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Basta de resignarse: la incontinencia urinaria no es normal y existen soluciones médicas

Publicado: septiembre 23, 2025, 2:06 am

«Después de 16 años sufriendo incontinencia el día que me encontré pensando que quizás podía ser rechazada socialmente porque olía a orina, me di cuenta de que había sido suficiente, fue cuando decidí que había que pasar a la acción». Sofía Álvarez, de 50 años, se recuerda interiorizando ese pensamiento. La incontinencia urinaria sigue siendo, hoy en día, una condición médica rodeada de tabúes, silencios y falsas creencias. Muchas personas la consideran una consecuencia natural del envejecimiento, algo inevitable, cuando en realidad se trata de una patología que puede y debe ser tratada . Así lo afirma doctora Carmen González Enguita, uróloga de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid y presidenta de la Asociación Española de Urología (AEU), quien insiste en que «la incontinencia siempre es una condición patológica, no una simple molestia de la edad. Tiene tratamiento, opciones y debe ser evaluada como cualquier otra enfermedad». Llega un momento en que las pérdidas ya no solo te limitan tu vida deportiva sino también tu vida sexual, afirma Sofía Álvarez. El doctor Pedro Blasco, representante de la Sociedad Iberoamericana de Neurourología y Uroginecología (SINUG) en la Alianza contra la Incontinencia Urinaria (ALiNUR), coincide en que la mujer no debe considerar la incontinencia como un proceso normal . «Si las pérdidas son frecuentes, si afectan la calidad de vida, si aparecen tras el parto o durante la menopausia, o si se acompañan de síntomas como dolor, sangre en orina, infecciones recurrentes o masa pélvica, hay que consultar con un especialista», advierte. La incontinencia urinaria afecta a entre el 25 y el 45% de las mujeres en algún momento de su vida, pero solo el 28% busca ayuda de forma activa. El resto, un 72%, no consulta, lo que refleja el peso del estigma y la falta de información. Entre los distintos tipos de incontinencia, el más frecuente es el que se relaciona con los esfuerzos. Sofía Álvarez, paciente que ha vivido en primera persona el proceso, recuerda cómo tardó en buscar ayuda médica: «Yo llegué muy tarde a la operación. El daño era considerable, fue un parto instrumental con fórceps, bastante agresivo. Me apunté a sesiones de fisioterapia, pero si no había mantenimiento casi continuo no servían y además se sumó el inicio de la menopausia». El abordaje ideal, según la doctora González Enguita, comienza con una buena valoración clínica y una rehabilitación del suelo pélvico. « La fisioterapia especializada es siempre la primera medida . Si se puede evitar la cirugía, mejor. Todo influye en la evolución de la incontinencia», explica. El doctor Blasco añade que el entrenamiento del suelo pélvico logra cura o mejoría en hasta el 75% de los casos, y que el tratamiento debe comenzar siempre por cambios en el estilo de vida, como la pérdida de peso o la reducción del consumo de cafeína. En cuanto a las pruebas diagnósticas, además de la exploración física, una de las más comunes es la flujometría, que reproduce cómo orina una persona en condiciones reales. Aunque es una prueba no invasiva y a priori sencilla, requiere cierta preparación y puede verse afectada por el entorno clínico. En casos más complejos o recidivados, se recurre a estudios adicionales, pero no suele ser necesario para la mayoría de los casos. «Es importante que el especialista que evalúe el caso tenga experiencia en el manejo de la incontinencia urinaria». Sofía también destaca el impacto emocional de la incontinencia algo ya bien conocido: «Pasé de ir al baño cada hora a poder aguantar tres o cuatro horas, después de la operación. Es que no es solo físico, también hay un componente psicológico muy fuerte. Te afecta en tu día a día, en tu autoestima, en tu vida social». El doctor Blasco respalda esta visión con datos: hasta el 50% de las mujeres con incontinencia moderada o severa sufren irritación perineal, y el riesgo de infecciones urinarias aumenta hasta un 60%. Además, la probabilidad de sufrir depresión o ansiedad se incrementa entre un 70 y un 100%. La incontinencia puede generar una sensación de vergüenza que limita la vida social, sexual, la forma de vestir y, en definitiva, impacta de forma profunda en la calidad de vida. En los últimos años, ha surgido una preocupación creciente por el vínculo entre ciertos deportes de impacto y la aparición de incontinencia urinaria en mujeres jóvenes. Actividades como el voleibol, el atletismo o el crossfit pueden generar presión excesiva sobre el suelo pélvico, incluso en mujeres sin antecedentes de parto. «No hay evidencia concluyente sobre el impacto a largo plazo, pero sí se ha observado que estas disciplinas pueden provocar pérdidas de orina . Por eso es recomendable trabajar el suelo pélvico dentro del entrenamiento como medida de prevención», señala González Enguita. Blasco añade que, en deportes como el trampolín o la halterofilia, la prevalencia puede superar el 70%, y que el riesgo es hasta tres veces mayor que en la población general activa. El incremento de la práctica de deportes de impacto ha contribuido al aumento de casos de incontinencia urinaria en mujeres jóvenes, incluso sin factores obstétricos