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Tiene 21 años, ganó un concurso internacional mostrando la belleza argentina, y cree en su generación: “Cuesta apreciar con respeto”

Publicado: noviembre 26, 2025, 5:00 am

El 10 de octubre de 2025, con tan solo 21 años, Santiago Arias recibió una noticia que en otros tiempos le hubiera parecido un sueño imposible: ganó el primer premio del concurso internacional de fotografía organizado por la revista Crikey (Australia), integrada por la familia Irwin, y que sigue el legado de Steve Irwin, uno de los conservacionistas más importantes del mundo. Para el joven, el logro se siente como tocar el cielo con las manos, significa un reconocimiento que abraza sus tres pasiones: la fotografía, la conservación del medio ambiente, y mostrar la grandeza de Argentina. Y, sin dudas, la posibilidad de soñar con proyectos mayores, colmados de belleza.

Pero el logro de Santiago pone en evidencia algo más: reconocer y estimular las pasiones desde temprana edad, y fomentar el contacto con la naturaleza, son tal vez dos de los mejores antídotos para una generación atrapada por un sistema que predica lo artificial como lo increíble y que, por aquel camino, fomenta la desconexión con el entorno y adormece los sentidos.

La historia de Santiago, sin embargo, demuestra que tan solo basta explorar un poco, para descubrir que lo verdaderamente magnífico está más cerca de lo que creemos.

Fotografía ganadora: ‘A Great Comeback’, tomada en el Impenetrable, Chaco, Argentina. Salió en la portada de Crikey Magazine (Fundación Steve Irwin) y en su interior explica: Porá, este hermoso jaguar en peligro de extinción, forma parte de un proyecto de reforestación en Argentina. Él, al igual que muchos otros jaguares reintroducidos en el Chaco argentino, contribuye a la educación de la población local y a la repoblación de una zona que antaño fue muy abundante en su territorio. La reforestación se centra en restaurar el equilibrio ecológico de los sistemas degradados por el impacto humano.

Un niño explorador en Salta y un préstamo que lo transformó todo: “Una herramienta para ordenar mi forma de ver y para contar lo que me conmovía”

Santiago creció en Salta. Su infancia estuvo marcada por el contacto con la naturaleza y por una curiosidad irrefrenable, donde anhelaba comprender todo lo que lo rodeaba. Se crio en el campo de su familia y con la llegada de la adolescencia, pasaba su tiempo afuera, caminando, explorando, y buscando animales: “Sin saberlo estaba construyendo la mirada que después se transformó en mi forma de trabajar”, dice hoy, al recordar aquellos tiempos.

La fotografía llegó como una extensión de esa curiosidad. Desde chico, cuando no estaba `perdido´ en el afuera, se sumergía en el mundo de enciclopedias y libros impregnados de imágenes de animales. Y así, primero con una tablet, después con una cámara que le prestó su tío, Santiago intentó imitar lo que veía en aquellas páginas y registrar lo que había a su alrededor Por entonces, tenía 12 años.

“Al principio era un juego, sacaba fotos de cualquier cosa, pero en pocos meses me enamoré de la sensación de congelar un momento y volver a mirarlo, como si ahí hubiera algo más para descubrir. Con los años me di cuenta de que la cámara era una herramienta para ordenar mi forma de ver y para contar lo que me conmovía”, cuenta.

No ir contra de la esencia y descubrir Argentina: “En cada lugar encontré una relación distinta con el tiempo”

Cuando el secundario llegó a su fin, Santiago creyó que debía estudiar alguna carrera `con todas las letras´. Dedicarse a la fotografía no parecía ser un camino que le diera ni seguridad ni sustento, fue así que ingresó en marketing, intentó concentrarse en ello, pero al poco tiempo descubrió que iba en contra de quién era: “Sentí que tenía que lanzarme, aunque diera miedo, y elegí hacerlo a pleno con la fotografía”.

Acompañado por sus temores, el joven salteño dejó sus lugares conocidos para aventurarse a recorrer el país, con pasión, paciencia, asombro y un ojo curioso único. Tras un tiempo caracterizado por tomas aleatorias, cierto día llegó un `clic´ diferente cuando decidió poner el foco en los animales: “No solo como registro sino como encuentro”, explica. “Me pasó con las aves, estaba horas esperándolas y cuando aparecían me fascinaban y entendí que quería dedicar mi vida a esto, a estar ahí, a observar, a cuidar”.

“Argentina es un país enorme y siempre distinto”, continúa. “El norte me marcó por su mezcla de silencio y color. La Patagonia me cambió la cabeza, especialmente la inmensidad y la sensación de frontera. En cada lugar encontré una relación distinta con el tiempo. La gente vive más tranquila, charla más, se toma un momento para contar algo. Ese ritmo más pausado te obliga a mirar de otra manera y termina influyendo también en las fotos”.

“Encontrarme con un yaguareté fue uno de los momentos más fuertes de mi vida. Es un animal que impone respeto y transmite una energía increíble. Su belleza, su silencio al moverse, ese sigilo absoluto en medio del monte… es algo que no se olvida. En cuanto se adentra unos metros en la vegetación, desaparece. Es la perfección del camuflaje”.

