Publicado: noviembre 19, 2025, 5:00 am
Olivia De All tiene solo 23 años y desde hace cuatro trabaja en un invento que aspira a sumarle al polo más seguridad. En un juego que se desarrolla a más de 60 kilómetros por hora, con caídas inevitables entre caballos de más de media tonelada, fue su padre, médico clínico, quien plantó en Olivia la semilla de un invento revolucionario; pero fue recién el día que tuvo su primer accidente cuando entendió que era el momento de combinar ciencia, diseño e ingeniería para elevar el estándar de seguridad de este deporte.

“No siento haber hecho nada extraordinario, simplemente observé lo que estaba frente a mí”
Cuando terminó el colegio Olivia estudió un año de Derecho pero se dio cuenta de que su vocación iba por otro lado. No tiene una respuesta concreta de porqué eligió la carrera de Diseño en la Universidad de San Andrés, pero sí sabe que fue la decisión correcta. “Sentí que era un entorno muy sano para aprender y lo más valioso que me llevé de la carrera es que me enseñaron a desaprender y a dejar el ego de lado al momento de crear. No pegarse a las ideas; que una idea no tiene nada que ver con vos, es una idea y si está mal no significa que vos seas malo. Se me despertó otra sensibilidad que es necesaria al momento de crear”, admite Olivia.
Su familia no es del ambiente de las competencias de polo pero su padre y sus amigos jugaban; a los 16 años, de tanto verlos, Olivia probó y desde entonces no pudo parar. Es que era la combinación de dos áreas que le apasionaban, caballos y deporte, todo en en el mismo sitio: “Probé una vez taquear y me obsesioné completamente”, declara Olivia, que juega en el club Magual de Open Door. Ahí tuvo la oportunidad de conocer muchos chicos de universidades extranjeras como Harvard, Oxford, Yale que venían a Buenos Aires por torneos amateurs. Construyeron una linda amistad que la llevó a viajar con ellos para jugar polo en lugares como China y Marruecos.
Nunca quiso dedicarse de manera profesional, es un deporte que requiere de mucho tiempo y Olivia prefiere disfrutarlo como un hobby. Así, sus días de la semana los dedicaba a estudiar diseño en la Universidad de San Andrés -de la cual es egresada-, y en la actualidad planifica ir, en breve, a realizar un máster en España. Además, trabaja en Paisanos, un estudio de innovación: le pareció necesario tener experiencia como empleada para otras personas antes de dedicarse solo a su emprendimiento, es consciente del gran valor que le pueden aportar las diferentes experiencias laborales.
Por eso, además es parte de la organización Cuerpo y Alma que fundaron sus padres hace 20 años junto a un grupo de amigos: “Consiste en llevar asistencia médica a lugares vulnerables del norte argentino. Yo participo activamente y voy todos los años a las campañas”, explica.

Olivia cree que lo que la llevó a emprender a tan joven edad fue la cultura del trabajo que siempre estuvo presente en su familia. “Tengo tendencia a unir los puntos de las oportunidades que se me presentan. La fuente de inspiración de esto fue mi abuelo que nació en un paraje rural, en Entre Ríos, en unas condiciones muy pobres. Se forzó para tener la oportunidad de estudiar y fue medalla de oro en en la Facultad de Medicina y en el colegio secundario. Ese ejemplo que vivió mi padre de alguna manera también lo acercó a mí, porque cuando mi abuelo tuvo la oportunidad compró caballos de carreras que ganaron en el Carlos Pellegrini de su momento, esos caballos que ya desde chica me gustaba mirar jugar” cuenta Olivia.
Y esa obsesión por los proyectos que aportan valor a la vida de las personas la inspiró: “No siento haber hecho nada extraordinario, simplemente observé lo que estaba frente a mí; creé algo para un deporte que me encanta, pero sino era eso como también estudiaba diseño y tenía un background de medicina muy fuerte, tal vez era otra cosa», se sincera Olivia con humildad. Pero así fue como Olivia creó, nada más y nada menos, que el primer protector cervical diseñado específicamente para jugadores de polo.

El accidente que lo gestó todo
La idea surgió por el miedo mismo de un padre preocupado por su hija: como médico clínico, solía verla jugar y se preguntaba cómo era posible que, en un deporte tan exigente, nadie protegiera la zona cervical. Pero la idea tomó protagonismo cuando Olivia se accidentó y comprendió el riesgo que tiene el deporte.
Olivia se cayó del caballo, tuvo una contusión con falta de memoria y quedo dormida en la cancha, no pasó más allá de eso pero fue suficiente para que se empezara a vincular de una forma diferente con el polo, desde entonces sintió algo que antes no había sentido: miedo.
“Mi desafío era cómo crear un producto que no limitara la performance del jugador, porque en el polo mirás para todos lados y estás siempre en movimiento. Con este artefacto espero reducir, en un porcentaje importante, el riesgo de una de las lesiones típicas en la columna vertebral“ detalla sus intenciones, Olivia.

