Publicado: octubre 25, 2025, 1:13 am
En estos tiempos de hiperconexión y ‘scroll’ infinito en redes sociales, pocos tienen más poder y, a la vez, más responsabilidad que los ‘ influencers ‘, cuyo modo de vida depende directamente de la atención que sean capaces de captar en internet. Y está bien, siempre y cuando el contenido que usan para ello se suba de buena fe; evitando engaños y teniendo cuidado para no dañar a los usuarios, sobre todo a los menores. Algo que no siempre se cumple . Para tratar de ayudar a resolver el problema, investigadores de la Universidad de Navarra, en colaboración con la Organización de Medios Audiovisuales y la consultora Conese, han desarrollado Thinkfluencer , una herramienta gratuita de autoevaluación pensada para que los creadores conozcan hasta qué punto su actividad digital es responsable . El examen no solo les permite reflexionar acerca del tipo de contenido que comparten y sus posibles efectos en la audiencia, sino también sobre cómo la exposición constante a la que están sometidos puede afectar a su propio bienestar emocional . «Nuestro objetivo principal es alfabetizar en la influencia responsable. Hay que concienciar al ‘influencer’ de que ahora mismo es otro medio de comunicación y que tiene que cumplir las mismas pautas legales y obligaciones que los medios tradicionales, le guste o no», explica a ABC Patricia San Miguel , responsable del proyecto y profesora de Marketing en la Universidad de Navarra. La docente remarca, además, «la importancia de que los creadores cuiden de su bienestar emocional, por lo que la herramienta no se queda solo en la transparencia y la responsabilidad, sino que quiere ayudarles a evaluarse para que conozcan mejor cómo se sienten». El test de autoevaluación, que ya está disponible en la red, aunque no será presentado hasta el martes, ha sido desarrollado a lo largo del último año y medio. En su interior recoge preguntas acerca del tipo de contenido que comparten los creadores, cómo gestionan la publicidad, las medidas que toman para proteger a los menores que les siguen, si citan las fuentes que utilizan o la influencia que tiene la exposición constante en su salud. Para llevarlo a cabo, los investigadores han utilizado como base el ‘Libro blanco de la influencia responsable’ y los resultados de cerca de 70 entrevistas con ‘influencers’, agencias de representación, marcas, organizaciones sin ánimo de lucro o instituciones públicas. También han contado con la colaboración de psicólogos. Cuando el ‘influencer’ realiza la autoevaluación, recibe un informe en el que se emplean dos termómetros para mostrarle su nivel de responsabilidad y transparencia y su estado de bienestar emocional. Asimismo, se encuentra con una serie de consejos para mejorar su situación. La realidad de los ‘influencers’ ha cambiado notablemente en el último lustro. Desde 2024, en España, las grandes cuentas que tienen más de un millón de seguidores y ganen más de 300.000 euros al año están obligadas por la ley a marcar los contenidos publicitarios como tales. «La mayoría lo están cumpliendo, porque estamos hablando de creadores que ya funcionan igual que una empresa y tienen un equipo detrás. Los que tienen menos ahora mismo se ven menos apelados, y tienen que dar ahora ese paso adelante para ser más transparentes», dice San Miguel. La investigadora también destaca la necesidad de que, sobre todo los creadores medianos, que se mueven en torno a los 300.000 seguidores, sean más responsables con el contenido que comparten. Porque a día de hoy en redes a veces parece que todo vale: desde dar consejos sobre esteroides hasta promocionar juegos de azar entre menores . Basta con deslizar un rato el dedo en Instagram para comprobarlo: «Muchos de ellos no saben el impacto que tiene su contenido en sus seguidores. Lo más importante para algunos es conseguir viralidad y llegar a la mayor cantidad de personas posible para hacer dinero y ver si pueden vivir del cuento». A este respecto, San Miguel señala que las propias empresas de redes sociales podrían hacer mucho más para limitar este tipo de contenido y obligar a los creadores a ser más responsables: «Nos damos cuenta de que, por ejemplo, el algoritmo castiga a los contenidos que están marcados como publicidad, cuando debería ser al revés y premiar al que está siendo transparente. Las plataformas también tienen que querer contribuir a que los algoritmos ayuden a identificar, no solo cuando el contenido no cumple los códigos éticos, sino también cuando no se están haciendo las cosas de forma adecuada».
