Publicado: octubre 3, 2025, 2:10 am
El clásico definió a un semifinalista de la Copa Argentina, aunque resultó un partido singular para Maximiliano Salas y Marcos Acuña. De pasado en Racing, el presente los descubre en River y el protagonismo del delantero y del defensor se dividió entre lo que ofrecieron durante el juego y también una vez que los millonarios celebraron la victoria por 1 a 0.
El artillero con su estocada, cuando el cotejo estaba recién iniciado, ofreció un capítulo extra a los múltiples escenarios que se fueron gestando desde el momento en que se produjo su enrevesada salida de la Academia, en el último mercado de pases. El defensor campeón del mundo se enredó en discusiones y forcejeos que se desencadenaron con jugadores rivales y también con integrantes del cuerpo técnico del club de Avellaneda.
El foco estaba sobre Salas, que desde que hizo la entrada en calor en el Gigante de Arroyito recibió el hostigamiento de los hinchas de Racing. “El que no salta es un traidor”, cantó el público, dolido por la conflictiva venta y las explosivas declaraciones que ensayó tres meses atrás el atacante, que apuntó a los dirigentes. El correntino arrastraba una carga emotiva adicional, porque el fin de semana fue expulsado en la caída de River ante Riestra, en el Monumental. Pero logró abstraerse del ambiente que lo rodeaba, del clima externo que agitaba un partido en el que cada intervención suya sería analizada, comentada.
“Para mí fue algo normal. Como dije siempre, estoy tranquilo, en las buenas y en las malas. Mi tranquilidad nunca cambia, nunca estuve nervioso ni nada”, expuso, tras abrochar el triunfo, el que devolvió alivio a River, que arrastraba tropiezos en el torneo Clausura, aunque el mazazo más duro fue la eliminación ante Palmeiras de la Copa Libertadores, el gran objetivo en Núñez.
Las palabras y la serenidad de Salas tuvieron un sustento, porque cuando las dos alineaciones se formaron para ingresar al campo de juego compartió sonrisas con sus excompañeros de Racing. El mejor antídoto para combatir el clima tenso de las tribunas era una posición de sosiego, alejada de la efervescencia que deseaba contagiarle el hincha de la Academia. “Era una final para nosotros. Había que jugarlo con mucha tranquilidad. Si entrábamos en el ritmo de ellos la íbamos a pasar mal, porque juegan muy bien”, valoró quien no le quitó el cuerpo al roce, aunque tampoco se enmarañó en aumentar la tirantez con gestos o actitudes.
No celebrar el gol fue toda una señal de cómo estaba mentalmente preparado para soportar la adversidad. Aún más cuando le arrojaron una zapatilla desde la tribuna. “Sí, es parte del folclore. Algo lindo que las dos hinchadas se junten y eso es hermoso”, desdramatizó. “Tratamos de no invadirlo ni llenarlo de esas cosas que estaban en el aire. Darle su espacio y que lo tome como un partido más, que es lo que fue”, puntualizó sobre él Marcelo Gallardo, el DT riverplatense.
Increíblemente, Racing cercó más a Salas desde fuera de los límites del campo de juego que en el propio terreno, donde además del gol descubrió una segunda oportunidad, aunque el arquero Cambeses le ganó en la definición. “Siempre estuve tranquilo, nunca se me fue la mano, sé manejarlo de la mejor manera. Creo que siempre hubo un respeto para la gente de Racing. Los jugadores y la gente siempre me dieron cariño y la verdad es que voy a estar muy agradecido”, rescató, aunque tenía guardada munición gruesa para el presidente de Racing, Diego Milito. “Con el club está todo bien, y estoy agradecido a [Gustavo] Costas. También a Víctor Blanco [expresidente], por haberme tratado muy bien”, comentó, quien al ser consultado por quien está al frente de la Academia no tuvo filtro: “La verdad que se portó muy mal conmigo. Esa es la realidad y por eso me fui”.
El éxito fortalecerá el espíritu, una necesidad para River que deberá ratificar esta levantada el domingo en la visita a Rosario Central –pulsean por el liderazgo de la tabla anual, que otorga plazas para las copas internacionales–, y Salas no esquivó el desafío. “Siempre en los momentos malos hay que levantar la cabeza, seguir entrenando con humildad. Es la única manera de salir de la mala racha. Es muy lindo que la gente te reconozca. Trato de dar todo dentro de la cancha siempre. En las buenas y en las malas, trato de correr hasta lo último. A veces los goles no se dan, pero lo importante es trabajar para el equipo”, relató, quien minimizó el altercado del final con Agustín Almendra: “Queda dentro de la cancha. Él es así, jodón, pero nada. Todo tranquilo”.
La serenidad de Salas contrastó con el escándalo que tuvo a Acuña entre los actores. La escena dantesca comenzó con un escupitajo de Adrián Balboa sobre el defensor. Gallardo intentó separar y Franco Pardo, defensor de Racing, ayudó al entrenador para descomprimir. La polémica siguió, aunque con otro interlocutor: Gonzalo Costas, ayudante de campo de su padre Gustavo. “Ahora que es campeón del mundo es un desagradecido”, disparó, después de que intercambiaron intentos de agresión. El Huevo a esa altura se sumaba al festejo con sus compañeros.