Publicado: noviembre 9, 2025, 10:21 am
El misterio de uno de los diamantes más valiosos del mundo, el Florentino de los Habsburgo, se ha resuelto tras un siglo de misterio: ha sido hallado en una caja de seguridad en un banco de Canadá.
El Florentino tiene 137 quilates, tiene una apasionante historia detrás. La leyenda dice que fue extraído en la India y que fue adquirido, sin tallar, por el gobernador portugués de Goa, Ludovico Castro, conde de Montesanto, en el siglo XVI. Posteriormente, fue adquirido por la todopoderosa familia Médici, y fue tallado por un artesano veneciano.
El diamante pasó a los Habsburgo por matrimonio y fue depositado en la Cámara del Tesoro (Schatzkammer) del Palacio de Hofburg en Viena, pasando a formar parte de las joyas de la Corona Austríaca.
En 1918, finalizada la Primera Guerra Mundial, la antigua familia imperial se llevó el diamante Florentino cuando se exilió en Suiza al producirse la desaparición del Imperio austrohúngaro y proclamarse la república en Austria. Poco tiempo después, en 1921, se perdió el rastro de la joya.
Tal y como publica The New York Times, durante décadas circuló el rumor de que había sido robado. De hecho, inspiró varias películas y novelas. Pero la realidad es menos novelesca.
La joya nunca llegó a desaparecer. Ha estado en la cámara de seguridad de un banco en Canadá desde que la familia huyó allí en plena Segunda Guerra Mundial.
El actual jefe de la familia y heredero de la corona del Imperio Austro-húngaro, Carlos de Habsburgo, ha revelado ahora que el secreto se mantuvo por respeto a su abuela, la emperatriz Zita, esposa del último emperador austríaco Carlos I.
Según explicó, la emperatriz solo reveló la ubicación del diamante a dos personas: sus hijos Roberto y Rodolfo, y pidió que, como medida de seguridad, se mantuviera en secreto durante cien años tras la muerte de Carlos en 1922. Antes de fallecer, los hermanos transmitieron la información a sus propios hijos, según la familia. En los años siguientes, si alguien preguntaba por el diamante, la familia decía que se negaba a responder por su deseo de proteger la joya.
«En mi caso, ni siquiera sabía de su existencia hasta hace poco, así que me resultó fácil responder con sinceridad a esas preguntas», declara al The New York Times Carlos de Habsburgo, de 64 años.
Ahora, una vez cumplida la promesa, la familia quiere exhibir el Diamante Florentino y otras joyas de los Habsburgo en Canadá para agradecer al país por haber acogido a la emperatriz y a sus hijos.
«Debería formar parte de un fideicomiso aquí en Canadá», dice Carlos de Habsburgo. «Debería exhibirse en Canadá de vez en cuando, para que la gente pueda ver esas piezas», concluye.
