajes y compartiendo su amor por la naturaleza y enseñándose aficiones. Por ejemplo, el turismo de montaña, lo que suelen practicar con cierta asiduidad —él ha llegado a reconocer que escaló el Himalaya, aunque se desconoce si ella ha llegado tan lejos—, o el mindfulness y la meditación, que les ayuda a concentrarse en sus respectivos trabajos.

A Hernández Medrano, quien nació en Alicante en 1983, de hecho, sin lugar a dudas. Aprender a relajarse y a centrarse en sus habilidades más que en sus defectos le salvó de haber desistido de su sueño: ser médico. Pero estuvo muy cerca de abandonar la carrera. «Tengo muy mala visión espacial y se me daba tan mal la anatomía que me planteé si no debía dedicarme a otra cosa», explicó en una entrevista para El País, añadiendo la razón por la que no desistió: «Desde un principio sabía que quería estudiar medicina para poder cambiarla. Aspiraba a impulsar una transformación sistémica y modificar la forma en que mis compañeros trabajaban».

Había estudiado en la Universidad Miguel Hernández, en Elche, se había preparado el MIR en Oviedo y había hecho la residencia en el madrileño hospital Ramón y Cajal, que lleva el nombre de la persona, junto con el divulgador Oliver Sacks, que le condujo a la rama en la que se especializaría. Pero no le llenaba lo que otros médicos consideraban que era el final de su formación. Ya dentro de neurología, comenzó a interesarse por el cambio del que siempre hablaba a través de la política, pero «el mundo de hoy se arregla con innovación y buenas ideas», por lo que descartó aquel camino. Como en las grandes historias, hubo un golpe de suerte.

Como explicaron desde el citado medio, un buen amigo, el abogado Alberto Giménez Ramón-Borja, le preguntó en enero de 2014 si en medicina no existía un equivalente a la jurisprudencia en derecho. Es decir: una enciclopedia de casos previos que ayudasen en el presente. «Mi respuesta fue que no, pero que teóricamente podría crearse porque en España más del 80% de las historias clínicas estaban digitalizadas y, por tanto, constituían una fuente de big data enorme», explicó. Y, entonces sí, vio claro su legado.

Con ayuda del ingeniero Jorge Tello, en apenas unos meses ganaban un concurso para emprendedores tecnológicos auspiciado por la Fundación Rafael del Pino y la Singularity University de Silicon Valley. Nacía así, en 2014, Savana Médica, una plataforma de inteligencia artificial y big data que lee y analiza millones de documentos clínicos, ahora ya presente en 13 países entre Europa, Norteamérica y Latinoamérica, y que ayuda tanto a la gestión hospitalaria como a mejorar la calidad de la asistencia a los pacientes, puesto que provee a los médicos de casos similares para tomar las mejores decisiones posibles.

Ignacio Hernández Medrano, tras el éxito de la empresa, que ya ha recibido multitud de reconocimientos en todo el mundo, quiso continuar su vocación de emprendedor y también puso en marcha, unos años después de Savana, Mendelian, que no es sino un motor de búsqueda de enfermedades raras, sus sintomatologías y que multiplica la posibilidad de diagnósticos precoces.

Por ello no sorprende que, en 2019, y «por democratizar el acceso a la información médico-científica de millones de pacientes a través de la inteligencia artificial», recibiese el premio Princesa de Girona Empresa, que le entregó el rey Felipe VI, así como que en 2021 la revista Forbes le incluyó en su lista de los 100 españoles más creativos del mundo en el ámbito de los negocios. «El mercado de un médico no es curar enfermedades, sino tener la confianza de la población. Pero a estas alturas de la historia de la humanidad es absurdo pensar que puede almacenar todo el conocimiento científico en su cerebro: no es posible y, sobre todo, no es necesario», explicó sobre las razones detrás de sus proyectos.

Proyectos que, aun así, no han impedido que siga ejerciendo en el hospital de la capital o, sobre todo, que haya encontrado el amor con María, que no puede estar más orgullosa de él —y viceversa—, y con su hijo Claudio, con quienes pasa largas temporadas vacacionales en su casa de la playa, en la costa mediterránea.

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