Un propósito en Argentina, más allá de la belleza: “Un ejemplo de cómo se puede recuperar un ecosistema y generar desarrollo local al mismo tiempo”

Con el paso del tiempo y de paisajes inolvidables, Santiago supo de las tantas especies en peligro y de su incapacidad de ser indiferente ante el equilibrio tantas veces afectado por la mano humana. Cierto día comprendió que deseaba hacer mucho más que arte con sus fotografías, sintió que su oficio podría tratarse de algo más que capturar una imagen linda, que podría ser una forma de compromiso con el medio ambiente.

Santiago sintió que su oficio podría tratarse de algo más que capturar una imagen linda, que podría ser una forma de compromiso con el medio ambiente.

Con una convicción firme, comenzó a trabajar con diversos equipos de la Argentina, que registran las especies vulnerables, y que necesitan datos visuales para estudios de comportamiento, distribución o impacto humano.

“También participo en campañas que buscan generar conciencia sobre ecosistemas frágiles, desde bosques yungueños hasta humedales. Mi aporte es fotográfico pero siempre intento sumar desde la comunicación, ya que muchas veces una imagen clara moviliza más que un informe técnico. Creo que la fotografía es una de las herramientas más poderosas para la conservación. Mostrar animales poco conocidos o especies en peligro puede despertar empatía y curiosidad, y eso es clave para protegerlos”, reflexiona Santiago.

“Y entre los lugares de Argentina que más me marcaron, los Esteros del Iberá ocupan un lugar especial. No solo por su biodiversidad, que es impresionante, sino por todo lo que representan. Es un ejemplo de cómo se puede recuperar un ecosistema y generar desarrollo local al mismo tiempo. Gracias al trabajo de Rewilding y de la comunidad, muchos pobladores pasaron de vivir de la caza o la pesca a hacerlo del ecoturismo. Ese enfoque social y humano me pareció tan importante como el ecológico. Hoy el lugar está lleno de vida, de fauna, y de historias de transformación”.

Santiago también traspasó las fronteras para capturar la belleza de lugares como Kenia y Tanzania.

Pasión, causa y aprendizajes en el camino: “En mi generación veo una mezcla: conciencia ambiental, desconexión, exceso de estímulos”

Para Santiago, haber ganado un premio internacional y ver una foto suya en la tapa de Crikey Magazine fue un orgullo inmenso, sobre todo porque la revista involucra a la familia Irwin, que siempre admiró. Steve Irwin fue uno de sus grandes referentes: su manera apasionada y sensible de hablar de los animales lo marcó desde niño, y que su hijo (Robert Irwin), también fotógrafo, lo haya reconocido, tiene para él un sabor especial, que lo impulsa a seguir con su pasión y, a través de ella, mostrar a su país, Argentina.

El reconocimiento impulsa a Santiago a seguir con su pasión y, a través de ella, mostrar a su país, Argentina.

Y en un mundo tan urbano y desconectado, Santiago considera que trabajos como el suyo, ayudan a acercar a las personas a su propia naturaleza, a volver a la esencia y a la fuente pura de bienestar: “Somos parte de este planeta, y a veces lo olvidamos. Mostrar lo que hay en nuestro país, los animales que viven a nuestro lado, es una forma de recordarlo”.

“En este camino, las redes tienen su ventaja: siento que son aliadas del ambientalismo. Nos permiten llegar a personas que quizás nunca tuvieron contacto directo con la naturaleza. Si se usan con conciencia, son una herramienta increíble para educar y conectar”.

“En mi generación veo una mezcla: por un lado, crece el interés por el ecoturismo y la conciencia ambiental; pero también hay mucha desconexión, exceso de estímulos y consumismo. Cuesta parar, mirar y apreciar con respeto. Es un proceso que lleva tiempo, pero creo que vamos en camino”

“En mi generación veo una mezcla: por un lado, crece el interés por el ecoturismo y la conciencia ambiental; pero también hay mucha desconexión, exceso de estímulos y consumismo. Cuesta parar, mirar y apreciar con respeto. Es un proceso que lleva tiempo, pero creo que vamos en camino”, opina Santiago.

“Con el tiempo aprendí que la fotografía no es solo técnica sino paciencia, empatía y respeto. También entendí que viajar y ver animales no te convierte en fotógrafo, lo que te convierte en fotógrafo es la manera en que mirás y cómo hacés para que esa mirada tenga sentido para otros. Con mis fotos busco generar emoción. No me interesa mostrar el desastre o el sufrimiento, sino la belleza. Quiero que la gente sienta ganas de proteger la fauna por amor, no por miedo a perderla. Que vean lo hermoso que es lo que tenemos y lo cuiden por eso”, continúa el joven, con una sonrisa.

“Si tuviera que resumir mi trabajo en una frase, sería: uno no ama lo que no conoce. Mi objetivo es justamente ese: dar a conocer la vida silvestre para que la gente pueda conectar con ella y sentir el deseo de protegerla. Porque nadie defiende algo que no conoce”, concluye.

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Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com

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