Publicado: diciembre 3, 2025, 3:20 am
En Ciudad Lineal, entre fachadas discretas y comercios de barrio, hay una puerta que conduce a otro tiempo . Al entrar en el Kiofu , fundado en 1969, el aire se espesa con el olor a tatami desgastado, cuero castigado y horas infinitas de esfuerzo. Es uno de esos lugares donde el ruido de los guantes contra los sacos marca un ritmo que parece ajeno a la vida exterior. Aquí, al cruzar la puerta, desaparecen los adornos y solo queda lo esencial. Como dice su maestro, David Balarezo, ‘Bala’, « es un club con mucha historia, muchísima trascendencia, un club humilde, pero con muchísima historia. El Kiofu, junto al Budokan y un par de escuelas más, es el club de artes marciales más antiguo de España». Él mismo recuerda cómo ha evolucionado este templo marcial. «Antes solo era Judo y Karate, que es lo que había en España en ese momento, y desde hace 21 años hemos metido otras artes marciales». Lo dice con la serenidad de quien ha consagrado su vida a un legado. En sus palabras se resume la filosofía del lugar: «Lealtad, fundamento y disciplina». Para él, los valores importan tanto como la técnica. «Tú puedes tener buen marketing, puedes tener buen storytelling, puedes tener dinero, pero si no tienes unos buenos pilares…» , explica David. Y por eso el Kiofu, pese a su apariencia de gimnasio de barrio, se ha convertido en una potencia nacional. «Los datos nos avalan. Número de campeonatos ganados, campeonatos federativos de Madrid… No sé si somos la mejor o no», afirma, «pero desde luego creemos que somos una potencia a nivel nacional» , termina de explicar. Ese ambiente casi familiar pero implacable es el que vive Oriol ‘Respeto’ Arenas, quien, al terminar de entrenar, se sienta aún con las manos calientes. Su historia con los deportes de contacto empezó en el karate que practicaba toda su familia, continuó con dos años de boxeo y desembocó en las artes marciales mixtas (MMA) tras enamorarse de los vídeos del antiguo Pride cuando era apenas un adolescente. Dejó Barcelona porque necesitaba avanzar: «Llega un punto en mi vida que decido tomar la decisión de mudarme porque allí me sentía un poquito más estancado. Y dije con todo, y me vine aquí, cambio de vida y a tope». Lo que encontró en Madrid fue un hogar marcial. « Para mí el Kiofu es mi casa, es mi templo … es un sitio de aprendizaje, de evolución, es sagrado». No es extraño que Balarezo hable de él con absoluta convicción. Oriol es certeza… probablemente es el futuro de la división pluma en este país. No es una promesa, es una realidad». Su apodo, ‘Respeto’, no nace de una estrategia de marketing sino de él mismo . En una época dominada por la necesidad imperiosa de vender los combates al público general, haciendo uso de lenguaje malsonado o ataques personales, Arenas porta con orgullo la bandera del auténtico artista marcial, con los valores que históricamente han apadrinado. «Me presento siempre saludando con respeto, tanto a mí como a los demás. Nunca me vas a ver en una pelea haciendo ‘trashtalk’». Su mentalidad, como decimos, es la de un verdadero artista marcial: superación, técnica y una obsesión por mejorar . Antes del WAR 8 estudia a su rival, Helio Leal, con calma calculadora: «Es un peleador peligroso, aguerrido, valiente… Pero yo confío siempre en mis habilidades y en mi estrategia». No hace predicciones, pero sí un compromiso. «Voy a estar preparado para lo que sea y hacer una gran actuación» , sentencia. En el otro extremo del gimnasio, con una energía completamente distinta pero igual de magnética, está Ernesto ‘El Potro’ Schisano . Sudando, siempre con la sensación de que acaba de salir de un combate, se ríe cuando habla de marcar el peso. «Aquí, mira, sudando para bajar los kilos». Su última pelea, una guerra monumental de cinco asaltos contra Stephane Sebisaho, dejó huella en el público y en él. «Físicamente muy bien, me llevé súper buenas sensaciones», recuerda, sin dramatismos ni excusas, aunque reconoce que la lona resbaladiza tuvo su papel. «Soy un tío que no busca excusa». Volver al Palacio de Vista Alegre, la misma jaula donde debutó como profesional, le emociona: «Me hace mucha ilusión», reconoce. Aunque a falta de una semana, ha tenido que cambiar de rival, ya que Iwan McKenzie se lesionó. El sustituto, Nil Cobra, viene desde Brasil, con un récord de 4-1. Para el galés tenía claro su pronóstico: «El 6 de diciembre voy a salir victorioso. Va a pasar otro KO» . Sin embargo, este cambio de última hora no le impide seguir adelante. «Diferente rival pero mismo resultado», anunciaba en sus redes sociales. Su llegada al Kiofu se produjo como un descubrimiento natural. Entrenaba en otro gimnasio, pero sentía que necesitaba algo más. Ese sentimiento se confirmó tras ver una clase del gimnasio de Ciudad Lineal. «Veía que había mucho nivel, los sparrings eran muy duros y dije, ‘joder, yo quiero más’». Lo que encontró aquí fue una familia . «Para mí el Kiofu es todo. Me han dado toda la enseñanza, tanto deportiva como personal» . Su vida, si bien gira en torno al combate, busca espacio para lo más íntimo. «Me gusta pasar tiempo ahora con mi hija y mi mujer, que es la persona que me apoya en todo». En ese mismo tatami que pisan Ernesto y Oriol, se prepara Salman Zoubair, más joven y más silencioso, pero con una determinación que encaja perfectamente en la cultura del gimnasio. El 6 de diciembre se enfrentará a Leo Climent, uno de los perfiles más mediáticos del panorama. Para él, el combate es simple pero enorme. «Es un combate más, un rival más… es un rival difícil, sinceramente». Sabe que no es el favorito y eso le alimenta. «Soy el underdog y eso me motiva y va a pasar algo increíble», espeta confiado. Entrenar con estrellas del nivel de Arenas y Schisano podría intimidar a cualquiera, pero para él es un impulso. «Es un nivel muy alto, gracias a ellos he mejorado mucho» . En el Kiofu, la admiración no se proyecta hacia figuras lejanas, sino hacia los compañeros de sudor y golpes. «Ellos, Rafa, Chapo, todos los profesionales… incluso el entrenador, son nuestros ejemplos», afirma. Quizás, la clave de la fuerza del gimnasio esté ahí, en la sensación de clan, de tribu. Ernesto lo explica sin necesidad de adornos . «Si pelea uno, da igual. Todo el Kiofu va a estar apoyando ahí» . Ese espíritu es lo que David Balarezo trata de cuidar cuando gestiona campamentos simultáneos. Para él, no todo es estrategia, ya que «a veces es más importante gestionar al atleta de manera interna». Cuando el 6 de diciembre las luces del Palacio de Vista Alegre se enciendan y el ruido crezca, sus guerreros saldrán a pelear con algo más que su talento. Llevarán sobre los hombros 56 años de historia. Llevarán la voz de Bala, los valores del dojo, los sparrings duros, el tatami gastado, la esencia de un lugar donde el trabajo manda y el ego se deja en la puerta. El Kiofu no es un gimnasio, es un templo. Y el WAR 8 será su altar.
