Publicado: mayo 5, 2025, 2:13 pm
La reunión de los cardenales que desde este miércoles va a elegir al sucesor del obispo de Roma nacido en Buenos Aires como Jorge Mario Bergoglio, pero conocido por todo el mundo como Francisco, es sin duda el encuentro humano más exclusivo y discreto de la historia.
Una costumbre política y religiosa que tiene siglos de antigüedad y que ha transitado por distintos lugares y con duración diversa. Estamos en estos días frente al cónclave más numeroso y de diversidad de nacionalidades de la historia. La peculiaridad de la elección papal es que la realizan quienes fueron elegidos por los papas anteriores, constituyendo una suerte de cadena entre electores y elegidos que funciona como tal hace al menos diez siglos. Vamos a recorrer, sin duda apretadamente, 2.000 años de historia de las elecciones papales.
La elección del obispo de Roma en el primer milenio
Tal como era costumbre en la Iglesia cristiana, cada vez que un obispo moría era común reunirse en el templo más importante de la diócesis y discutir, entre el clero y el pueblo de Dios, quien sería el sucesor. No está de más recordar que desde los tiempos de los apóstoles quedó establecida la sucesión apostólica, es decir que cada obispo ha sido ordenado por otro obispo y así sucesivamente hacia el pasado en los primeros tiempos de la Iglesia en el siglo I.
Lo que ha ido variando es la forma de elección de los prelados del rito romano, que es el del 90% de los católicos del mundo: hoy son nombrados por el papa, pero es interesante saber que la antigua forma de elección asamblearia sigue vigente para los quince ritos católicos orientales, cuyas cabezas fueron las que hicieron el conmovedor canto en griego al final del funeral del Papa Francisco.
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Se recuerda la elección de San Ambrosio como obispo de Milán, una jurisdicción creada en el siglo I y elevada a arquidiócesis en el siglo IV, que fue producto de los disturbios religiosos en la entonces conocida como “Mediolanensis”, provocando que la asamblea eligiera al gobernador romano Aurelio Ambrosio, un laico catecúmeno, enviado por el emperador Valentiniano I en el año 372, quien resultó elegido por sus palabras de concordia, que mostraron el camino para salir de la crisis. Fue ordenado obispo y durante 23 años gobernó la iglesia de Milán y sería recordado por su sabiduría como uno de los cuatro padres de la Iglesia de Occidente.

En Roma, sede eclesiástica fundada por el apóstol Pedro, desde los tiempos iniciales de persecución hasta la conversión del emperador Constantino en el 311, los cristianos se reunían clandestinamente para elegir a los obispos. Durante todo el primer milenio, fue esta la forma de elección del papa. Los cardenales sólo tenían mayor influencia por su condición de “párrocos” de las principales iglesias romanas.
Los cardenales como electores papales exclusivos
En 1059, el papa Nicolás II, a través de la constitución apostólica “In nomen Domini” estableció que la elección de su sucesor y los siguientes sería a través de la reunión de los cardenales romanos. Eran tiempos en que el obispo de Roma era reconocido como patriarca de Occidente, hecho que había colapsado la unidad de la Iglesia cristiana al provocar el cisma de la Iglesia conducida por el Patriarca de Oriente, el obispo de Constantinopla, naciendo la Iglesia Ortodoxa.
Si bien Roma era la sede apostólica del papa, las reuniones para elegir a su sucesor una vez muerto el pontífice reinante se realizaban en la catedral cercana al lugar de su muerte. Eso hizo que Roma fuera el lugar donde más papas fueron elegidos, pero no exclusivamente. Como consecuencia del largo cónclave de Viterbo, que duró tres años entre 1268 y 1271, comenzaron a establecerse algunas normas que siguen vigentes hasta hoy.
El papa Gregorio X, en su bula “Ubi Periculum”, estableció que los cardenales debían reunirse aislados bajo llave (cum clave) mientras durara la elección papal, para evitar las presiones políticas de poderes externos; las comidas irían reduciéndose en la medida que se prolongara la reunión; y se les eliminaban los pagos por sus cargos religiosos durante el tiempo en sede vacante.
