Publicado: septiembre 18, 2025, 6:00 am
Esa tarde soleada, todos estaban ocupados con sus tareas habituales cuando recibieron el llamado a la línea 140 por parte de varios usuarios. En el ramal Pilar, a la altura del km 26 sobre el cantero central que divide las autopistas mano a capital y mano a provincia, había un animal atrapado.
De inmediato y sin tiempo que perder, se activaron los protocolos de rescate y hacia el lugar partieron los móviles junto a los compañeros disponibles en ese momento. Mientras, se encendían las alertas en el grupo de WhatsApp interno que conforman 30 trabajadores de Autopistas Panamericanas que, de manera independiente, dedican su tiempo, esfuerzo y dinero a rescatar animales que quedan atrapados o son atropellados en esas vías de circulación.
“Fueron momentos de angustia y tensión”
“Cuando llegamos, allí estaba ella, acurrucada en el pasto, apenas se veía. Los autos pasaban a toda velocidad, el tráfico era indescriptible. Corría riesgo su vida. Fueron momentos de mucha angustia y tensión: en la Panamericana todo es cuestión de segundos y ese ritmo nunca perdona”, detalla Victoria Catalano, al frente de @rescataditosdelsol, un equipo de voluntarios que asiste a animales atropellados perdidos y junta dinero para poder costear el alimento y los tratamientos veterinarios que necesita cada uno de los rescatados.
Ailén Kruger, una de las compañeras del equipo, descendió de uno de los móviles, puso a resguardo al animal y el móvil se dirigió con prisa hacia la base. Luego de revisar que no tuviera ninguna herida grave, lo llevaron al veterinario.
En el consultorio, pudieron saber que se trataba de una perra hembra adulta de más de 10 años, que evidenciaba pérdida de visión y estaba castrada. Su frágil cuerpo también mostraba claros signos de artrosis, producto de su avanzada edad. “Pero hubo un dato no menor que nos llamó la atención: presentaba desnutrición. Nuestra nueva amiga estaba 2 kilos por debajo del peso que debía de tener, además de tener pulgas y garrapatas”.
“Teníamos sentimientos encontrados”
Ya con un panorama más completo, comenzó la búsqueda en redes sociales para saber si Ciru, como habían bautizado a la abuelita, tenía familia. “Desde nuestra organización, buscamos fomentar la concientización sobre la adopción responsable y una convivencia armoniosa. Hacemos hincapié en la relevancia del transporte seguro para los animales, incentivando el uso de cinturones de seguridad y caniles protectores a fin de evitar incidentes y asegurar un viaje tranquilo para la familia”.
Al poco tiempo, finalmente apareció la familia. Hacía dos días se había escapado de su casa ya que accidentalmente había quedado el portón abierto.
“Los reencuentros nos alegran siempre el corazón. Pero esta vez la sensación era diferente. En el fondo teníamos algunas contradicciones. Por un lado la ilusión de ver a Ailén y a Ciru juntas. Ellas se habían elegido: ese amor, esa conexión, ese cariño a primera vista que tuvieron desde el momento del rescate emocionaban a todos. Por otro lado, estaba su familia que, si bien la tenía hace años, desde nuestra mirada, no le estaba dando los cuidados básicos y necesarios”.
“Ciru tenía la oportunidad de mejorar su vida”
Luego de pensar sobre el asunto, evaluar las opciones y priorizar siempre el bienestar y la seguridad de la perra, Victoria logró dialogar con la familia desde el respeto y la comprensión.
“Pude saber que Ciru estaba a cargo de una mujer con dos hijos, que trabaja como enfermera y pasa muchas horas fuera de su domicilio -incluso en guardias de tres días seguidos- para poder sostener a su familia. Me dolió escuchar la dura situación de esa mujer. Pero sabía que las dos entendíamos que Ciru tenía una oportunidad de mejorar los años que le quedaban de vida”.
Ciru, que había sido rescatada de cachorra por esa mujer en San Miguel, pasaba mucho tiempo solita en su casa y ya se había escapado en otras ocasiones. “Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, llegamos al acuerdo de que Ciru no estaba teniendo la calidad de vida, ni la atención, ni los cuidados que merecía y requería. La mujer entendió que darla en adopción responsable era un acto de amor”.
Ciru fue adoptada por Ailén, quien le salvó la vida en el cantero central y que desde el primer contacto había quedado cautivada por la ternura de la perrita. El amor fue recíproco.
“Confiamos en que nuestra historia sirva para que cada vez más gente conozca el trabajo que hacemos desde el corazón, para contagiar las ganas, para que estos gestos se repliquen en otros concesionarios y ramales. Ojalá en algún momento podamos tener las herramientas suficientes para poder atender todos los casos, porque es tan alta la demanda que no llegamos con todos ellos. Soñamos con tener algún espacio físico, para poder armar caniles, transitar de forma segura y rescatarlos a todos para poder ponerlos a salvo”, concluye Victoria.
*En este link hay diferentes formas de ayudar a Rescataditos del Sol.
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