Publicado: septiembre 28, 2025, 6:09 pm
FLORENCIA.- Es la polémica del momento. En Florencia, la ciudad del Ponte Vecchio, el Cupolone de Brunelleschi, el campanario de Giotto, joya del Renacimiento, no se habla de otra cosa: el “cubo negro”. Así fue bautizada esa “horrible” construcción tipo caja, hipermoderna y oscura, que surgió en el horizonte del centro histórico de Florencia, patrimonio de la Unesco, en las alturas de donde estaba el viejo teatro municipal.
Fue un “puñetazo en el ojo” que alteró no sólo los nervios de los florentinos, sino, sobre todo, la magnífica estética de una de las ciudades más lindas del mundo. Y que provocó una controversia política y judicial que no se aplaca.
Fue en agosto pasado, en medio del último y tórrido verano, que vecinos y amantes de Florencia pusieron el grito en el cielo. Después de años de obras, finalmente desarmaron los andamios que ocultaban la gran obra de reconversión del viejo teatro en un complejo residencial, con un hotel y departamentos de lujo de siete pisos. Y de repente irrumpió el “cubo negro” de la discordia, un shock visual, que se levanta en la zona del Lungarno meridional, a una cuadra del más que custodiado consulado de Estados Unidos, entre las vías Solferino, Magenta y Corso Italia.
Supermoderna, la construcción, oscura, contrasta con el skyline florentino, sobre todo visto desde “di lá d’Arno”, es decir, desde la orilla izquierda del río conocido por el Ponte Vecchio, que queda unos 700 metros más arriba.
Como no podía ser de otra manera, enseguida se desató un tsunami de polémicas, protestas por parte del grupo “Salviamo Firenze” -que desde hace años lucha en contra de las especulaciones edilicias-, marcadas por varias preguntas: ¿Cómo fue posible que las autoridades competentes pudieran darle el visto bueno a una construcción tan dramáticamente disruptiva con el resto de la ciudad? ¿Hubo corrupción? ¿Cómo fue el proceso, que involucra al Partido Democrático (PD), de centroizquierda, desde hace décadas al frente de la gestión de Florencia?
La fiscalía de la ciudad abrió hace un mes una investigación judicial, al momento contra ignotos, por abuso edilicio en violación de los códigos de los bienes culturales y el paisaje, que nadie sabe cómo terminará. Pero que podrá durar años, ya que son cientos de miles de páginas, documentos, autorizaciones, firmas, para controlar e investigar.
Todo comenzó en 2013. La administración del entonces alcalde, expremier y hoy senador, Matteo Renzi, decidió convertir al Teatro Comunale -edificio del siglo XIX que albergó durante décadas al famoso Maggio Musicale fiorentino-, en un complejo residencial y hotelero, exigiendo que no superara la altura de la torre escénica y reduciendo la superficie ocupada de 21.000 a 18.000 metros cuadrados. En 2018 tuvo el visto bueno un primer proyecto: el edificio se dividiría en tres, creando un espacio interior, manteniendo la altura de la torre escénica.
En 2020, tras dos intentos fallidos, la nueva propietaria, Cassa Depositi e Prestiti, vendió el antiguo teatro al grupo Blue Noble and Hines por 23 millones de euros (la mitad del valor estimado), quienes encargaron a Vittorio Grassi Architects la revisión del proyecto. En el rendering, los tres edificios, con 156 apartamentos de lujo destinados al turismo breve, aparecen tal como fueron construidos. El color de las partes superiores es crema, no negro. ¿Quién autorizó los cambios y cuándo?
Mi visita al “cubo negro” de Florencia, polemico y ultra moderno complejo de deptos turísticos de lujo que contrastan con el resto de la ciudad renacentista, construidos donde estaba el teatro municipal… En breve nota en @LANACION pic.twitter.com/fUu5dgt1YN
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 27, 2025
En la zona ahora bajo la lupa y sobre el banquillo, el coqueto Starhotels, un cinco estrellas, ya está trabajando a full. Y todo luce renovado y pulcro. Se ven obreros que van y vienen, trabajando a todo ritmo para darle los últimos retoques a los llamados “Teatro Luxury Apartments”, que en octubre comenzarán a funcionar. En lo que era la fachada del antiguo teatro -que se mantuvo-, unos paneles indican que pronto abrirá un restaurante japonés, por supuesto también cinco estrellas.