Su foco estuvo puesto en la hiperextensión y para eso buscó la ayuda de un especialista, un colega de su padre con el que ella tenía un excelente vínculo, el Dr. Juan Gottlieb experto en patologías de la columna vertebral que tuvo a varios polistas como pacientes. Juntos pudieron hacer por radiografías de un prototipo y ver cuánto se podía reducir el ángulo de hiperextensión, o en palabras más cercanas, que el cuello se fuera para atrás. Esta idea, a su vez, necesitaba validarla en la cancha.
“Fue un proceso largo de cuatro años”
Gracias al laboratorio mecánico del ITBA (Instituto Tecnológico de Buenos Aires) que le prestó un espacio, pudieron realizar ensayos de fuerza bajo protocolos técnicos de referencia utilizados en motocross que les permitieron testear resistencia, estabilidad y comportamiento ante impacto.
Fue un trabajo interdisciplinario crear un producto nuevo, un invento: “Yo estudié diseño, entonces era muy respetuosa del proceso de la evolución de este producto y del usuario, pero en la medida en que también siguiera cumpliendo la función de proteger esta área tan vulnerable; fue un proceso largo de cuatro años”, cuenta Olivia al explicar cómo fue encontrando el equilibrio entre confort, estética y seguridad. Siempre avanzó con precaución, sabe que llevará al mercado un producto en que el deportista va a confiar y quiere ofrecer excelencia con todas las certificaciones nacionales e internacionales posibles.

El nombre de su marca es Spine, una palabra en inglés que significa columna vertebral, y su idea es presentar soluciones para cualquier deporte de riesgo, el polo es solo el principio. Olivia es una apasionada por el deporte e imagina también productos para la bicicleta o el esquí.
“Cambia muchísimo la percepción cuando la gente se lo prueba”
El plan es salir a la venta a nivel internacional en el próximo mes de marzo, pero el pre lanzamiento ya lo hicieron con un torneo de polo de mujeres de 10-12 goles, de todos los niveles que juegan en el abierto, como Milagros Sanches o Jesusena Uranga. “Fue un ambiente espectacular donde todas las chicas tuvieron la oportunidad de probar el spine”, cuenta con alegría Olivia y agrega, “para mí fue súper emocionante ver cómo se concretó una idea real en la cancha en una instancia más profesional, que las chicas pudieran dar una devolución más orgánica porque uno lo puede probar taqueando y jugando en una práctica, pero es en una instancia de torneo cuando realmente se valida porque estás compitiendo”.
Otro punto que Olivia sabía que debía ser impecable era el diseño, consciente de la estética del polo, no tener una buena apariencia era un factor que podía jugarle en contra. El diseño fue mejorando en cada ensayo y hoy el producto final se coloca por debajo de la remera quedando integrado al cuerpo, por lo que no se nota y, por lo tanto, no interfiere con la vestimenta elegida para jugar.

“Las jugadoras estaban muy sorprendidas, no les interfería al jugar, y así se rompía un prejuicio muy grande; en el momento en el que lo probaban y jugaban un chukker decían wow, esto realmente no me molesta. Y ese fue el instante en el que supe que estaba listo», dice Olivia que entiende que derribados los prejuicios y cuando se haga costumbre llevarlo pasará lo que en su momento pasó con usar anteojos en el juego o la reja en el casco, confía en que su producto se va a ir integrando en el deporte.
“No sé qué tanto me tomaban en serio”
Que el lanzamiento de su invento haya sido en un torneo femenino y no masculino fue adrede. Olivia quería dar la oportunidad a las mujeres del deporte porque cuando está el hombre del otro lado las mujeres sufren cierta disparidad; a ella misma le costó mucho, siendo mujer, llegar con esta idea del protector cervical a una reunión sin que se le rieran: “No sé qué tanto me tomaban en serio por lo que sentía que la primera vez que saliera al mundo con este producto fuera con las mujeres, que ellas fueran las protagonistas” asegura Olivia.
Por supuesto que el producto está dirigido a todos los que juegan polo, sean hombres, mujeres o niños, sin importar el nivel de juego y para todo el mundo.

“A mí me parece super importante que esto es una innovación argentina y que es bueno hacernos cargo del talento local y poder apoyarlo, que la asociación de polo y las asociaciones que lo rodean lo impulsen, porque estamos tantas veces mirando para afuera y en Argentina tenemos un montón de cosas, es el mejor país del mundo”, concluye sonriente.
