Publicado: junio 18, 2025, 6:10 pm
Una nueva combinación de tratamientos fue aprobada en la Argentina para enfrentar una de las variantes más agresivas del cáncer de colon. La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) dio luz verde a una terapia dirigida que, por primera vez, logra mejorar la supervivencia en pacientes con cáncer colorrectal metastásico con mutación BRAF V600E, presente en aproximadamente el 10% de los casos.
La novedad es el uso de Encorafenib, un nuevo fármaco que, junto con cetuximab —un anticuerpo monoclonal— y quimioterapia, se indica como primera línea de tratamiento para quienes aún no recibieron terapias previas. Esta novedad se enmarca dentro del universo de la medicina de precisión.
Según el ensayo de fase 3 BREAKWATER, presentado en la Reunión Anual 2025 de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO) y publicado en The New England Journal of Medicine, esta combinación logró una reducción del 51% en el riesgo de muerte y del 47% en el riesgo de progresión de la enfermedad o muerte frente al tratamiento estándar.
“Los pacientes diagnosticados con cáncer colorrectal metastásico que presentan la mutación BRAF V600E se enfrentan a un tumor agresivo que a menudo no responde bien a la quimioterapia estándar”, explicó el médico Juan Manuel O’Connor, jefe del área de tumores gastrointestinales del Instituto Alexander Fleming.
“Los resultados del estudio BREAKWATER son los primeros resultados prometedores de supervivencia reportados para el cáncer colorrectal metastásico con mutación BRAF en el contexto de primera línea, lo que representa un avance revolucionario para esos pacientes”, agregó.
Encorafenib, desarrollado por el laboratorio Pfizer, actúa inhibiendo la vía MAPK, responsable de estimular el crecimiento de células tumorales. Cetuximab, por su parte, es un anticuerpo monoclonal que bloquea el receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR), una proteína presente en la superficie de las células que, cuando está alterada en ciertos tumores, favorece su multiplicación descontrolada. Al actuar sobre estas dos vías clave, la combinación de drogas logra frenar el crecimiento de las células cancerosas.
El cáncer colorrectal es el segundo tipo de cáncer con mayor incidencia en la Argentina y también el segundo en mortalidad, detrás del cáncer de pulmón. Representa cerca del 12% de las muertes por cáncer en el país, con aproximadamente 16.000 nuevos casos diagnosticados por año. Afecta por igual a hombres y mujeres, y aunque puede tener buen pronóstico si se detecta de manera temprana, más del 50% de los casos se diagnostican en estadio metastásico.
El cáncer colorrectal se origina en el intestino grueso a partir de pólipos que, aunque suelen ser benignos, pueden evolucionar si no se detectan y eliminan a tiempo. Muchas personas no presentan síntomas en las etapas iniciales, y cuando aparecen, pueden confundirse con otras afecciones. Los signos pueden incluir cambios en los hábitos intestinales, sangrado rectal, sangre en las heces, molestias abdominales, debilidad, pérdida de peso involuntaria, entre otros. En muchos casos, estos síntomas se manifiestan cuando el cáncer ya se ha propagado.
A nivel global, se estima que un 4% de la población desarrollará cáncer colorrectal en algún momento de su vida. “Si bien la mayoría de los diagnósticos se presentan en adultos de 50 años o más, se observa un incremento progresivo de casos en adultos cada vez más jóvenes”, señaló el doctor Mariano Dioca, médico oncólogo del departamento de tumores digestivos del Instituto Ángel Roffo.
“La enfermedad puede aparecer a cualquier edad y, por ende, no debemos ignorar aspectos como el consumo de tabaco, el sedentarismo, tener antecedentes personales y familiares, enfermedades inflamatorias intestinales o una dieta con alto contenido en grasas y baja en fibra. Asimismo, existen muchos prejuicios o limitaciones sobre los estudios de rutina –como la colonoscopia o las pruebas en heces fecales– lo cual dificulta la detección temprana”.
El cáncer colorrectal metastásico tiene un comportamiento heterogéneo que puede estar vinculado a diferentes mutaciones genéticas. La mutación BRAF está presente en el 8% a 10% de los casos y se considera una de las más agresivas. Para su identificación, se pueden realizar pruebas de testeo molecular a partir de muestras de tejido tumoral o de sangre. Estas permiten detectar biomarcadores —genes, proteínas u otras sustancias que producen las células en respuesta al cáncer— y aportan información clave sobre el pronóstico y la posible respuesta al tratamiento.
“La identificación temprana de biomarcadores específicos ha demostrado ser fundamental en la toma de decisiones clínicas, permitiendo optimizar los resultados terapéuticos de nuestros pacientes. En este sentido, el avance de la Medicina de Precisión nos ha llevado de enfoques tardíos a estrategias más tempranas en la evolución de la enfermedad”, agregó el doctor O´Connor.
Dioca concluyó: “Más allá de que la prevención siempre es la mejor medicina, si el diagnóstico ya está presente, la detección de biomarcadores puede mostrar al equipo médico cómo puede progresar el cáncer con el tiempo y qué medidas son más acertadas para ayudar a los pacientes a revertir el impacto de la enfermedad”.