Altura y contrastes
“Yo veía que los andamios iban subiendo y subiendo y, la verdad, cuando los sacaron, objetivamente me quedé muy mal. ¿Qué es esto? Pero, personalmente, me gusta este contraste de la fachada del teatro, lo único que quedó en pie y la estructura de vidrio”, dice a LA NACION Francesca, dueña de la peluquería FreeStyle que queda justo en frente.
“Sí, estoy de acuerdo con que es un puñetazo en el ojo, sobre todo viéndolo desde el otro del Arno, pero la verdad es que al crear los departamentos se ha revalorizado la zona, que en los últimos años estuvo muy degradada”, apunta Francesca. “Para mí el gran error fue cerrar el teatro, yo trabajaba ahí hace 27 años… Pero si lo tenían que mantener cerrado y decadente, mejor que lo hayan revalorizado… Así que, para mí, que el cubo sea negro, verde, rojo… Se trata de gustos, pero si uno va a otras ciudades, es normal que la arquitectura vaya evolucionando”, opina.
Fabrizio, que trabaja en el sector de la construcción, levanta los ojos cuando se le pregunta sobre el “cubo negro”. “No sé, yo estoy en el rubro de los ascensores, las autoridades se la pasan pidiendo permisos de todo tipo que te paralizan, hay una burocracia terrible, pero con el complejo de departamento surgidos en el ex teatro municipal parece que no hubo frenos”, comenta.
“No sé si hubo corrupción, pero uno se hace preguntas porque cuando hay grandes inversores todo se vuelve posible… Y Florencia se ha convertido en la nueva Venecia, con grandes hoteles, gran turismo, así que tampoco hay que sorprenderse de todo esto”, añade, escéptico.
Cristina Acidini, reconocida historiadora de arte que fue titular de la Superintendencia Especial para los Bienes Históricos y Artísticos de Florencia de 2006 a 2014, tampoco se anima a hablar de corrupción. “En principio, mientras no se demuestre lo contrario, tiendo a descartarlo. El Poder Judicial está haciendo su trabajo, y si ocurrió algo de este tipo, lo podrá comprobar”, dice a LA NACION.
Actualmente presidenta de la Academia de Artes del Dibujo, de la Fundación Santa Croce y de la Fundación Casa Buonarroti, Acidini no le ahorra críticas al “cubo negro”, considerado por sus detractores, que para el lunes organizan una nueva protesta, un “in-cubo” (en italiano, pesadilla) que ofende a la ciudad.
“El impacto estético es muy negativo. El volumen es verdaderamente imponente y el efecto cromático es muy impactante. Deberán encontrar una solución que justamente tendrá que ver con eso, con un cambio de color”, plantea. “Sería algo mínimo porque quizás lo más deseable sería poder destruir todo y comenzar de cero”, dispara. “Pero no creo que se den las condiciones para eso por lo que, al menos, habría que negociar con los dueños un cambio de revestimientos, una medida, reitero, mínima, pero suficiente para reducir la perturbación estética que muchos de nosotros hemos sentido”, suma.
Tomaso Montanari, otro prestigioso historiador de arte, ensayista y rector de la Universidad para Extranjeros de Siena, en diálogo con LA NACION, tampoco ocultó su indignación con el “cubo negro”. Una “porquería” que refleja la “prostitución” de Florencia a los grandes capitales, con la complicidad de todos, autoridades, dirigentes políticos, banqueros, arquitectos, urbanistas, florentinos. “No sé si hubo corrupción. Lo más grave fue la demolición del antiguo teatro, que no debería haberse demolido porque estaba perfecto. Y hubo mucha especulación edilicia y entre los especuladores, entre los socios, estaba el padre de Matteo Renzi, lo cual despierta muchas perplejidades”, acusa.
Y concluye: “Nadie es inocente, el cubo es una cosa horrible que viola y destruye la imagen de los Lungarni, que son el corazón mismo de Florencia y, como escribí en un artículo, al final es una cosa ‘buena’, que una operación de especulación inmobiliaria tan fea, tan sucia, corresponda a una arquitectura tan fea”.