previos. El primer punto para la verbalización del problema puede ser la medicina de familia, también el departamento de enfermería o de ginecología, además de la urología. Existen profesionales especializados en la patología del suelo pélvico , y aunque no todos los médicos se dedican exclusivamente a ello, es una disciplina válida y necesaria. La tendencia futura debería ser contar con unidades especializadas en suelo pélvico en todos los hospitales. La tendencia es hacia la superespecialización, lo cual es positivo porque permite ofrecer soluciones más completas y eficaces al paciente. Cuando la rehabilitación no es suficiente, se valora la intervención quirúrgica . El tratamiento más habitual consiste en colocar una malla sintética tipo cabestrillo medio-uretral (TVT/TOT) debajo de la uretra para corregir la pérdida de orina. «No es la única opción, y existen diferentes técnicas según la edad, los antecedentes quirúrgicos o las preferencias del paciente. En personas jóvenes o con condiciones específicas, se pueden valorar alternativas», aclara el especialista. Blasco detalla que la eficacia de esta cirugía alcanza el 90% al año y el 70-80% a cinco años , aunque la tasa de curación desciende con la edad. También existen técnicas como los cabestrillos ajustables o agentes abultantes que se inyectan en la uretra. Insisto en no mezclar los tratamientos de los distintos tipos de incontinencia. Surge una pregunta que sorprende por su actualidad: ¿son seguros los tampones para la incontinencia? Sofía los descubrió en un momento de desesperación: «Vi que había dispositivos tipo tampón para pérdidas de orina. Lo comenté con un médico generalista y me dijo que, si se usaban puntualmente, no había problema. Pero quería saber la opinión de un especialista. Los busqué porque el nivel de irritación de mi vulva era muy alto». La doctora González Enguita confirma que existen alternativas en el mercado que funcionan aplicando presión sobre la uretra para favorecer su cierre. «No son tratamientos curativos, pero pueden ser muy útiles en situaciones puntuales. Por ejemplo, mujeres jóvenes que a pesar de los ejercicios de suelo pélvico tienen pérdidas leves solamente al hacer deporte o bailar, o mujeres mayores que no desean someterse a cirugía. Eso sí, deben usarse bajo supervisión médica, ya que hay diferentes tallas y modelos, y no todos son adecuados para todas las personas». Blasco coincide: «Son tratamientos sintomáticos y paliativos, no curan la incontinencia, pero pueden mejorar la calidad de vida si se usan correctamente y con seguimiento profesional». Los dispositivos intravaginales como pesarios, conos o tampones de continencia pueden reducir las pérdidas de esfuerzo leves o moderadas, con tasas de satisfacción inicial cercanas al 70%. Sin embargo, requieren ajuste, revisiones y una correcta indicación médica. Respecto a las pruebas de medición de las pérdidas, normalmente para la incontinencia de esfuerzo es la flujometría, pero para perdidas por urgencia se están estudiando nuevos métodos. Una novedad reciente podría cambiar el modo en que se diagnostica la incontinencia urinaria en mujeres. Un estudio liderado por el doctor Mohamed Abdel-Fattah, de la Universidad de Aberdeen, y publicado en ‘The Lancet’, ha demostrado que la Evaluación Clínica Integral (ECI) -una técnica no invasiva basada en cuestionarios médicos, exploración física, diario miccional y prueba de la tos- ofrece resultados similares a las pruebas urodinámicas invasivas, evitando así procedimientos incómodos y potencialmente humillantes. Presentado en el Congreso de la Asociación Europea de Urología (EAU) celebrado en Madrid, el ensayo incluyó a más de mil mujeres y concluyó que la ECI no solo es igual de eficaz, sino que permite una mejora más temprana de los síntomas sin necesidad de catéteres ni instrumental invasivo. Este hallazgo podría marcar un antes y un después en la forma de abordar el diagnóstico, haciéndolo más accesible, respetuoso y centrado en la paciente. La cirugía debe considerarse principalmente en casos de incontinencia de esfuerzo o mixta con predominio de esfuerzo, y siempre tras el fracaso de las medidas conservadoras. No todas las pacientes son iguales, y factores como la severidad del cuadro, el índice de masa corporal, la edad, las comorbilidades, el deseo de embarazo o la presencia de prolapso influyen en el éxito del tratamiento quirúrgico. Blasco subraya que no debe plantearse cirugía si la paciente no ha finalizado su deseo genésico . Una herramienta muy útil en el diagnóstico es el diario miccional, que permite registrar la cantidad de líquido ingerido, las veces que se orina y las sensaciones asociadas. Sofía lo utilizó durante su tratamiento: «Me pareció muy interesante. Me ayudó a entender mis hábitos y a ver cómo evolucionaba. Pasé de tener urgencia constante a recuperar un ritmo normal». El diario permite identificar patrones, evaluar la capacidad vesical y ajustar el tratamiento de forma personalizada. La incontinencia urinaria de esfuerzo es una condición que afecta a miles de mujeres, muchas de ellas en silencio. Pero como concluye la doctora González Enguita, «lo importante es entender que no hay que resignarse. Hay opciones, hay tratamientos, y lo más importante: hay esperanza».

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