Ya establecida con solidez la sede apostólica en Roma, con la Archibasílica de San Juan de Letrán como catedral y la Basílica de San Pedro Vaticano como sede papal, el ordenamiento moderno del cónclave fue establecido por el papa Gregorio XV en su bula “Aeterni Patris Filius” en 1621, que ordenó una mayoría de dos tercios entre los cardenales presentes como requisito para la elección del sucesor de Pedro. Hasta finales del siglo XIX era común aceptar como cardenales a algunos laicos con gran influencia.

En 1587 el papa Sixto V, en conmemoración a los 70 ancianos que asistieron a Moisés para el gobierno de la Israel histórica, fijó el número de cardenales en 70, número que rigió hasta que el papa Pablo VI lo elevó a 120 en 1975 para aumentar la colegialidad de la Iglesia. Este santo pontífice también fijó la edad de 80 años como límite para participar de la elección del papa. En una sutileza, el papa Juan Pablo II estableció que el día en que se produce la sede vacante, por muerte o renuncia, es el que fija la edad, adelantando lo que regía hasta entonces que era la fecha de inicio del cónclave.
Hoy están en condiciones de votar 135 cardenales, de los cuales cinco son del orden cardenalicio de los obispos, 99 presbíteros y 21 diáconos. El protodiácono, el primero de los diáconos es el cardenal Domingo Mamberti, quien anunciará el nombre del nuevo Papa. La mayoría de dos tercios se establece sobre los asistentes.
La elección del Papa
El proceso electoral del nuevo obispo de Roma ha variado a lo largo de la historia. Ya establecida la elección por parte de los cardenales, rigió el criterio de mayoría absoluta (mitad más uno) hasta 1179, en que el concilio de Letrán obligó a los dos tercios exactos al menos para la elección, con la prohibición de votarse a sí mismos para los participantes del cónclave, lo que llevó a diseñar papeletas especiales. Eran los tiempos de las votaciones según cuatro criterios:
- Por adhesión: se permitía el cambio de voto durante el escrutinio para acelerar la llegada a los dos tercios. Se suprimió en el cónclave de 1903.
- Por aclamación: antes de iniciar las votaciones, si “se expresaba el Espíritu Santo”, todos los presentes aceptaban a un candidato. Se suprimió en 1621.
- Por compromiso: ante el estancamiento del cónclave, se elige un grupo reducido de cardenales para que lleguen a un acuerdo que es avalado por la totalidad de los participantes.
- Por escrutinio: se realizan votaciones hasta llegar a la proporción establecida.
Hoy sólo rige esta última forma de elección establecida en 1996 por el papa Juan Pablo II a través de la bula “Universi Dominici Gregis”, habiendo sido en 1676 la última por aclamación y en 1316 la última por compromiso. Hoy día un cardenal puede votar por sí mismo.
Luego del concilio Vaticano II, celebrado en Roma entre 1962 y 1965, se fueron estableciendo normas más estables y explícitas respecto del cónclave. Se estableció la Capilla Sixtina como sede del cónclave, que es presidido por el Decano del Colegio Cardenalicio. En el próximo cónclave cumplirá esa función el cardenal Pietro Parolin, el cardenal obispo de mayor precedencia, ya que el decano, el italiano Juan Bautista Re, y el vicedecano, el argentino Leonardo Sandri, exceden la edad de 80.
El 7 de mayo, luego de la Misa Pro Eligendo, se realizará una primera votación. En los días subsiguientes, serán cuatro, dos por la mañana y dos por la tarde, durante ocho días.
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Si al cabo de 33 votaciones no hay candidato que llegue a los dos tercios, se realiza una votación entre los dos candidatos más votados hasta llegar a esa proporción, en una suerte de balotaje.
En los últimos siglos, no se ha llegado nunca a este extremo e incluso los últimos cónclaves se han definido en las primeras jornadas. Sin duda, la atención del mundo estará en la Capilla Sixtina estos próximos días, cuando surja de la reunión del “club más exclusivo y selecto del mundo” el nombre del nuevo pontífice. Si bien “quien entra papa, sale cardenal”, la historia es pródiga en desmentidas a esta máxima y estamos prontos a saber quien conducirá la Iglesia Católica en los próximos días.